"¿Cómo es posible que, en culturas tan aisladas entre sí como la de los mayas, los egipcios o la de Caral, se construyeran pirámides? ¿Por qué específicamente pirámides?". Reconozco que esta pregunta que me hizo un buen amigo arqueólogo me dejó fuera de juego. En fin, reconozcámoslo, hablábamos de pirámides: es decir, de amontonar piedras poniendo las más grandes en la parte inferior y las más pequeñas en la superior. Lo raro sería que todos hubieran decidido reproducir el Ecce Homo de Borja.
Pero en seguida, tras hacerle ver los convincentes argumentos físicos que convertían las pirámides en un buen edificio a construir, me dio otra media docena de ejemplos de 'coincidencias' difíciles de explicar si no aceptábamos que había una especie de "forma exitosa" de hacer las cosas que atravesaba océanos, cordilleras y, quién sabe, el espacio sideral.
Así formulado puede parecer una versión un tanto burda del 'principio antrópico', pero lo cierto es que no dista demasiado de lo que hacemos realmente cuando miramos allá arriba buscando pistas de vida (sea inteligente o no). Al final, buscamos lo que conocemos. El problema es que, según un grupo de científicos de la Universidad de Oxford, por mucho que queramos negarlo, lo que conocemos es algo extremadamente improbable.
Un enorme "sesgo del superviviente"
Y es que en la Universidad de Oxford, el Future of Humanity Institute lleva un tiempo trabajando en estudiar las posibilidades de que exista vida inteligente fuera de la Tierra. En su último informe, sus conclusiones no son nada halagüeñas: según sus cálculos, parece ser que, en la práctica, es virtualmente imposible que la vida evolucione en el resto de planetas como lo hizo en el nuestro.
Temperatura correcta, sí; elementos químicos necesarios, claro; distancia inmejorable con respecto al Sol, también. Pero, sobre todo, para estos investigadores la vida to que ha tenido es mucha suerte. Es por eso que ha ido muy lejos en muy poco tiempo. Demasiado lejos en demasiado poco tiempo: si hoy me estáis leyendo gracias a internet, los dispositivos electrónicos y el lenguaje simbólico articulado es, básicamente, por una sucesión de afortunadas dichas.
Al fin y al cabo, como señalan los investigadores, ejemplos no nos faltan para certificarlo: no es solo la paradoja de Fermi (¿Cómo es posible que haya una alta probabilidad de que existan otras civilizaciones inteligentes en el universo y no sepamos, aún, absolutamente nada de ellas?), es que en la misma Tierra solo una especie animal ha conseguido desarrollar este tipo de inteligencia superior. Un puñado de ellas si incluimos los homínidos ya desaparecidos y somos flexibles.
Pero los investigadores van más allá y, mirando más atrás en la historia de la vida, llegan a la conclusión de que es más que probable que estemos sufriendo el "sesgo del superviviente". Es decir, estamos demasiados obsesionados con los sistemas vivos que superaron el "gran proceso de selección" de la vida como para darnos cuenta de que somos una excepción. Una rarísima excepción.
En el informe detallan ejemplos (como el surgimiento de las eucariotas o la aparición de la reproducción sexual) que consideran los momentos estelares de la vida y desarrollan modelos bayesianos para analizar si esas transiciones evolutivas son tan probables como podría parecer. Ellos opinan que no, que no los on y razones no les faltan. No obstante, y sea como sea, hay una lección más amplia que sacar de todo esto: si de verdad queremos encontrar vida inteligente allá arriba igual debemos dejar de buscar y empezar a ser un poco más creativos.
Imagen | Julia Borges