Aristóteles y robots: Andra Keay en Andicom 2024, conversaciones con una tecno-pragmática

Aristóteles y robots: Andra Keay en Andicom 2024, conversaciones con una tecno-pragmática

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Andra Keay

Andra Keay es reconocida como una líder de pensamiento global y creadora de ecosistemas en los sectores emergentes de la robótica. Como Directora General de Silicon Valley Robotics, un grupo industrial que apoya la innovación y la comercialización de tecnologías robóticas, es uno de los nombres más influyentes en el decisivo paisaje de Silicon Valley, que alberga el clúster de robótica e inteligencia artificial más grande del mundo.

Con más de 600 empresas de robótica y 50 instalaciones de investigación de robótica e IA, allí se concentra el 50 por ciento de la inversión global mundial en robótica, lo que equivale a más de 8.000 millones de dólares al año.

Andra Keay

Andra sonríe fácil, lleva el cabello corto teñido de un verde intenso, y si eso no la distinguiera ya de los demás speakers en la versión 2024 de Andicom, es por añadidura la única que, de hecho, trajo un robot.

Una semana antes de su visita a Cartagena, esta futurista experimentada, fundadora de Robot Launch, una competencia global de startups de robótica, y cofundadora del hackerspace Robot Garden, habló desde su casa en California con Xataka Colombia.

-En la literatura y el cine, el tema de los robots ha dado origen a unas historias encantadoras y a otras aterradoras. Uno supone que usted es optimista acerca del fruto de la interacción de humanos y robots en el mundo real…

Soy muy optimista sobre nuestro futuro en el mundo con robots. Eso no significa que sea una tecno-optimista ingenua. Significa -y me gusta usar la expresión ‘tecno-pragmática’- que tengo una apreciación muy práctica de lo que los robots harán, lo que no harán, lo que la gente necesita, lo que la gente quiere.

-¿Cómo es que usted dice que la Humanidad ha pensado en robots por miles de años?

Nuestras ideas sobre los robots no son nuevas. No comienza cuando se estrenaron las películas de Terminator. Hace miles de años ya imaginábamos robots.
“Si cada instrumento pudiera realizar su propio trabajo, obedeciendo o anticipándose a la voluntad de los demás, como las estatuas de Dédalo, o los trípodes de Hefesto, que, dice el poeta, "por su propia voluntad entraron en la asamblea de los dioses"; si, de la misma manera, el telar tejiera y la púa tocara la lira, sin una mano que los guiara, los capataces no querrían sirvientes, ni los amos querrían esclavos”.—Aristóteles
Sabemos que los antiguos griegos tenían ideas -ideas contradictorias- sobre la robótica: Aristóteles dijo: “cuando el telar se teja solo, entonces los amos no van a querer esclavos”. Y estaba hablando de robots y de automatización. Pero también tenían el mito de Talos, el soldado gigante de bronce construido para proteger a Europa de la gente que quería secuestrarla. Así que existía la idea de que tal vez los robots podrían ser cosas gigantes de metal aterradoras, pero tal vez también podrían ser tan simples como telares que se tejían a sí mismos.
Andra Keay
Y les gustaba contar historias. Eso es exactamente lo que está sucediendo hoy. Están las historias que nos gusta contar sobre los robots -en las que son temibles- porque son dramáticas. Pero los robots que estamos construyendo son prácticos y están haciendo un trabajo en el mundo que la gente no quiere hacer. Creo que esa es la clave que a menudo olvidamos: donde veo que se despliegan robots, no es porque de repente decidamos que ya no necesitamos a las personas. Es porque quienes dirigen los procesos no pueden encontrar gente que haga los trabajos. No pagamos mucho por muchos trabajos, y muchos de esos trabajos son sucios, aburridos, peligrosos, y algunos ni siquiera deberían ser realizados por humanos. Por lo tanto, esta es una gran oportunidad para que podamos brindar a las personas un nivel de vida más alto mediante el uso de la robótica y la automatización.

-No suscribe usted, entonces, la idea de los robots destruyendo trabajos.

La realidad es  que los salarios de ciertos trabajos realmente son muy bajos y los robots no son baratos. Si las empresas pudieran hacer que la gente hiciera esos trabajos, creo que la mayoría se quedaría con las personas. Las personas son mucho mejores.
La gente es mucho mejor en cualquier trabajo. O mejor, -y quiero ser muy precisa al decir esto- las personas son realmente buenas para hacer toda la gama de tareas que normalmente componen UN trabajo. Las personas son excelentes para pasar de una tarea a otra. Las personas son excelentes para aprender a hacer algo nuevo, mientras que los robots tienen problemas para subir escaleras y abrir puertas a la vez.
Quiero decir que los robots están especializados. Un robots puede soldar más rápido que cualquier persona, pero si le pides a ese mismo robot que haga otra cosa, seguramente no podría hacerlo. Mientras que puedes tomar a una persona que trabaja como soldador y decirle: "oye, ¿puedes ir y hacer hoy este trabajo completamente diferente?”. Y puede. Pero los robots no son multipropósito.

