Ocho. Hasta hace muy poco, estábamos convencidos que el virus del Ébola tenía solo siete familiares. Que eran ocho en total, vamos: cinco ebolavirus (Zaire, Reston, Bundibugyo, Sudán y Tai Forest), dos marburgvirus (Marburg y Ravn) y un cuevavirus, el Lloviu, encontrado en una cueva asturiana. El verano pasado encontramos el Bombali en Sierra Leona y ahora acabamos de encontrar un último en China. Hemos llegado a la decena.
De los ocho, la comunidad científica solo ha prestado atención a tres de ellos: el Zaire, el Sudán y el Marburg. Sobre todo, porque son los virus que “plantean un mayor riesgo de transmisión entre especies”. Pero mientras las comunidades de murciélagos siguen evolucionando filovirus en cuevas de medio mundo, la pregunta empieza a ser: ¿cuándo aparecerá la nueva epidemia? ¿estaremos preparados?
El virus de Mengla
Como publica la revista Nature Microbiology, un equipo de investigadores de China y Singapur ha encontrado una nueva rama de la familia de los filovirus en el condado de Měnglà, al sur de China, casi en la frontera con Laos y Birmania. Que sepamos, hasta el momento, el Měnglà no ha causado brotes infecciosos en personas; sin embargo, se parece mucho a los que sí pueden penetrar en células humanas.
La secuenciación del genoma del Měnglà ha dejado claro que, pese a ser un género distinto de la familia de los filovirus, tiene la capacidad de unirse a los mismos receptores celulares que sus primos Ébola y Marburg. Además, el trabajo en líneas celulares derivadas de humanos, monos, ratones y perros sugiere que la infección interespecies es posible. A falta de saber de su peligrosidad, sobre el papel, es una caja de bombas.
Sobre todo, porque "este tipo de enfermedad infecciosa puede afectar al público en general sin previo aviso y con consecuencias devastadoras", explicaba el autor principal Wang Lin-Fa. No es retórica. Descubrimos el Lloviu porque la tarde del 17 de junio de 2002 más de quinientos murciélagos aparecieron muertos en una cueva de Villaviciosa.
Los meses de antes miles de murciélagos habían ido muriendo en el norte de la Península y el sur de Francia sin que nadie lo supiera. Estamos convencidos que el Lloviu no se transmitía a los humanos, pero ¿qué hubiera pasado si no hubiera sido así? ¿nos hubiéramos podido encontrar con un brote en todo el suroeste de Europa? No lo sabemos, pero la posibilidad está encima de la mesa.
En este sentido, estudiar la diversidad genética y la distribución geográfica de los filovirus transmitidos por murciélagos es clave para evaluar correctamente los riesgos y prevenir los posibles brotes. Como hemos dicho muchas veces, el cambio climático y la globalización han creado un caldo de cultivo ideal para que virus tradicionalmente acantonados en cuevas, selvas o manglares salgan a la luz. No estamos seguros de que estemos preparados, pero el descubrimiento del Měnglà nos da un poco de ventaja.