El 15 de agosto de 1977, a las once y cuarto de la noche, el radio telescopio Big Ear de Ohio recibió una señal de origen desconocido desde la constelación de Sagitario. Duró 72 segundos y fue 30 veces superior al ruido de fondo.
Nadie oyó esa señal. El sistema ni siquiera la grabó. Sencillamente la registró por escrito y no fue hasta un par de días después cuando Jerry R. Ehman dijo (y escribió) 'Wow!'. Era la señal extraña más intensa que nunca habíamos encontrado. Lo que vinieron después son 40 años de misterio.
¡Guau! La historia de una señal que nos dejó sin palabras
La señal Wow! tenía todo lo necesario para convertirse en pasto de teorías aliens. De hecho, el propio Ehman era miembro del proyecto SETI, por lo que la idea de que era una evidencia (extraña e inexplicable) de vida extraterrestre cogió fuerza. Era el mejor candidato
Con el paso del tiempo, el entusiasmo se enfrió. Como Ehman explicó en 2002, la teoría alien parecía poco probable. «Deberíamos haberla visto de nuevo cuando la buscamos otras más de cincuenta veces más; algo me sugiere que se trató de una señal con origen terrestre que simplemente fue reflejada por algún pedazo de basura espacial».
Así se resuelve un misterio que tiene 40 años
Pero Ehman se volvía equivocar. Como acaba de demostrar Antonio Paris no se trata de una señal terrestre. Paris es un astrónomo que lleva años dándole vueltas a la señal Wow!. En 2016, junto a Evan Davies, propuso que la señal podía haber sido causada por un asteroide, el 266P/Christensen o el P/2008 Y2, que en ese momento se encontraba viajando por el sistema solar.
Según Paris y Davies, estos dos asteroides tienen algo en común: una enorme nube de hidrógeno a su alrededor. Ambos cuerpos celestes se descubrieron en 2006, por lo que no se contemplaron durante las investigaciones de la señal. Como la señal cae cerca de la 'línea del hidrógeno', es perfectamente plausible que esas nubes fueran las causantes de la "señal Wow!".
La tesis era sugestiva, pero no estaba claro que pudiera hacerse. Así que pare demostrarlo, Paris dedicó los últimos meses de 2016 y los primeros de 2017 a seguir al cometa 266P con un radio telescopio. Y, efectivamente, las señales que ha encontrado cuadran perfectamente con la señal de 1977.
Es más, Paris ha examinado otros asteroides con nubes similares y ha concluido que, si el causante no fue 266P, pudo haber sido otro cualquiera. Así es como se resuelve un misterio de más de 40 años y una de las grandes esperanzas de los que siguen buscando vida más allá de nuestro planeta Tierra.