La pregunta es muy sencilla: mira a la imagen superior y fíjate en los dos puntos grises, ¿cuál de ellos es más oscuro? Habrá algunos que se decanten por el círculo derecho. Claramente, no hace falta ni decirlo, es el que se ve más oscuro. Pero habrá otros muchos que habrán desconfiado de la inocencia de mi pregunta y se habrán dicho: "¡Si son del mismo color!".
Y tendrán razón. La imagen principal de este artículo es, sin lugar a dudas, unas de las ilusiones más famosas que existen: hacer que el mismo color parezca radicalmente distintos a pocos centímetros de distancia. Sin embargo, lo que suele ocurrir con el mundo de las ilusiones visuales es que no lo conocemos demasiado bien. Hay más incógnitas que certezas. Ahora, un grupo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts dice haber encontrado una clave que nos va a permitir entenderla. Por fin.
Casi 200 años sin entender por qué vemos como vemos
En 1839, el químico francés Michel-Eugène Chevreul formuló lo que conocemos como "ley del contraste simultáneo de los colores". Se trata de la característica perceptiva que explica esta ilusión visual: el fenómeno de que "el tono de dos piezas de color parece más diferente cuando se observan yuxtapuestos que cuando se observan separadamente".
Chevreu dejó en el aire una pregunta que ha cumplido ya más de 180 años: ¿Dónde se origina esa ilusión? ¿En el cerebro? ¿Se trata de un producto de la forma en que nuestro sistema visual procesa los datos? ¿O es alqo que viene con los datos visuales que nuestros ojos envían al cerebro? Según este trabajo de Pawan Sinha, Peter Bex y su equipo todo parece indicar que se trata de lo segundo. Es más, es algo que se origina en cada ojo antes de que la información de ambos se combine.
Para llegar a esta conclusión los investigadores le pidieron a tres grupos muy distintos de videntes que respondieran a la pregunta con la que comenzaba este artículo frente a un gran número de imágenes con distintas luces, tonos y brillos. Primero, a un grupo de estudiantes universitarios de EEUU que las podían examinar con total libertad; después, a un grupo de personas que las miraban con unas gafas que solo les permitían ver con un solo ojo; y, por último, a un grupo de niños de la India con ceguera congénita, pero que podían recuperar la mediante cirugía (niños con cataratas de nacimiento, por ejemplo).
La idea era, por un lado, ver si las ilusiones eran cosa de cada ojo en particular o algo que surgía de la visión en estéreo (un efecto de tener que 'fusionar' dos imágenes distintas). Por el otro, querían saber si esa respuesta generalizada era algo aprendido o también se daba en niños que acababan de comenzar a ver. Como los tres grupos respondieron exactamente igual, los investigadores asumen que es algo innato y dependiente de cada ojo.
Es cierto que esto no acaba por explicar todos los detalles de la ilusión visual, pero acota límites claros y, según los propios investigadores, ayudará a acotar las explicaciones y reconducir un largo debate científico con vistas (y nunca mejor dicho) a encontrar respuestas precisas que nos ayuden a entender mejor cómo es que vemos el mundo.