Los animales en el cine de terror: una presencia de décadas, que evoluciona junto a las audiencias

Animales
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El cine de terror ha sabido, a lo largo de su historia, invocar los miedos más profundos de la humanidad. Desde los monstruos de la Universal en la década de 1930 hasta las criaturas sobrenaturales de la actualidad, el cine le ha dado forma visual a lo irracional.

Sin embargo, hay una categoría dentro del género que usa con éxito una relación mucho más visceral y primitiva: el miedo -o el amor- a los animales.

Ya sea como manifestaciones de un poder amenazante, como en Tiburón (1975) o Anaconda (1997); o como compañeros de quienes enfrentan a las fuerzas del mal, como en Gremlins (1984), I am Legend (2007) o A Quiet Place: Day One (2024), los animales juegan el papel de heraldos, testigos, o incluso víctimas, en el cine de terror.

En todos los casos, son los vehículos de nuestros temores ancestrales, miedos que hemos aprendido a dominar, pero que, en las oscuridad de una sala de cine nos recuerdan que la naturaleza sigue siendo impredecible.

Naturaleza salvaje

El miedo a los animales no es exclusivo del cine. A lo largo de la historia humana, la naturaleza ha sido vista como un territorio salvaje, peligroso e incontrolable, poblado por criaturas cuya fuerza y comportamiento escapaban a la comprensión humana.

Esta fascinación por lo indomable se refleja en la literatura, de Caperucita Roja a Moby Dick, pero encontró un terreno fértil en el cine de terror, en el que los animales son a menudo portales para explorar miedos arquetípicos.

Jaws Tiburón (1975)

Sería simplista pensar en el tiburón de la cinta de Steven Spielberg como solamente una amenaza física, porque equivaldría a desconocer que en el escualo homicida se encarna, además, el miedo profundo e instintivo al océano, un entorno en el que el ser humano es casi siempre la especie vulnerable.

The Grey The Grey (2011)

Es una fórmula que no depende del agua, y que han jugado también cintas como Garras (1996) y Beast (2022). Incluso cuando no son la única amenaza, como con los lobos de The Grey (2011), los animales son la manifestación viva del conflicto del hombre con la naturaleza.

Fuera de control

Uno de los subgéneros más destacados en el cine de terror con animales ha sido el de las criaturas que pierden el control, ya sea por mutaciones, fenómenos sobrenaturales o simples instintos desbordados. Este tipo de narrativas explora la ruptura de la relación tradicional entre el ser humano y el reino animal, esa línea tenue que nos separa del resto de las especies.

Los ejemplos de este tipo de recurso son numerosos. Desde Los Pájaros (1963) de Alfred Hitchcock, en la que una ciudad entera es atacada por aves aparentemente fuera de control, hasta Cujo (1983), basada en la novela de Stephen King, en la que un perro que ha contraído rabia se convierte en un asesino imparable.

Cocaine Bear Cocaine Bear (2023)

Incluso, muy recientemente, los animales descontrolados han resurgido en películas que navegan el horror en clave de comedia, como Zombeavers (2014) y Cocaine Bear (2023). El cine de clase B es una fuente particularmente inagotable de esta clase de historias.

Estas tramas apelan a la misma ansiedad: ¿qué sucede cuando la naturaleza, en forma de un ser vivo aparentemente inofensivo o familiar, se convierte en una amenaza mortal?

La mirada a lo inhumano

Otro recurso recurrente del cine de terror es el uso de los animales como metáforas del mal. Si el animal es una figura ajena, bien puede servir como un espejo distorsionado del ser humano. En este tipo de narrativas, los animales no solo representan el miedo a lo desconocido, sino también un reflejo de nuestros propios temores internos, de aquello que consideramos impuro o monstruoso.

Es un camino que, de nuevo, recorrió antes la literatura, con Edgar Allan Poe como exponente, capaz como era de ver el mal en la figura de un simple cuervo o un gato negro.

El cine recogió esas banderas y es así que tenemos obras como La Cosa (1982), de John Carpenter, que presenta a una entidad extraterrestre capaz de tomar la forma de cualquier ser vivo, incluyendo animales. Aquí, la bestialidad no se limita a la imagen física del animal, sino que se convierte en un símbolo de la corrupción, el contagio y la alteración de lo natural.

Pet Sematary Cat Pet Sematary (1989)

Así como la obra de Stephen King usó como agente del horror a un perro que era solo un perro, si bien afligido por una enfermedad, también encarnó un mal profundo en un gato que, aunque simple gato, resultó poseído por una fuerza oscura en Pet Sematary (1989).

La fusión entre lo humano y lo animal sirve como metáfora de lo innombrable, de lo que ya no permite distinguir entre lo civilizado y lo salvaje, lo humano y lo inhumano. Un giro reciente en el rol de los animales en el cine de terror lo representa Good Boy (2025), una cinta independiente que llamó la atención en SXSW con su historia de un perro que ve fantasmas.

Todo esto muestra que los animales no son solo protagonistas de relatos de terror, sino también de reflexiones filosóficas sobre lo que significa ser humano, sobre los límites de nuestra moralidad y lo que nos separa del lado más primitivo de nuestra existencia.

Ya sea encarnando miedos de antaño o asumiendo preocupaciones actuales, la presencia no verbal de los animales puede transformarlos, en la pantalla, en criaturas que no solo generan pavor, sino que también sirven de advertencia sobre el precio de nuestra indiferencia hacia la naturaleza.

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