Por qué unos bebés modificados genéticamente con CRISPR se están convirtiendo en el mayor debate bioético y científico en décadas

Por qué unos bebés modificados genéticamente con CRISPR se están convirtiendo en el mayor debate bioético y científico en décadas
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Todo ha sido muy rápido. Associated Press y la MIT Rechnology Review publicaban que un equipo de investigadores chinos decía haber conseguido que los dos primeros bebés editados genéticamente con CRISPR nacieran en noviembre en Shenzhen (China), a pocos kilómetros de Hong Kong. En cuestión de horas, la Universidad, el Hospital y parte de la comunidad científica china han tratado de desmarcarse del experimento. La SUStech lo ha suspendido de empleo y sueldo.

A nivel internacional, decenas de expertos han condenado el proyecto tachándolo de monstruoso, irresponsable, peligroso, decepcionante o prematuro. A estas alturas, muchos dudan de la que haya ocurrido en realidad, pero el debate sigue muy vivo. ¿Cómo es posible que un solo anuncio esté levantando esta polvareda? ¿Estamos ante uno de los mayores debates bioéticos y científicos de la década?

¿Qué ha pasado?

Según la información disponible y los documentos que tenemos a mano, He Jiankui, profesor en excelencia de la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur de Shenzhen (China), y su equipo alteraron genéticamente un número indeterminado de embriones en siete procesos de fecundación in vitro. Uno de ellos, según el propio equipo, llegó a término a lo largo del mes de noviembre de 2018.

La intervención trataba de “anular” el gen CCR5 que codifica un receptor de citoquinas para las células T del sistema inmune. Por lo que sabemos, las personas que tienen dos copias de la mutación delta32 son resistente al VIH. Es una variante muy conocida porque algunos expertos la consideran una de las diez modificaciones "más seguras” de cara a empezar a mejorar genéticamente a los seres humanos.

El resultado, siempre según los investigadores, fueron dos mellizas de las cuales solo una tiene la edición completa. La otra es un mosaico genético; es decir, algunas de sus células tienen el gen CCR5 anulado y otras no. Durante todo el día, varios medios han tratado de conformar el nacimiento, pero por ahora aún reina la confusión.

¿Qué es CRISPR?

CRISPR

A principios de los años 2000, Francis Mojica, un investigador de la Universidad de Alicante que llevaba años tratando de entender por qué algunos microorganismos tenían una serie de secuencias repetidas en su genoma. No tenían mucho sentido, no entendíamos su función, pero eran muy importantes porque, si se modificaban, los microorganismos morían.

En el verano de 2003, a Mojica se le encendió la bombilla: se trataba de un primitivo sistema inmunológico. CRISPR era un sistema molecular que permitía a las células procariotas para copiar partes de virus que las atacaban para combatirlos en el futuro gracias a una proteína llamada Cas9.

Esta proteína usa esos trozos de virus como “retratos robots” para identificar nuevos microorganismos y atacarlos cortando su material genético para neutralizar la amenaza. Como el mismo Mojica nos contó cuando lo entrevistamos: «Cuando descubrimos CRISPR, me dije: "esto va a ser una locura en biología" y luego no pasó absolutamente nada».

Tuvieron que pasar casi 10 años para que el equipo de Doudna y Charpentier apuntaran que ese mismo mecanismo se podía usar para editar genomas. La idea era usar ARN artificial para engañar a la Cas9 y usarla para buscar trozos de cualquier genoma y editarlo a voluntad.

Ahí empezó la revolución: en pocos meses, no solo se confirmó la intuición de las investigadoras, sino que además “funcionaba de maravilla. Mucho mejor que cualquier otra herramienta. Y, además, era muy fácil de programar”. Para 2013, varios grupos de investigación ya habían demostrado en laboratorio que funcionaba en células humanas.

¿Para qué sirve esto?

Paul Knoepfler, de la Facultad de Medicina de la UC Davis, lo describió mejor que nadie: CRISPR hace sentir a los científicos como “un niño una tienda de golosinas”. Sobre el papel, las posibilidades son enormes: desde asegurar el futuro microorganismos importantes de uso comercial, recuperar especies animales o hacer modificaciones genéticas en personas para erradicar las peores enfermedades hereditarias.

