Adjetivos como "inhóspito" y "desértico" pueden jugar con nuestra mente y evocarnos ideas de encontrarnos algo así como el vacío, dejando de captar nuestro interés. Pero nada más lejos de la realidad si hablamos del continente más frío del planeta, dado que la Antártida es nuestro laboratorio más grande.
Lo es por su historia, su ubicación y su composición, dado que nos da pistas de cómo ha sido nuestro planeta hace millones de años y es un buen punto de observación para lo que nos rodea. De hecho, como ya recordamos al hablar de la nueva estación española en la Antártida, actualmente hay unas 66 bases en el continente, las cuales son (excepto dos) pequeñas estaciones científicas o estructuras militares.
Saber más sobre nuestro espíritu destructor
La huella del ser humano jamás podrá ser borrada por mucho que el agujero de la capa de ozono se recupere. Especies animales y vegetales han sido afectadas por nuestras acciones, así como la atmósfera, la geosfera y otros conjuntos de elementos terrestres, pero no por eso hemos de dejar de analizar el impacto que tienen nuestras andanzas.
Eso es lo que fueron a estudiar Pablo Tejedo y el resto de componentes de su equipo a la Antártida, al cual tuvimos el lujo de entrevistar. Nos explicaba que su objetivo era estudiar el impacto que el ser humano tiene en el continente, tanto el de los propios investigadores, como el de los turistas o cualquier tipo de visitante a la Antártida.
¿Por qué es tan importante determinar esto? Según nos explicaba ya no se trataba sólo de determinar la huella del ser humano en cuanto a materiales o compuestos, sino el hecho de que se estuviesen encontrando especies exóticas, lo cual es una de las cosas más preocupantes, según establecía. Especies que habían conseguido superar el invierno antártico, aunque por suerte de momento no han logrado aclimatarse (reproducirse).
Descubrir nuestros orígenes gaseosos
Si en la Antártida encontramos algo en abundancia es hielo. Y aunque esto sea una perogrullada nos sirve para dar paso a algo tan único como un trozo de hielo de hace 2,7 millones de años que nos dice cómo era la atmósfera allá por el pleistoceno.
Hablamos de la que es de momento la pieza de hielo más antigua hasta ahora encontrada realizando excavaciones en la Antártida por sus burbujas, ya que éstas contienen los gases que componían la atmósfera en aquel momento. De hecho, se considera la única muestra de atmósfera primitiva terrestre que se tiene, según comentaba el geoquímico David Shuster.
Conocer mejor las variaciones del clima y sus consecuencias
Hay que mirar dónde se pisa pero también arriba, o mejor dicho a nuestro alrededor. Sobre todo cuando está habiendo un claro proceso de cambio climático que de hecho tiene consecuencias bastante importantes en este singular continente y otras tantas regiones.
Así, la Antártida es pues un punto de estudio de la climatología, en concreto de "las conexiones atmosféricas y oceánicas entre Antártida y el resto del planeta", como explicaba Jerónimo López, ex-presidente del Comité Científico para la Investigación Antártica a Scientific American, hablando de la importancia de la investigación en la Antártida. Una labor que además también desvela aspectos relativos a "la acidificación de los mares antárticos y los cambios del nivel del mar".
Un trabajo que sirve para entender mejor las variaciones climáticas así como sus consecuencias, lo cual puede intentar calcularse a partir de modelos predictivos de los cambios que puede haber en un futuro. También recordaba la importancia de las excavaciones en relación a las piezas de hielo antiguo, como hemos comentado antes.
Hacer un mindblowing a los vulcanólogos
Pues no, resulta que bajo el blanco manto de hielo de la Antártida no había medio centenar de volcanes, sino casi 140 según se descubrió en agosto del año pasado y comentamos aquí. 91 volcanes nuevos situados entre los 100 y 3.850 metros que planteaban un gran reto a la vulcanología al tener que empezar a pensar en la Antártida de una forma completamente distinta.
Esto es debido a que los efectos de la erupción de los volcanes supondrían una desestabilización importante de las placas del hielo del oeste antártico, si bien aún hay que determinar la actividad de esos volcanes. ¿Bomba de relojería? Podría ser, zonas como Alaska o Islandia aumentaron su actividad volcánica tras perder su cobertura de hielo según algunas teorías sismológicas, así que no está todo descubierto en vulcanología ni mucho menos.
Ver el espacio como en ningún otro sitio
Justo hace pocos días en The Conversation hablaban de lo conveniente de esta región para tener las mejores vistas del espacio. En concreto hablaban de un punto denominado "Ridge A", situado en una elevación de uno de los desiertos polares de la Antártida, y que puede ser el mejor punto de observación espacial desde la Tierra.
Woohoo, amazing science coming from Ridge A, Antarctica - the driest place on Earth - via Michael Ashley! #ASA2014MQ pic.twitter.com/Y17jNg4pVs
— Geoff Sims (@beyond_beneath) 23 de julio de 2014
No sólo lo es por la ausencia de contaminación lumínica, también porque suele tener cielos despejados y porque los vientos que se registran son menores que en otros sitios (en torno a los 93,34 kilómetros/hora como máximo, que tampoco es que sea poco). Además, el aire es más transparente dado que el vapor de agua se esfuma gracias a las extremadamente bajas temperaturas, especialmente para los rayos ultravioleta e infrarrojos.
Vacaciones en el mar (y entre icebergs)
No todo son números, recogidas de muestras o cosas científicas, y si el espacio es un destino turístico la Antártida no iba a ser menos. Ya nos lo contaba también Pablo Tejedo, el biólogo que se desplazó hasta el albo continente para estudiar el impacto humano en él, como hemos comentado antes.
Para ir a la Antártida hay tres opciones: como científico, como militar o, desde hace unos años, como turista. El turismo cada vez tiene más importancia. Sólo el año pasado fueron 38.500 turistas a la Antártida.
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