"Nigel Richards es el mejor jugador de Scrabble de todos los tiempos, sin duda alguna". Eso defendía el periodista Stefan Fatsis, uno de los grandes conocedores del submundo del Scrabble de competición, en la NPR hace unos años. Y, a juzgar por el palmarés de Richards, razón no le falta. Ha ganado el Campeonato del Mundo en inglés en 2007, 2011, 2013, 2018 y 2019. Es, de hecho, la única persona que ha ganado el concurso más de una vez. Además, ha ganado cinco veces la liga norteamericana; ocho, la británica; once, el Open de Singapur y trece, la Copa del Rey de Bangkok.
Sin embargo, en 2015 se aburrió. Se compró el diccionario de Scrabble de francés y memorizó sus 386.000 palabras en nueve semanas. Ese mismo año se proclamó también campeón del mundo del juego de mesa en lengua francesa venciendo a auténticos maestros del juego provenientes de Francia, Canadá, Bélgica y el África francoparlante.
La de Nigel Richards, neozelandés nacido en el 67, es una mente fascinante. Sin embargo, no se prodiga demasiado por los medios de comunicación. Quizás la mejor descripción de su método de trabajo venga, precisamente, del propio Fatsis: "Básicamente, lo que hace es mirar listados de palabras y páginas del diccionario. [La clave es que] puede evocar la imagen de lo que ha visto. El mismo dice que escuchar una palabra no es suficiente para pegarla a su cerebro. Pero que si la ve una sola vez, es suficiente para recordar la imagen. No sé si es memoria fotográfica; creo que es algo que la química de su cerebro le permite hacer".
Está claro que el Scrabble no es solo un juego de recordar palabras. Es un juego de estrategia: a nivel profesional, no solo se trata de puntuar más que el rival, también es esencial impedir que el rival pueda hacer más puntos que tú jugando con los espacios y las palabras escogidas. No obstante, lo que cuenta Fatsis deja una pregunta encima de la mesa... ¿existe realmente eso de la memoria fotográfica?
El raro mundo de la memoria fotográfica
El término técnico, si empezamos a internarnos en el mundo de la memoria fotográfica, sería 'eidética'. No son sinónimos perfectos, pero generalmente se usan de ese modo. En esencia, la memoria eidética designa a la habilidad de recordar imágenes de forma extremadamente precisa sin recurrir a técnicas mnemotécnicas de ningún tipo. Es decir, se habla de la capacidad para reproducir mentalmente imágenes que hemos visto. Esas imágenes pueden ser tan vívidas y reales que hay estudios que tratan de diferencias de cosas como la sinestesia.
Lo más curioso de este tipo de memoria no es que exista, sino que una enorme cantidad de personas la han tenido en algún momento de su vida. En principio, desde los años 70, cuando más a fondo se investigó el tema, los datos señalan que entre un 2 y un 10 por ciento de los preadolescentes tienen este tipo de memoria. No hay grandes diferencias de género en ello y, de hecho, las estimaciones de muchos investigadores señalan que esa prevalecia puede ser mucho mayor (y que no la hemos localizado correctamente porque tendemos a medir la memoria de los niños con 'esquemas' propios de la memoria de los adultos).
Porque sí, efectivamente, la mayoría de investigaciones tiene algo claro: los casos de adultos con memoria fotográfica son escasísimos. Unas 20 adultos había en EEUU en 2011 con memoria absoluta. ¿Cómo es posible si, de verdad, los niños suelen usar formas de memoria eidéticas? Pues porque eso de reproducir todo con muchísimo detalle es, en términos de capacidad y recursos, una malísima inversión. Conforme crecemos vamos empezando a usar lo que en informática denominarías "algoritmos de compresión con pérdidas" tratamos de almacenar cierta cantidad de información utilizando la menor cantidad posible de la misma. El lenguaje parece tener un papel importante en ello.
Salvando las distancias, es exactamente lo mismo que hacemos con un JPEG o un MP3 (aunque, en nuestro caso, las pérdidas son mucho mayores). Y es que, al fin y al cabo, los asuntos en los que la memoria eidética es relevante (y más aún en un entorno como el actual) son muy pocos. Y tenerla, como recordaba Barry Gordon, neurólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, "tener una memoria sorprendente en un dominio, como la visión, no es garantía de una gran memoria en todos los ámbitos. [Conozco a] una ganadora de los Juegos Olímpicos de la memoria que necesita llenar el frigorífico de notas adhesivas para recordar lo que tiene que hacer durante el día".
En muchos aspectos, la memoria sigue siendo un enorme misterio en el que influyen genética, desarrollo neurocognitivo y experiencias de aprendizaje. La "memoria fotográfica" también lo es. Por eso, verla aparecer con todo su potencial en sitios tan extraños como un concurso de Scrabble es algo realmente maravilloso.
Imagen | John Benitez