A la gente le gustaba escuchar a Stephen Hawking. Durante décadas, intelectuales, empresarios, políticos y ciudadanos le hicieron preguntas sobre los temas más variopintos que podamos imaginar. Y Hawking las contestaba como podía, con esa mezcla tan característica de provocación, simpatía y sentido del humor.
Junto antes de que la muerte le sorprendiera el 14 de marzo de 2018 en su casa de Cambridge, el físico inglés trabajaba en un pequeño libro que recogía (y actualizaba) muchas de esas respuestas. La existencia de Dios, los agujeros negros, la búsqueda de vida inteligente en las estrellas o nuestra capacidad de transformar el futuro son algunos de los temas de los que habla el libro que se acaba de publicar.
'Breves respuestas a las grandes preguntas' es, pues, el último libro de Stephen Hawking. Y bajo la apariencia de una reivindicación de las grandes preguntas de la humanidad, se trata, sobre todo, es un autorretrato (seguramente involuntario) de una de las mentes más prodigiosas del siglo XX.
Hawking fuera de sitio
Pensaba Mario Perniola que para entender la especificidad de un fenómeno no había que estudiar los lugares donde ese fenómeno parece más fuerte, sino donde no lo es. También si esos fenómenos son las personas. Porque, como señala la ciencia de la conducta, a los seres humanos no hay que buscarlos en sus zonas de confort, sino precisamente en esas situaciones donde no se saben mover con soltura.
En ese sentido, este no es el mejor libro de Hawking, pero me atrevería a decir que es el mejor libro (uno de los mejores, sin duda) para comprender a Hawking. Nadie duda que el Hawking más brillante se encuentre en la fórmula de la entropía de los agujeros negros o en sus trabajos sobre la radicación a la que da nombre; pero el Stephen más auténtico está en estos ensayos breves sobre temas solo ligeramente relacionados (si es que lo están) con la física teórica.
Quizá por eso, Hawking arranca el libro llevándonos de la mano por los lugares donde jugaba de pequeño, por los pasillos y los canales de Oxford, por las señales que adelantaban la caprichosa progresión de la enfermedad. Se trata de una brevísima autobiografía que nos lleva desde su nacimiento (300 años exactos tras la muerte de Galileo) hasta la publicación de "Historia del tiempo", el ensayo que lo convirtió en el "científico más conocido del Mundo".
Ahí, está el sentido último de 'Breves respuestas a grandes preguntas'. Y es que, en el fondo, este es un libro sobre la responsabilidad de un genio al que la sociedad mira una y otra vez no sólo para obtener respuestas, sino para calmar sus miedos y, sobre todo, para encontrar alguna certeza con la que encaminarse al futuro.
Dios, la vida, el futuro y el Universo
Entre los diez pequeños ensayos que componen el libro, hay piezas que son una delicia de sencillez, elegancia y sentido del humor. El mejor Hawking aparece en los capítulos dedicados al origen del universo, al interior de los agujeros negros o a los viajes en el tiempo. Son textos que a los que hemos seguido su trayectoria nos resultan familiares y que, en sí mismos, sirven de introducción a lo más básico de la cosmología actual.
Sin embargo, hay otros capítulos que muestran que hay 'grandes preguntas' que le quedan grandes incluso a genios como él. Basta con leer la primera respuesta, la dedicada a Dios, para darse cuenta que Hawking no llega a entender bien los problemas que trata de resolver. Y no me refiero a sus conclusiones, sino a la forma con la que presenta los problemas, expone los argumentos o esboza las posiciones contrarias.
El esquema de todo su argumento sobre Dios ya había sido discutido y superado en el siglo XIII, sus ideas sobre las implicaciones sociales de la modificación genética no contemplan las últimas dos décadas de trabajos sobre el tema y su visión de la colonización del espacio, aunque sugestiva, obvia casi todas las cuestiones sociales, económicas y culturales del problema.
No son preguntas sencillas las que aborda Hawking en el libro. Son preguntas que involucran cuestiones filosóficas, sociológicas, económicas o biológicas tremendamente complejas y, sin embargo, las respuestas de nuestro autor vuelven, una y otra vez, al terreno donde está cómodo. Desde su perspectiva física, Hawking enfoca solo parte de los problemas y acaba proponiendo soluciones que parecen brillantemente sencillas, pero en realidad son poco más que simples.
Últimas palabras de Stephen Hawking
'Breves respuestas a las grandes preguntas' no alumbrará nuevas ideas sobre la colonización del espacio, sobre el problema de la inteligencia artificial o sobre el origen del Universo. Aunque no parece que esa sea su intención. En varias ocasiones el mismo Hawking parece intuir que le queda poco tiempo de vida y, aunque no lo dice explícitamente, el libro funciona casi como un testamento vital.
"Quiero sumar mi voz a la de aquellos que reclaman una acción inmediata sobre los desafíos clave de nuestra comunidad global", explica Hawking en la introducción. Más tarde, nos pide que "seamos valientes, curiosos, decididos" que "superemos las dificultades" porque nadie mejor que él es "consciente de cuán precioso es el valor del tiempo". Todo el libro es una invitación a que "aprovechemos cada momento", a que "actuemos ahora mismo".
Lo cierto es que Hawking no llegó a terminar de escribir este libro. El borrador fue completado con la ayuda de algunos amigos y familiares usando su archivo personal; por eso, no podemos estar seguros de qué partes son genuinamente suyas y qué partes son añadidas. Pero justo cuando el texto se vuelve más personal es cuando el autorretrato del que hablaba al principio se vuelve más nítido.
En el epílogo, Lucy, la hija de Hawking, reflexiona sobre una de las frases del libro. "Si he hecho alguna contribución", escribe el físico en algún momento. "Si". En ese condicional está mucho del carácter del verdadero Hawking que se cuela entre las líneas de 'Breves respuestas a grandes preguntas': alguien convencido de que si "damos rienda suelta a nuestra imaginación", estaremos "dando forma al futuro".