Solía ser simple: un estudio contrataba a un director, dedicaban varios años a producir una película y, eventualmente, la estrenaban. Claro, existían los avances, pero no todos los veían y, fuera de eso, era realmente poco lo que el público sabía de una cinta al momento de su estreno. Era entonces, y solo entonces, cuando las audiencias decidían si se trataba de un nuevo clásico o una falla total.
Pero ya no más. Con la llegada de Internet, las audiencias saben toda clase de detalles acerca de la cinta, su director y reparto con meses o incluso años de anticipación. Y durante ese tiempo hay, sí, avances, pero también entrevistas, convenciones, grabaciones detrás de cámaras y, claro, montañas de contenido en redes sociales.
Es por eso que, meses -en realidad, años, porque el anuncio ocurrió en 2016- antes de que Marc Webb rodara la primera escena, el mundo ya sabía de los planes de Disney para adaptar Blancanieves, el clásico de 1937, el primer largometraje animado de la compañía y, concebiblemente, el que creó las bases de lo que es hoy esa marca, al punto de que el edificio principal de la sede del estudio, en Burbank, tiene a los siete enanitos sosteniendo la fachada.
Es también por eso que lo que Disney esperaba fuera una mina de oro -Blancanieves es, después de todo, uno de sus personajes más reconocibles- terminó convertida para el estudio en una manzana envenenada. La película está, por fin, en cines, pero el proceso de llevarla a la pantalla fue todo menos un cuento de hadas.
Una tormenta perfecta
Uno debe preguntarse: ¿Cómo llegó Blancanieves a ser una cinta odiada por personas de extremos ideológicos opuestos?
La derecha la resiente porque la considera parte de la agenda woke, con una Blancanieves hispana (Ra, la actriz isr aelí de iz estadounidense de madre colombiana) que no se ve como el dibujo animado de 1937, ni como el personaje del cuento de los hermanos Grimm que tenía “la piel tan banca como la nieve”.
La izquierda, a su vez, resiente que el papel de la Reina Malvada haya quedado en manos de Gal Gadot, la actriz isrelí de Wonder Woman y Fast Five, reconocida partidaria de las IDF de su país.
Zegler ha sido individualizada en numerosas tribunas como la artífice de la debacle. Es un señalamiento injusto que, por añadidura, se refiere a una entrevista específica tomada mayormente fuera de contexto. Y resulta lamentable tomando en cuenta que ella es, de lejos, lo mejor de la película.

En la mencionada entrevista, que tuvo lugar durante la convención D23 de 2022, a Zegler le preguntaron por la “contemporización” de la historia de 1937. La calificó como un texto "extremadamente anticuado en lo que respecta a las ideas de las mujeres en roles de poder " y señaló que se hacía necesario cambiar aspectos de una película que se acerca a los 80 años.
"Ella no va a ser salvada por el príncipe y no va a soñar con el amor verdadero. Sueña con convertirse en la líder que sabe que puede ser y en la líder que su difunto padre le dijo que podría ser si fuera intrépida, justa, valiente y verdadera".--Rachel Zegler.
Y luego están los siete enanos.

