"Cuando se produce un peligro, las plantas no pueden apartarse del camino, por lo que dependen de sistemas de señalización complejos para protegerse". La pregunta para Harvey Millar, profesor de la Universidad de Australia Occidental, era precisamente cómo funcionaban esos mecanismos.
Y para averiguarlo, un equipo de investigación internacional coordinado por él decidió rastrear las complejas reacciones químicas que se activan cuando una planta se enfrenta a su mayor enemiga: la lluvia. Lo interesante es que, en palabras de los propios investigadores, lo que han encontrado es algo muy parecido al pánico.
¿La lluvia? ¿Por qué debería una planta preocuparse de la lluvia?
Acostumbrados a vincular lluvia con exuberancia vegetal, la idea de que la lluvia sea un enemigo del reino vegetal suena bastante marciano. Pero, por raro que pueda parecer, la lluvia es en realidad la principal causa de propagación de enfermedades entre las plantas.
“Cuando una gota de lluvia salpica una hoja, pequeñas gotas de agua rebotan en todas las direcciones. En estas gotas podemos encontrar bacterias, virus o esporas de hongos", explica Millar. Fenómeno que se vuelve aún más importante cuando pensamos en que "una sola gota puede propagarlos hasta 10 metros a las plantas circundantes”.
Por eso, las plantas han desarrollado una serie de mecanismos evolutivos que les permiten prepararse bioquímicamente para resistir mejor todo ese 'ataque' de "hordas de microbios comeplantas". Eso era bien conocido, la pregunta era más bien cómo podía una planta prepararse para ello si, en fin, era una planta.
El botón del pánico
Según explica en PNAS, el equipo de Harvey Millar descubrió que, tras rociar con agua numerosas plantas, se producía una reacción en cadena causada por una proteína llamada Myc2. Según el propio Millar, "estas señales de advertencia viajan de hoja a hoja e inducen una enorme variedad de efectos protectores" a lo largo de todo el organismo de la planta.
Pero es que la cosa no se queda ahí. Cuando la primera gota de agua toca una hoja, las mismas señales que se extienden internamente a través del organismo vegetal, se transmiten también a otras plantas cercanas a través del aire. "Uno de los químicos producidos es una hormona llamada ácido jasmónico que se usa para enviar señales entre las plantas", explica Millar.
Es decir, este mecanismo funciona también como una especie de 'inmunidad de rebaño' porque “si los vecinos de una planta tienen activados sus mecanismos de defensa, es menos probable que propaguen enfermedades, por lo que es mejor para las plantas difundir la advertencia a las plantas cercanas".
He de reconocer que cuando los investigadores empiezan a utilizar términos humanos para explicar mecanismos de las plantas que solo tienen una leve conexión, me pongo nervioso. Pero en este caso, si esquivamos todas las interpretaciones mentalistas de ese pánico, la metáfora nos dice mucho de lo que Christopher Bird y Peter Tompkins llamaron la vida secreta de las plantas
Imagen | Mike Kotsch