-¿Ese es, de alguna manera, el Santo Grial de los robots?

Sí, desarrollar un robot que sea capaz de múltiples habilidades, un robot multipropósito. Estamos muy lejos de eso.
Los robots sobresalen en tareas especializadas y encontramos que en este momento se despliegan en tareas de alto volumen, donde están haciendo lo mismo una y otra vez. Yo pasé un día de mi vida trabajando en una empacadora de carne y me aburrí de muerte. No sé cómo alguien sobrevive a eso. Es tan difícil de hacer. Y esas son las áreas en las que realmente vemos que la automatización juega un papel significativo.
Pero incluso en ese contexto la automatización puede fallar si las cosas cambian. Usemos el ejemplo de la empacadora de carne: si pasas a un corte de carne diferente, si intentas empaquetarlo de manera diferente, si necesitas trasladar tu fábrica a otra ubicación… todas estas cosas pueden descarrilar por completo un sistema de automatización robótica actual. Estamos empezando a encontrar soluciones que son un poco más polivalentes. Y, sin embargo, los robots todavía no irán a prepararte el café.

-Pese a eso, ¿hay algún riesgo que reconozca como real en la noción de humanos compartiendo sus vidas con robots?

Esa es una gran pregunta, porque creo que hay riesgos con cada nueva tecnología que incorporamos a la sociedad. Y creo que podemos aprender muchas lecciones mirando la historia del despliegue de la tecnología y la sociedad, y esa es el área que he estudiado mucho.
Si nos fijamos en el despliegue de los automóviles, por ejemplo, en los primeros días los adornos en el capó eran caballos, porque estaban reemplazando al caballo delante del carruaje y así es como la gente los veía. Pero no había reglas de circulación. No había ningún conjunto de controles de tráfico y estos vehículos eran rarezas.
En 10 años, particularmente con Henry Ford comenzando a producir vehículos en masa, en las áreas urbanas empezamos a ver la necesidad de un control. Y luego empezamos a ver una necesidad real de aceras y de normas de tráfico, pero estas cosas tardaron unos 30 años en desarrollarse. Esto no significa que no necesitáramos reglas, barreras de seguridad y directrices, pero las desarrollamos a medida que veíamos dónde debían estar realmente los casos de uso y cuáles eran los problemas.

-¿Cómo se traduce eso a una regulación del despliegue de robots?

Hay mucha gente trabajando sobre dónde necesitamos directrices y salvaguardas para las tecnologías robóticas. Estoy involucrada en el desarrollo de estándares de seguridad para los robots. Por supuesto, uno de los desafíos es que a menudo un estándar de seguridad se piensa para un robot móvil de menos de 300 libras que trabaja en un almacén de Ford pero, ¿Es lo mismo que deberíamos aplicar al robot que reparte pizza en las calles de Los Ángeles? ¿Podemos utilizar esas mismas directrices ahora?
Así que estamos buscando esas brechas en las que podría haber un caso extremo en el que la interacción entre robots y personas no sea una interacción para la que hemos desarrollado directrices. Creemos que hay un gran trabajo en eso y hay muchas pautas que personalmente sugiero, algunas de ellas se relacionan con la seguridad y otras se relacionan con la comprensibilidad, la confiabilidad y la identificación.
El asunto es que los robots son productos en nuestro mundo y esperamos que los productos se adhieran a una cierta calidad. Si compras algo y se rompe la segunda vez que lo usas, ese es un mal producto. Necesitamos tener ese mismo estándar para los robots. Tienen que ser fiables y robustos, tienen que hacer el trabajo para el que los has contratado o comprado, y creemos que hay formas en las que se puede mejorar la integración social de estos robots de la misma manera que tenemos, por ejemplo, las matrículas de los vehículos, que nos permiten asociar un vehículo a un problema, ya sea que se trate de que estacionó en doble fila o de que estuvo involucrado en un accidente.

-¿Necesitamos que los robots tengan ojos, bocas, caras...?

Esa es una pregunta interesante porque, hace un año, estaría señalando que la mayoría de los robots en nuestro mundo hoy no es, en absoluto, parecida a los humanos. Hoy en día la mayoría de los robots son brazos mecánicos, son discos plásticos que aspiran tu casa, son submarinos o satélites. Nada qué ver con los humanos.
Pero ahora vemos un rápido avance de los robots humanoides. Hay una razón para eso y creo que vamos a ver muchos más. Pero el tema viene con desafíos porque no se necesitan muchas características para que la gente les dé carácter, personalidad, a los robots. Muchos personificaron a sus Roombas cuando salieron por primera vez, y probablemente a estas alturas la mayoría de la gente es como: “meh, es una aspiradora”.
Así que vemos esta evolución continua de lo que es un robot: cuanto más lo vemos como simplemente una cosa que funciona, menos probable es que lo llamemos robot. Entonces, “robot” tiende a ser siempre un palabra que se asocia con los últimos avances en tecnología. Pensamos que son el futuro, pero no nos damos cuenta de que ya están aquí. Es como dijo William Gibson: el futuro ya está aquí; simplemente no está ampliamente distribuido.
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