La carrera por la fusión nuclear es la gran carrera de la ciencia aplicada. No hay otro frente científico que pueda cambiar la estructura social y geopolítica del mundo tan rápido como cambiará el día en que algún reactor experimental consiga llevar la fusión a nivel industrial.
Pero lo más interesante es que, aunque hay muchos países detrás de conseguir el 'santo grial' de la energía del futuro, la verdadera carrera no es entre ellos, es entre tecnologías. Stellarator y Tokamak se enfrentan mano a mano por ver cuál es la tecnología que ganará la partida. Según hemos podido leer estos días, los stellarators pueden ponerse en cabeza.
El rey sigue llamándose Tokamak
Es el Betamax contra VHS de la energía nuclear. En el lado de los tokamaks están el ITER francés y el EAST chino. En el lado de stellarators, están el TJ-II del Laboratorio Nacional de Fusión y ese monstruo alemán llamado Wendelstein 7-X del que ya os hemos hablado otras veces.
Es una carrera tecnológica extraña: en realidad, las dos tecnologías se basan en las mismas ideas: como solo se consigue a altísimas temperaturas, intentan obtener la fusión mediante el confinamiento magnético del plasma. La cuestión es quién se lleva el gato al agua y se convierte en el sistema más estable y eficiente.
Mientras los tokamaks utilizan un campo magnético generado por una corriente alterna que se induce en el plasma, el stellarator usa una estructura externa mucho más compleja para confinar el plasma en un campo magnético tridimensional. Es decir, que los primeros tienen un diseño más simple y eso ha hecho que sean los más populares.
Stellarator, el eterno candidato que... ¿toma la delantera?
Por contra, son más inestables. Eso Lamentablemente, los stellarators están en un nivel muy básico aún. Por eso, las simulaciones de los Que como explica Manuel García Muñoz del Instituto Max Planck, un reciente trabajo publicado en Nature Communications, "ha mostrado que las debilidades que se habían detectado previamente en el concepto stellarator han sido abordadas con éxito y que las ventajas intrínsecas del concepto persisten, también en parámetros próximos a los de una futura central de fusión".
Es decir que, la mejor simulación efectuada hasta la fecha con toda nuestra capacidad computacional a su disposición, ha dado luz verde para que aceleremos el desarrollo de los stellarators. Sin embargo, esto que significa mucho en el desarrollo de esta tecnología, significa poco en el esquema general de la fusión.
Una competición de fondo
Como explicaba hace unos años Francisco Villatoro, si lograsen el éxito del W7-X alemán y se consiguiera construir con éxito el HELIAS (algo que no se espera hasta finales de la década de los años 30), llevaríamos 40 años de retraso con respecto de la tecnología tokamak.
Es decir, todo parece apuntar a, que si tokamak puede producir reactores comerciales de fusión, los tendremos antes de que stellator esté a un nivel parecido. Sin embargo, no está claro. Los expertos siguen diciendo los mismo que llevamos repitiendo durante décadas: pese a los avances tecnológicos, a la energía de fusión siempre le quedan 30 años.
Imágenes | TDC, New Scientist