Además, CRISPR-Cas9 ha abierto la puerta a un nuevo campo de investigación que está buscado otros mecanismos para editar genomas fácilmente. La ingeniería genética ha conseguido pasar de la ciencia ficción remota para convertirse en un campo de desarrollo rapidísimo y lleno de oportunidades.

¿Y por qué no lo estamos usando ya?

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El problema, como explica Lluís Montoliu una de las mayores autoridades españolas en el tema, es que aunque CRISPR es capaz de hacer cosas prodigiosas, otros sistemas de las células tienen más problemas para adaptarse a esos cambios. En términos muy generales: tras una intervención con CRISPR, varios sistemas de reparación de las células actúan para “integrar” ese cambio en la secuencia genómica completa. Esa “integración” a veces es perfecta, a veces neutraliza la intervención y otras veces puede dar resultados imprevistos.

Eso quiere decir, que por ahora, los experimentos con CRISPR dan resultados muy diversos. Cuando hablamos de plantas o de animales “se escoge a aquellos que portan la secuencia correcta y se descartan al resto”. Pero con humanos, por razones evidentes, esto no es posible. Montoliu habla de éxito solo en un 5% de los casos.

Además, como ya comentamos, a principios de 2018, Matthew Porteus avisó que muchos de nosotros ya teníamos anticuerpos frente a Cas9 y el uso de esta técnica podía dar lugar a reacciones alérgicas muy serias (incluso la muerte).

En busca del riesgo calculado

Actualmente, los científicos están trabajando a toda velocidad para encontrar soluciones con las que hacer frente a estos problemas. Pero, por ahora, cualquier edición genética tiene riesgos considerables. Por eso solo se permiten cuando hablamos de una enfermedad grave y la intervención es sencilla.

Como cualquier otro tratamiento médico, la intervención genética (independientemente de la técnica) debe de sostenerse en un delicado equilibrio entre los riesgos y los beneficios. Lo que dice haber hecho el equipo chino se trata de lo que se conoce como ‘inactivación genética’ y es la aplicación más simple y eficiente de todas las que conocemos hasta el momento. No obstante, no está exento de polémica porque no se trata de una intervención "médica" (no tratan de curar), estamos ante una intervención de "mejora".

Por eso, precisamente, este caso es tan polémico. Conlleva la modificación de ADN de embriones perfectamente sanos con vistas a hacerles inmunes al VIH. El cambio es colosal: no hablamos de curar enfermedades, hablamos de “mejorar” a la especie humana.

¿Mejora humana? ¿Eugenesia?

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Hasta el momento, la línea roja ha estado pintada aquí: en mejorar a los seres humanos. Primero, porque técnicamente era casi imposible y, segundo, porque la respuesta social a este tipo de prácticas nunca ha sido muy positiva. La posibilidad de modificar rasgos positivos en bebés tiene implicaciones muy profundas en las bases de nuestros ordenamientos sociales y jurídicos.

Buena parte de la reflexión ética y política de los últimos 40 años se ha basado en la imposibilidad de modificar la biología y en cómo la sociedad debía responder a esas desigualdades de este tipo. Surgen cuestiones fundamentales que tienen consecuencias sociales importantes.

Jesse Gelsinger
Jesse Gelsinger

Estos días se reúne en Hong-Kong, la Segunda Cumbre Internacional sobre la Edición del Genoma Humano y el ambiente general es que los sistemas de autorregulación no funcionan. Muchos científicos temen que un mal resultado pueda crear un clima de opinión negativo que paralice la investigación. Ya ocurrió con el caso de Jesse Gelsinger en los 2000s.

Pero, por otro lado, cada vez son más los expertos (como el genetista George Church o el filósofo Julian Savulescu) que ven esto como un proceso inevitable al que tenemos que prepararnos científica, social y filosóficamente. De hecho, Savulescu llega a hablar de "beneficiencia procreativa"; es decir, de la responsabilidad ética que tienen los padres de usar estas técnicas para darles las mejores oportunidades a sus hijos (también en el terreno genético).

Queda mucho por discutir, pero una cosa está clara: sea verdad o mentira, lo que el caso de los bebes chinos (y la reacción de los especialistas reconociendo que era posible) pone en evidencia es que debemos prepararnos para lo que viene.

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