La historia de la semana, no sé si la habréis escuchado, hay que buscarla en una remota región montañosa entre India y China. Allí, en el Arunachal Pradesh, las tropas indias de montaña defendían dos colinas fundamentales en la eterna partida de ajedrez a la que juegan los dos colosos asiáticos a cuenta de la dichosa frontera.
Pero algo empezó a ir mal: los soldados indios empezaron a sentirse mal, a vomitar y a no poder sostenerse en pie. Finalmente, tuvieron que replegarse y abandonar sus posiciones. ¿El motivo? Unas nuevas armas chinas de radiofrecuencias capaces de convertir la cima de cualquier colina en un horno microondas.
¡Es el futuro de la guerra, pero ahora! Y si no hemos estado toda la semana discutiendo sobre esto es por la sencilla razón de que, bueno, todo parece apuntar a que es mentira. Aunque haciendo una simple búsqueda por internet podremos encontrar la noticia en decenas de medios digitales, lo cierto es que nunca ocurrió. No obstante, me he preguntado: ¿podría haber ocurrido?
¿Hay armas hechas con microondas?
No es que me haya vuelto loco, hablar de "armas microondas" (o, como se denominan en el argot, las "armas de energía dirigida") no es tan raro. Decenas de investigadores de Estados Unidos están convencidos de que la embajada norteamericana en La Habana había sido víctima de un ataque de este tipo que provocó que más de una veintena de trabajadores americanos habían sido diagnosticados de una amplia gama de síntomas que iban desde el dolor de cabeza y las náuseas a la pérdida de audición. Y no en la Guerra Fría, en el año 2017.
En 1961, Allan H. Frey descubrió que las microondas pueden engañar al cerebro para que este perciba sonidos comunes o falsas sensaciones. En esencia, se trataba de la idea que las microondas pueden llegar a estimular ciertas partes del cerebro de forma directa y, así, producir esos sonidos o sensaciones.
Durante la Guerra Fría, muchos expertos militares temieron que este fenómeno pudiera usarse para el control mental (rápidamente descartado) o como arma de choque para unidades antidisturbios. Es más, se cree que durante la década de los 70, la URSS utilizó este tipo de armas contra diplomáticos estadounidenses.
Hace tres años, cuando una serie de extraños sucesos en la embajada norteamericana en Cuba trajo de vuelta a este tipo de armas, “todo el mundo era relativamente escéptico", explicaba Douglas H. Smith, director del Center for Brain Injury and Repair de la University de Pensilvania. Smith fue uno de los médicos que estudiaron el caso de la embajada sin encontrar respuesta, pero, cuando emergió la hipótesis del microondas, "todos están de acuerdo en que hay algo allí”: encajaba.
Sin embargo, encajar solo encajaba en el plano teórico. Aún hoy, años después del conflicto, hay poca evidencia pública sobre la evolución de las mismas. Conforme llegaban los microondas a las casas de todo el mundo, a los expertos en defensa les empezó a preocupar el hecho de que se pudiera usar la radiación de esas cajas metálicas como un arma. Muchos gobiernos lo intentaron, eso cierto; pero, al final, tras años de investigaciones, los proyectos siguen en fases experimentales y no parece que vayan a dejar de estarlo en el futuro próximo.
Imagen | Bao Menglong