En otoño de 1965 el legendario Jack Kilby -coinventor del circuito integrado- llamó a su oficina a Jerry Merryman y algunos de sus compañeros en Texas Instruments. Necesitaba que crearan una calculadora, pero no una cualquiera: necesitaba que crearan una calculadora de mano portátil.
Aquello era un verdadero reto tecnológico para la época. Solo hacía 4 años que había aparecido la primera calculadora "de sobremesa", ANITA, pero nadie había logrado reducir esas dimensiones lo suficiente para llevar las calculadoras a todas partes. Texas Instruments lo lograría por primera vez en la historia.
La primera calculadora portátil que pesaba kilo y medio
Aquel proyecto planteaba unos objetivos sorprendentes teniendo en cuenta que hasta no hacía mucho esas calculadoras eran enormes, como también lo eran los primitivos ordenadores de la época.
La calculadora más pequeña de la época pesaba por ejemplo 20 kg, así que convertir aquello en un producto portátil parecía harto complicado. No para Merryman y su compañero en TI James Van Tassel, con el que trabajó noche y día para conseguir dar respuesta a aquella idea de Kilby.
18 meses después Merryman y su equipo tenían preparado el resultado de aquel esfuerzo. La primera calculadora "de mano" de la historia se llamó "CAL-TECH", y cumplía los requisitos que el propio Merryman describió hace más de una década al recordar aquel proyecto: "tenía que estar basada en una batería y ser lo suficientemente pequeña para caber en tu mano".
Lo hacía, ciertamente, pero no tenía mucho que ver con las modernas calculadors actuales, y CAL-TECH pesaba cerca de un kilo y medio, algo que lógicamente no hacía precisamente cómodo sostenerla en la mano.
Pesada, limitada y disruptiva
La creación de Merryman y su equipo no solo era pesada para manejarla como manejamos ahora las calculadoras, sino que también tenía funciones bastante limitadas. El prototipo original podía sumar, restar, dividir y multiplicar, pero además imprimía el resultado en una cinta de papel.
Aquel modelo acabaría poniéndose a la venta en 1970 con el nombre comercial de Pocketronic. Hasta ese lanzamiento ni siquiera nadie usaba el término "calculadora", y en TI se la conocía como una "slide rule computer".
El lanzamiento de Pocketronic no hizo famoso a Merryman: era un producto "anónimo" de Texas Instruments, pero la historia de estos dispositivos acabó dando crédito a este y otros ingenieros que ayudaron a crear esa revolución digital y electrónicoa.
De hecho aquella primera CAL-TECH dio paso a una era en la que se ha demostrado que las calculadoras han sido y son parte integral de nuestra vida tanto en el ámbito académico como en el ámbito profesional. Merryman moría hace unos días a los 86 años de edad, pero su legado fue espectacular y aquella primera calculadora portátil sería totalmente disruptiva para el mercado.
De CAL-TECH a la calculadora del iPad en un suspiro
Mucho ha llovido desde entonces, pero las calculadoras se convirtieron en parte integral de nuestra cultura. Aquel segmento unió a empresas norteamericanas con japonesas para combinar esfuerzos, y los resultados se veieron muy pronto.
Así, productos como la Sharp QT-8B lograron reducir peso, tamaño y consumo y contaban con una pequeña pantalla de fósforo verde y cuatro chips Rockwell encargados de distintos apartados: uno de ellos era el responsable único de controlar el punto decimal, por ejemplo. Aquel modelo estaba además alimentado por baterías y no por una toma de corirente.
En 1970 la empresa japonesa Busicom lanzaba su LE-120 Handy, la primera calculadora de bolsillo que funcionaba con cuatro pilas AA y una pantalla LED. Aquella empresa hizo algo sorprendente además: comenzó a producir calculadoras basadas en el chip 4004 de Intel pero su consumo era inadecuado: la idea no resultó ser buena para calculadoras, pero sí acabaría siéndolo para PCs años más tarde.
Más tarde se popularizaría el uso de estos dispositivos: Sinclair creó en 1971 la calculadora Cambridge, que tan solo costaba 29,95 libras en la época, mientras que poco después HP daría el salto con un proyecto ambicioso: la primera calculadora científica de la historia, la HP-35.
Aquel ingenio era capaz de ofrecer soporte para funciones algebraicas y de trigonometría, y aquel mercado dentro del segmento de las calculadoras comenzó a florecer de forma especacular.
En 1979 HP ya tenía su HP-41C, programable y que podía ampliar tanto su memoria RAM como su memoria ROM, e incluso añadir periféricos como un lector de códigos de barras o unidades de disquette o microcassette. Aquello parecía ya más un ordenador que una calculadora.
Aquello desembocó en una guerra de calculadoras en la que los precios cayeron (la Texas Instruments TI-2550 de 1974 costaba tan solo 10 dólares) y las programables no paraban de añadir más y más funciones.
Luego llegarían otras ideas que se propagaron también muy rápido, como las calculadoras con células solares o la evolución de las calculadoras programables en forma de calculadoras gráficas, capaces incluso de dibujar funciones. Para entonces dominar la Notación Polaca Inversa (RPN) era algo ya estándar en un segmento que había creado su propio "lenguaje".
A aquellos modelos le siguieron modelos muy especializados para segmentos como los electricistas, los arquitectos o, por supuesto los estudiantes, los grandes usuarios de este tipo de dispositivos.
Luego llegarían los ordenadores, los smartphones y las tabletas: en todos ellos la calculadora siempre ha sido un elemento omnipresente que siempre tenemos a nuestro alcance, pero quizás deberíamos hacerlo con un ojo puesto en aquellos orígenes humildes y fantásticos.