Como todos los años desde 1901, y con muy pocas excepciones, el Instituto Karolinska de Suecia acaba de anunciar que el Premio Nobel de Fisiología o Medicina de 2017 va para Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young por "sus contribuciones en el descubrimiento de los mecanismos moleculares de los ritmos circadianos".
En medio de una época de avances médicos revolucionarios, el comité del Nobel ha decidido dar los nueve millones de coronas suecas y uno de los premios médicos más prestigiosos del mundo a la ciencia molecular del sueño.
Los ritmos circadianos se llevan el Nobel
O mejor dicho, los mecanismos moleculares que están detrás de los ritmos circadianos. Es decir, el comité del Nobel acaba de premiar el descubrimiento del funcionamiento del 'reloj biológico' del cuerpo. Ese mecanismo ayuda a regular el sueño, la alimentación y otras muchas cosas como el jetlag.
Aunque conocemos su existencia desde hace mucho tiempo, durante muchos años fueron una incógnita. Aunque podemos encontrar referencias hasta en Aristóteles, la medicina tradicional creyó que eran simples reacciones pasivas a los cambios ambientales. Hasta que el astrónomo Jean de Marian realizó uno de los experimentos fundamentales en nuestra comprensión de los ritmos y adquirieron entidad científica propia.
Sin embargo, no fue hasta los trabajos de Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young que entendimos cuáles eran los mecanismos fundamentales que estaban detrás de la fisiología de la capacidad de nuestras células para "ser puntuales". Desde entonces, la cronobiología es un área realmente interesante que se ve reconocida con el premio de este año.
Los olvidados por el Nobel (por ahora)
Todos los años (y cada vez más), los premios Nobels generan numerosas quinielas. Este año, los candidatos de Sigma Xi son el trío de Emanuelle Charpentier, Jennifer Doudna y Feng Zhang por CRISPR-Cas9 (se ha instalado la idea de que Francis Mojica, el español que lo descubrió, solo ganaría el nobel si se premiara en desarrollo en Química) o James Allison por sus contribuciones a la inmunoterapia contra el cáncer.
Por otro lado, uno de los medios de medicina de referencia mundial, Stat, apuesta porque el nobel para Allison debería incluir a Gordon Freeman y a Arlene Sharpe (investigadores fundamentales también en los desarrollo de las terapias inmuno-oncológicas personalizadas). Y Thomson Reuters completa el premio de Allison con Jeffrey Bluestone y Craig Thompson.
Un nobel a la genética del cáncer es más que esperado. En sentido estricto, solo dos premios (el de 1966 y el de 1989) han sido para este tema. Pero hay muchas otras opciones: Kazutoshi Mori y Peter Walter por su contribución en el descubrimiento del mecanismo de la respuesta a proteínas desplegadas (o mal plegadas) que funciona como una especie de sistema de calidad intracelular.
También están en la carrera, Lewis C. Cantley [+] por sus avances en el crecimiento de tumores malignos (relacionados con el PI3K); Karl J. Friston [+] debido a sus trabajos de análisis de neuroimágenes; Y Yuan Chang y Patrick S. Moore [+] por sus avances en el conocimiento del sarcoma de Kaposi.
Sea como sea, no está mal recordar que a día de hoy el premio Nobel es, sobre todo, una campaña publicitaria que desdibuja totalmente la realidad de la ciencia. "Los hombros de gigantes" sobre los que hablaba Newton en aquella carta mítica de 1676 hoy son cientos de miles de hombros en decenas de países. Celebremos las grandes mentes, pero no olvidemos que esto es sobre todo un trabajo de equipo.