Ocurrió el 13 de marzo de 1968, en el ominosamente llamado Skull Valley, en Utah (EEUU). Una tragedia silenciosa, causada por el hombre, se produjo a lo largo de varios días, pero las víctimas no fueron personas, sino ovejas.
Unas 6.400 ovejas murieron en el evento que llegaría a conocerse como el Incidente de las Ovejas de Dugway y que se convirtió en el canario en la mina del avance de los programas de armas químicas y biológicas de Estados Unidos.
Pero aunque mundialmente famoso, los detalles del evento siguen, 57 años después, envueltos en el secreto y, pese a la controversia, muchas preguntas siguen sin respuesta.
Un campo de pruebas secreto
El Campo de Pruebas de Dugway en Utah se estableció en 1941 como un sitio remoto para probar agentes de guerra química y biológica. Rodeada por un vasto desierto y un paisaje casi imposible de navegar si no se tenía un conocimiento cercano de la zona, Dugway se convirtió en una fortaleza de operaciones militares clasificadas.
Durante décadas, el Ejército de los Estados Unidos llevó a cabo experimentos con gases tóxicos, agentes nerviosos y armas biológicas, gran parte de los cuales se mantuvieron ocultos a la vista del público. Puede que el estandarte de los años de enfrentamiento entre Rusia y EEUU haya sido el temor a una guerra nuclear, pero lo cierto es que el miedo a un ataque químico era también una amenaza generalizada.
Según informes publicados por New Scientist, a treinta años de que WEashington hubiera "renunciado" públicamente a la producción de armas químicas, Dugway todavía estaba produciendo pequeñas cantidades de Bacillus anthacis, el agente causante del carbunco (ántrax). Hubo, por lo menos, otros 1.000 experimentos durante la época del incidente de las ovejas y, en total, se estima que allí se dispersaron casi 230 toneladas de gas nervioso en pruebas al aire libre.
Es por eso que, aunque muy exitoso en materia de secretismo, Dugway no estuvo exento de defectos. A lo largo de los años, ocurrieron accidentes y pasos en falso, muchos de los cuales quedaron enterrados en la burocracia.
El día del Incidente de las Ovejas se llevaron a cabo tres operaciones separadas con agentes nerviosos en Dugway. Estos incluyeron el disparo de prueba de proyectiles de artillería química, la quema de 160 galones de un agente nervioso mortal en un pozo al aire libre y la dispersión del agente nervioso VX desde un número indeterminado de aviones a reacción. Fue esta última, la operación a reacción, la que se vincularía más tarde con la muerte de las ovejas.
Mientras el avión realizaba su bombardeo, uno de los dispensadores de productos químicos funcionó mal, el VX quedó suspendido detrás de la aeronave mientras esta ascendía hacia el cielo. El agente, una potente y letal toxina nerviosa, flotaba por el paisaje, sin que nadie se diera cuenta. La nube química se movió con el viento y se posó sobre Skull Valley.
La madrugada del 17 de marzo reveló la escala del desastre. Al menos 3.000 ovejas muertas fueron halladas en el valle. En los días siguientes, el número aumentaría a más de 6.000.
Asesino invisible
Desde el principio, se especuló sobre la causa. ¿Podrían las ovejas haber sido envenenadas por alguna clase de producto emanado de Dugway? Los oficiales militares señalaron la posibilidad de un accidente con el agente nervioso VX, que se sabía que había sido probado solo unos días antes, pero la evidencia, aunque convincente, estaba lejos de ser concluyente.
Los informes iniciales sugirieron que las ovejas muertas habían sido expuestas al VX, y los análisis de laboratorio encontraron rastros del agente en los tejidos de los animales.

Sin embargo, la historia se complicó rápidamente. Hubo inconsistencias en los síntomas reportados por quienes investigaron el incidente. Algunas ovejas no mostraron signos de exposición al agente nervioso, sino que mostraron síntomas más consistentes con una hemorragia interna, un fenómeno inexplicable por la toxicidad del VX. Además, ningún otro animal en la región resultó afectado, ni siquiera el ganado mayor, como vacas y caballos, lo que generó preguntas sobre la supuesta causa.
Esto llevó a los escépticos a poner en duda que realmente se tratara de víctimas del gas VX y a pedir que se investigara si había algo más en juego.
En los años que siguieron, investigaciones posteriores y documentos clasificados sugirieron que las pruebas del Ejército en Dugway habían contribuido a la muerte de las ovejas. Un informe, que no se hizo público hasta 1998, admitió que el gas VX había matado a los animales.
Pero los militares nunca aceptaron completamente la responsabilidad. El Ejército sostuvo que no fue negligente, a pesar de la creciente evidencia. En 1998, un informe del Arsenal Edgewood del Ejército, que se había mantenido en secreto durante décadas, reconoció que la cantidad de VX liberada durante la prueba fue suficiente para explicar la muerte de las ovejas.
Las consecuencias
Las secuelas del Incidente de las Ovejas resonaron mucho más allá de Skull Valley. El incidente se convertiría en uno de los momentos decisivos en la controvertida historia de las fuerzas armadas con armas químicas y biológicas.

El escándalo contribuyó a la decisión del presidente Richard Nixon de prohibir las pruebas de armas químicas al aire libre en 1969, un importante cambio de política que marcó el final de un capítulo peligroso en la historia militar de Estados Unidos.
El incidente también jugó un papel en la creciente desconfianza del público hacia el Cuerpo Químico del Ejército de Estados Unidos, una división ya manchada por su papel en la Guerra de Vietnam. A principios de la década de 1970, el Cuerpo se enfrentó a una presión cada vez mayor y su disolución parecía inminente. Aunque el Ejército siguió insistiendo en que nadie había resultado herido por el incidente, persistieron las preguntas sobre los efectos de la exposición al VX en la población de trabajadores de Dugway y los residentes de sus inmediaciones.
Más de cinco décadas después del incidente de las ovejas de Dugway, la historia sigue siendo un cuento con moraleja y un campo fértil para las teorías de la conspiración. Es, también, un recordatorio del peligroso potencial de la ambición militar y el secretismo, cuando se cruzan con el siempre posible error humano.
En la cultura popular, el incidente ha sido inmortalizado en obras como la película de George C. Scott de 1972 Rage, e incluso The Stand de Stephen King, donde sirve como una sombría metáfora de las consecuencias no deseadas de la investigación de armas biológicas y químicas.
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