El thriller, tanto en la literatura como en el cine, no tiene un solo inventor. A menudo se cita a El espía (1821) de James Fenimore Cooper o a la historia de venganza de Alejandro Dumas El Conde de Montecristo (1844) como obras pioneras.
Otros miran a los primeros días del siglo XX. Allí hay que buscar en la obra del escritor británico/irlandés Erskine Childers, cuya novela The Riddle of the Sands (1903) a veces es descrita como el primer thriller. Pero si me preguntan, un reconocimiento similar se le debe a un hombre que sentó las bases del género décadas antes de que Alfred Hitchcock redefiniera el suspenso en el cine o Stephen King se convirtiera en el maestro del terror literario. Vamos a hablar de Edgar Wallace.

Este autor británico, nacido el primero de abril de 1875 en Greenwich, en el condado de Kent, escribió un asombroso conjunto de más de 170 novelas, 18 obras de teatro y cerca de mil cuentos, muchos de los cuales fueron adaptados al cine.
Se dice que escribía tan rápido y con tanta frecuencia, que si alguien llamaba a su casa y le decían que Mr. Wallace estaba escribiendo una novela, seguramente su respuesta sería: “Esta bien, yo espero”.
Sin embargo, su nombre ha caído en el olvido, y mucho de su obra está relegado a los círculos más eruditos. Su nombre hace parte, en todo caso, de la historia del cine por haber sido una figura central en la creación de uno de los íconos más perdurables del séptimo arte: King Kong.
De la pobreza a la fama
Richard Horatio Edgar Wallace nació en circunstancias humildes, hijo ilegítimo de una actriz ambulante que lo escondió por años ara evitar el escarnio de la sociedad de la época. Abandonó la escuela a los 12 años y desempeñó diversos oficios antes de alistarse en el ejército británico a los 21 años.
Su experiencia como corresponsal de guerra para Reuters y el Daily Mail durante la Segunda Guerra Bóer en Sudáfrica marcó el inicio de su carrera periodística y literaria. A su regreso a Londres, comenzó a escribir novelas de misterio y crimen para saldar sus deudas, y, para su sorpresa, alcanzó de inmediato un éxito notable con títulos como The Four Just Men (1905).
Con cada nuevo título fue perfeccionando el género del thriller, creando historias que combinaban crimen, misterio y acción. Su conocimiento del mundo criminal, adquirido durante su trabajo periodístico, le permitió desarrollar tramas realistas y personajes complejos.
Su estilo narrativo ágil y su capacidad para mantener la tensión lo convirtieron en un autor muy popular en su época. Se estima que vendió más de 50 millones de copias de sus obras, que fueron traducidas a 28 idiomas y que en un momento de su vida fue el escritor más leído en el mundo.
‘La octava maravilla del mundo’
En 1931, Wallace fue contratado por RKO Pictures para desarrollar el guion de una película sobre un gorila gigante, un proyecto que inicialmente se tituló The Beast.
En tan solo cinco semanas, el talentoso escritor terminó un borrador de 110 páginas que sentó las bases de lo que sería King Kong, la película clásica de 1933.

Lamentablemente, Wallace no llegó a ver el éxito global en que se convertiría su creación. Afectado por la diabetes, falleció en febrero de 1932, antes de que la cinta se completara.
Sin embargo, su contribución le valió un lugar en los libros de Historia: fue fundamental en la creación de la trama y los personajes y fue el artífice de elementos que se mantuvieron en la película final, como la captura de Kong y su exhibición en Nueva York.
Un legado olvidado
A pesar de su éxito en vida, Wallace murió endeudado y su obra ha sido en gran parte olvidada fuera de Alemania, donde aún goza de popularidad.

Su influencia en el desarrollo del thriller moderno es innegable, y su papel en la creación de King Kong lo convierte en una figura clave en la historia del cine y la literatura.
La mayoría de sus obras, incluyendo sus novelas y guiones, están en el dominio público en la mayoría de los países porque han pasado más de 70 años desde su muerte. Ahora que se cumplen, este mes, 150 años de su nacimiento, quizá sea hora de redescubrir a Edgar Wallace y reconocer su contribución al entretenimiento contemporáneo.
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davidv01
No lo conocía, excelente artículo.