Ese alguien fue Robert P. McCulloch, el "rey de las motosierras". En 1948 y después de dar muchas vueltas buscando el negocio adecuado en el que gastar su herencia, el empresario de Missouri dio con la tecla: una serie de motosierras de uso individual que revolucionaron el mundo del corte maderero y coparon el mercado durante años. Un puñado de años después, tras invertir en petróleo y en la industria de los motores fueraborda, compró 67 kilómetros de terreno cerca del Lago Havasu, en el desértico corazón de Arizona. Un lugar ideal, ejem, para fundar una ciudad.
Tan ideal, tan ideal que en cinco años todo el mundo sabía ya que el proyecto había sido un enorme y sonoro fracaso. Así que, desesperado, McCulloch se puso a buscar algún reclamo turístico que atrajera a la población que buscar una cómo ciudad en la que instalarse. Fue entonces cuando decidió que lo realmente necesitaba era comprar el Puente de Londres
¿El puente de Londres?
Donde hoy se alza el puente de Londres ha habido un puente desde hace más de 2000 años. Eso no quiere decir, evidentemente, que el puente siempre haya sido el mismo. El primero de ellos (construido en el 46 después de Cristo, romano y fabricado con madera) fue hecho trizas por el rey Boudica en la revuelta que protagonizó sobre el año 60. Desde entonces, se ha roto, quemado, destruido, hundido y reconstruido muchas veces. La última vez en 1967. Esa es la vez que nos interesa.
A principios de la década de 1960, era evidente que el "Nuevo Puente de Londres" se estaba hundiendo en el Támesis. Había sido construido en 1831 por John Rennie para sustituir al "puente viejo", un puente finalizado en el año 1209 y que, siguiendo la moda de aquella época, tenía hasta casas encima. Casas de hasta siete pisos, de hecho, según se puede ver en algunos grabados de la época. Tras 600 años de remodelaciones y arreglos, la nueva capital de un enorme Imperio necesitaba otra cosa.
Se intentó encontrar alguna solución digan del luminoso siglo XIX y el reconocido Thomas Telford diseñó un revolucionario puente de un solo arco metálico que no se construyó nunca porque, en fin, nadie se fiaba de que aguantara de pie; pero finalmente optaron por lo clásico: un puente de cinco arcos de piedra que costó acabar siete años y dos millones de libras. 130 años después, el puente seguía en buenas condiciones, pero estaba hundiéndose en el fango.
Así que la Ciudad de Londres, más por necesidad que por otra cosa, decidió que iban a construir uno nuevo. Eso sí, en lugar de demoler el puente "Nuevo" como habían hecho con el viejo en 1831, decidieron subastarlo. Una subasta celebrada a bombo y platillo que para sorpresa de nadie fue un rotundo fracaso. De hecho, la única oferta interesante era la de un desconocido magnate norteamericano que quería llevarse el puente a una ciudad perdida en mitad del desierto, nuestro Robert P. McCulloch.
"Perdone, caballero, no puede facturar esa maleta"
Hicieron falta tres años para que el sueño de McCulloch se hiciera realidad. Desmantelaron el puente bloque a bloque y marcaron cada pieza antes de llevarlas a los muelles comerciales de Surrey donde serían empacados para enviarlos, a través del Canal de Panamá, a Long Beach (California). Desde Long Beach hasta la ciudad de Lake Havasu había 500 kilómetros; sin embargo, surgió otro problema.
McCulloch no había contado con un pequeño problema: los impuestos de aduanas. Los materiales de construcción (no olvidemos que estaban importando un puente que estaría en uso) tenían una serie de aranceles que, sin exagerar demasiado, hubieran quebrado al pobre McCulloch. Por eso, al marcar la casilla de aduanas, nuestro "rey de las motosierras" marcó la casilla de 'antiguedades'. Una casilla que, en aquel momento al menos, estaba libre de impuestos. Se inició así una batalla legal que acabó por concluir que todo lo que tenía más de 100 años era legalmente una antigüedad.
Y, claro, el puente los tenía. Así que, reensamblado y perfectamente habilitado, el London Bridge se reinauguró el 10 de octubre de 1971 en mitad de una fiesta llena de celebridades de 'Bonanza' y políticos como el alcalde de Londres. Por lo demás, el puente sigue allí, en Arizona, demostrando al mundo que reutilizar es, en fin, solo una cuestión de ponerse a ello.
Imagen | Charles O'Rear