Cuando se conocieron las primeras imágenes de la película, Peter Dinklage, el aclamado actor que interpretó a Tyrion Lannister en Game of Thrones, cuestionó que el estudio mostrara una visión progresista de la heroína pero mantuviera intacta la figura de los enanos. Dinklage sufre de acondroplasia, la forma más frecuente de enanismo.
"Me sorprendió que estuvieran orgullosos de elegir a una actriz latina para interpretar a Blancanieves, pero sigan con la historia de Blancanieves y los siete enanitos. Eres progresista en un sentido, pero sigues haciendo esa maldita historia regresionista de los siete enanos en una cueva. ¿Qué carajo estás haciendo? ¿No he hecho nada para promover la causa desde mi tribuna? Supongo que no soy lo suficientemente ruidoso”.—Peter Dinklage
Pues resulta que sí fue suficientemente ruidoso. Disney sacó un comunicado explicando que había consultado a miembros de la comunidad con enanismo para definir qué manejo dar a los personajes. Al final, los convirtió en “criaturas mágicas” generadas por CGI. Eso despertó una nueva ola de críticas, que acusaban a los productores de no contratar enanos para interpretar a los enanos.
No ayudó que el estudio pareciera asustado: La venta anticipada de entradas no se abrió hasta dos semanas antes del estreno nacional, una ventana inusualmente pequeña. Luego estuvo el estreno, con las actrices convenientemente separadas y con los eventos de prensa reducidos a un mínimo.
Zegler lideró un lanzamiento relativamente pequeño en Europa y, en lugar de un evento masivo, Disney lanzó un video grabado con drones en un castillo en España.
Espejito, espejito
A todas estas, los lectores más observadores habrán notado que nada de esto toca, ni remotamente, el contenido, la calidad o el tono general de la película. Cualquiera que se estrelle con el abismal 1,5 (sobre una escala de 10) que tiene en IMDB al momento de esta publicación, podría justificablemente pensar que estamos ante la versión fílmica de la plaga. Basta un rápido barrido para hallar comentarios como “vacía”, “sin alma”, “innecesaria” y “basura”.
Es un hecho que muchos de los que calificaron la película en IMDB no la habían visto y probablemente no planean hacerlo. Y si bien cualquiera tiene derecho a no hallar de su agrado una cinta particular, la mayoría probablemente coincida en que para eso es requisito, sí o sí, haberla visto.

Por eso Rotten Tomatoes cuenta otra historia. El puntaje del público se estabilizó en un respetable 74% (el de los críticos sigue en un testarudo 44%). Y, pese a la mala prensa y la ola de insultos en redes, CinemaBlend le dio a Blancanieves un decente 3,5 sobre 5 y de hecho recoge cómo “el público parece estar disfrutando del turno de Rachel Zegler como la más bella de todas y la versión deliciosamente malvada de Gal Gadot de la Reina Malvada”.
Resulta obvio que toda esta controversia estaba llamada a afectar la taquilla, que Disney necesita sea masiva para recuperar algo así como 270 millones de dólares en costos de producción. Muchas personas que no tienen cartas en la controversia seguramente se desmotivarán por los puntajes en los agregadores o por los comentarios en redes.
Y aquí está la ironía: hay mucho que criticar en Blancanieves, pero eso no quita que sea una sólida, necesaria y diría que largamente postergada actualización de un texto caduco a fuerza de haber sido escrito hace más de 200 años, que musicalmente se destaca, escrita como está por los responsables de ese éxito improbable que fue The Greatest Showman.

La princesa de Zegler encarna la bondad y la justicia y logra ser creíble, ya sea perdida en el bosque encantado o invocando valentía para luchar por su gente. En la cara de aproximaciones poco comprometidas como hemos visto en otras adaptaciones, esta Blancanieves es una protagonista a la que vale la pena apoyar.
¿Querían las audiencias una Blancanieves rescatada por el príncipe? Yo lo dudo. Y estoy seguro de que la mayoría coincide en que es preferible un arco como el nuevo, en el que los dos enamorados se conocen y comparten tiempo y tiene así la oportunidad de, ya saben, enamorarse, y no la ensoñación automática de los cuentos de los Grimm. ¿En serio vamos a discutir si Blancanieves debería haberles limpiado la casa a los enanos?
Quienes prefieran a la Blancanieves que aspira a hallar el amor tienen -siempre va a tener- la película de 1937. Pero quienes quieran un reinvención -ok, otra reinvención, que sigue los pasos de la nunca suficientemente apreciada Mirror, Mirror- de seguro hallarán mucho que amar en esta princesa que quiere ser intrépida, justa, valiente y verdadera".

Y aunque probablemente no vaya a romper ningún récord, puede que la suerte de esa princesa no esté, aún, definida.
Blancanieves va a estar en cartelera casi cinco semanas sin competencia real en su nicho y, si bien es poco probable que iguale el registro de Mufasa, la precuela de El Rey León que se estrenó con unos pobres 37 millones de dólares, pero terminó cruzando la línea de los 700 millones, todavía queda mucho tiempo y mucho boca a boca antes de declarar que este cuento se acabó.
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