La noticia sacudió al mercado: The Wall Street Journal informó el martes que WeWork podría declararse en bancarrota “tan pronto como la próxima semana”.
La compañía se hizo conocida primero por sus elegantes espacios de coworking y su apuesta por flexibilizar -o, de plano, reescribir- las reglas del trabajo presencial y, luego, por su espectacular implosión antes de una oferta pública inicial prevista para 2019, cuando su valoración alcanzó un máximo de 47.000 millones de dólares.
Pero la burbuja estalló una vez miramos de cerca. Los excesos de sus directivos y los problemas relacionados con su modelo de negocio, en especial durante la pandemia del COVID-19, terminaron por marcar el curso de implosión de lo que fue alguna vez un prometedor unicornio.
Con más de 700 ubicaciones en todo el mundo, WeWork basó su modelo de ingresos en alquilar espacio de oficina a los propietarios, convirtiendo ese espacio en un sueño digno de Instagram, y agregando beneficios como espacios de networking, café de barista y, muy famosamente en ciertas ciudades de EUU, kombucha de barril.
Pero como Ícaro, la promesa de WeWork tal vez haya volado demasiado cerca del Sol. La historia del ascenso meteórico de la compañía y su caída igualmente precipitada ha dado lugar a artículos de opinión, podcasts, documentales y una serie de Apple TV+: WeCrashed, protagonizada por Jared Leto y Anne Hathaway.
Ahora que su descenso a la bancarrota parece inminente, muchos se preguntan no tanto "¿cómo llegamos a esto?", sino "¿cómo diablos tomó tanto tiempo?".
Un barco que se hunde
El modelo siempre fue endeble, por decir lo menos, pero solo se hizo más inestable desde que el COVID-19 llegó para sacudir el mercado de bienes raíces comerciales.
La clave que le permitió a la empresa capotear la debacle está, como lo estuvo siempre, en la cantidad descomunal de dinero que recibió la compañía de inversionistas como SoftBank. En total, se estima que Softbank puso más de 18.500 millones de dólares en el sueño de WeWork.
En 2019, WeWork canceló su oferta pública inicial y destituyó a su fundador, Adam Neumann. Luego se reestructuró y salió a bolsa en 2021.
Al comienzo, WeWork parecía ideal para un mundo en el que las empresas buscaban repensar sus oficinas permanentes y buscar espacios más flexibles. Irónicamente, fue justamente esa flexibilidad la que terminó representando el principal problema, porque mientras los clientes se plantean su estadía en meses, los edificios que WeWork tenía que comprar y acondicionar tenían, en promedio, contratos proyectados en años.
Así las cosas, las acciones de WeWork han perdido casi todo su valor desde su debut en octubre de 2021. Varios ejecutivos han abandonado la empresa, incluido el director general Sandeep Mathrani en mayo y tres miembros del consejo de administración en agosto de este año.
En Colombia, WeWork administra siete edificios en Bogotá, tres en Medellín y uno en Barranquilla.