Cuando hablamos de distancias de millones de kilómetros, de años luz, de unidades astronómicas, tenemos que "conformarnos" con las observaciones para alimentar nuestra sed de conocimiento. Aunque éstas son beneficiosas por partida doble, ya que además sirven para fascinarnos sirven a quienes seguimos la astronomía por pasión e interés, y elementos como la nebulosa de la Hélice nos hipnotizan.
Por suerte cada vez tenemos más y mejores ojos puestos en el universo, ya sea desde la superficie de nuestro planeta como en el propio cosmos, y las agencias espaciales nos regalan de vez en cuando imágenes de lo que acontece a años luz de la Tierra. Y la NASA tiene un buen repertorio de imágenes de este objeto cuya forma recuerda a un ojo, pero con toques de ciencia ficción y de proporciones magnas.
Más cerca que Sauron
La nebulosa de la Hélice está a 650 años luz de la Tierra, en la constelación de Acuario. Como informa la NASA, su número de catálogo (su nombre genérico) es NGC 7293, y fue descubierta en Karl Ludwig Harding en torno a 1824.
Se trata de una nebulosa planetaria formada por una estrella que se parece a nuestro Sol, pero que se encuentra en la última fase de su existencia. Es un remanente de una enana blanca, es decir, una estrella que tras pasarse toda su vida convirtiendo hidrógeno en helio en ese reactor nuclear que es su núcleo (y brillar como nuestro Sol), ya ha agotado también este helio y empieza a perecer, expulsando todas las capas de gas que se han ido formando.
En este caso, los gases expulsados por la estrella le dan una forma muy curiosa que acabaron por bautizar al fenómeno con el nombre por el que la conocemos comúnmente (y no ese genérico que indicábamos antes), ya que aunque ahora no podamos dejar de ver algo así como el ojo de Sauron (sin tanta perversidad), desde un principio pareció la perspectiva zenital de una hélice. Aunque también recibe el nombre de "ojo de Dios", aunque se usa menos (quizás por las connotaciones que pueda tener).
Se considera además que su estructura consiste en dos discos gaseosos colocados casi perpendicularmente entre sí, uno de ellos perpendicular al eje de rotación de la enana blanca y otro en el plano orbital de ésta. Además, se apunta a que hay una segunda estrella acompañante, por las evicencias de las observaciones en rayos X.
La NASA lleva observándola años, así como la ESA, y hay muchas imágenes que nos sirven también para darnos cuenta de lo que han mejorado los equipos de observación. Y la podemos ver relativamente bien por ser una de las nebulosas más cercanas a nuestro planeta, cuya edad se estima en unos 10.600 años, aunque requiere cielos oscuros e instrumentos lo más luminosos posibles debido a su difusión.
Además, gracias a la combinación de las distintas longitudes de onda pueden obtenerse tomas distintas de los gases expulsados y de sus estructuras. Por ejemplo, en esta fotografía de la NASA obtenida por el telescopio espacial Spitzer, el Galaxy Evolution Explorer (GALEX) y el WISE se combinaron los espectros ultravioleta e infrarrojo, viéndose la enana blanca como un punto rosa a la derecha del centro de la nebulosa.
Observando al ojo desde 1996
Aunque sabemos de ella desde el siglo XIX, no fue hasta décadas más tarde cuando se obtuvieron imágenes de calidad de este fenómeno astronómico, tanto por la tecnología como por esa dificultad añadida que comentábamos. Pero 22 años son suficientes para ver la evolución fotográfica y, sobre todo, para tener instantáneas preciosas de este ojo astronómico.
Imagen | ESO/VISTA/J. Emerson
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