Es muy probable que los 4,8 millones de pasajeros utilizan el metro de Londres a diario no sepan donde se están metiendo. El Financial Times acaba de publicar una investigación sobre la calidad del aire en los vagones del metro de Londres y las conclusiones son bastante alarmantes: en algunas zonas de la red los niveles de contaminación eran hasta 10 veces más altos que los niveles recomendados por la OMS.
Esto se suma a un reciente estudio científico que ha concluido que el aire de los vagones del metro londinense es hasta 18 veces peor que el aire de la superficie. Uno podría pensar que, al fin y al cabo, el de Londres es el metro más viejo del mundo y es lógico que tenga más problemas que los demás.
Pero, muy lejos de eso, la capital británica no está sola. La calidad del aire es un problema de todas las grandes ciudades del planeta. También bajo tierra.
El metro en España
Hace unos meses, los químicos Carlos Pérez Olozaga y Jose Antonio Meoqui analizaron los índices de calidad del aire del Metro de Madrid. Según explicaron los investigadores, los datos preliminares mostraban incrementos de hasta cinco veces en la contaminación atmosférica de las líneas 1 y 10 de la capital (con respecto al exterior).
Otro equipo del IDAEA del Consejo Superior de Investigaciones Científicas coordinado por Teresa Moreno analizó la calidad del aire de los transportes urbanos de Barcelona y descubrió que la contaminación en el metro son más grandes que en los autobuses, la calle o en tranvía. Sin embargo, los mismos autores insistían en que, en general, “el aire del metro tiene niveles más altos de contaminación en el aire que los tranvías o caminar por la calle, pero es un poco más bajo que en los autobuses”. Esto es algo que se repite en muchas ciudades del mundo como Hong Kong, el DF, Estambul o Santiago de Chile.
Si nos fijamos son macrociudades y eso ya nos da algunas pistas. Olozaga y Meoqui habían estudiado con anterioridad los metros de Bilbao y San Sebastián sin encontrar divergencias entre el exterior y el interior de la red. La edad, la profundidad y el tamaño parecen ser características clave para entender por qué los subterráneos están tan contaminados.
Una larga lista de cosas por hacer
No se puede decir que sea una sorpresa. En 2012, y mientras estudiaba el Metro de Barcelona, el CSIC ya avisó de que “el aire de la red de metro contiene elementos contaminantes procedentes del ambiente exterior, además de otros resultantes de la abrasión de las ruedas de los trenes en contacto con los raíles, las tareas de limpieza o los trabajos de mantenimiento".
Esto exigía estudiar con detenimiento el problema y tomar medidas. Medidas que, en general, no se han tomado porque la crisis financiera frenó las grandes inversiones (+). No obstante, ahora que la movilidad vuelve ser un tema clave parece buen momento para traer este tema al centro del debate.
Imagen | Adrien Ledoux