¿Y si una de las principales ventajas que suponían los transgénicos no se ha cumplido? ¿Y si en los países en los que se usan organismos modificados genéticamente el uso crece, mientras que en otros que no los usan disminuyen? ¿Y si la "mejora de la productividad" que nos vendieron nunca ha llegado a darse?
Esto es lo que Danny Hakim y el New York Times están defendiendo. Y, claro, el reportaje ha supuesto una auténtica bomba en un mundo tan polémico como el de los transgénicos. ¿Qué hay de cierto en estas afirmaciones? ¿Es un golpe tan duro como parece o los datos desmienten las ideas del reportaje de Hakim?
¿Más transgénicos significan más plaguicidas?
La vida de los campos norteamericanos y europeos se separó hace aproximadamente unos veinte años con la aparición de los primeros transgénicos comerciales. Pese a tener un nivel de tecnificación muy parecido, EEUU y Canadá adoptaron el uso de las nuevas plantas, mientras que los países de la Unión Europea no lo hicieron. Por eso, Hakim compara ambas orillas del Atlántico.
El reportaje del NYT ponía en duda que esa adopción haya supuesto algún beneficio. Según sus datos, la introducción de los transgénicos en Estados Unidos y Canadá no ha mejora el rendimiento y la productividad de sus campos, ni ha reducido el uso de plaguicidas químicos en términos generales. Así se puede ver en estas gráficas sobre la colza y el maíz.
En realidad, esperar una mejora significativa de los rendimientos de las plantaciones era un poco optimista. Andrew Kniss explicaba hace unos años que en plantas como el maíz o la soja (mercados de cientos de millones de dólares) había suficiente tecnología desarrollada como para que los rendimientos no cambien al usar OMG. En otras plantas, como la remolacha, la cosa cambia. Mirad qué pasó con la productividad cuando se introdujo la remolacha resistente al glifosato.
Es decir, la productividad de los transgénicos sería mejor, sobre todo, en los cultivos peor controlados. Cultivos que, lógicamente, aportan menos a la productividad general del país. No obstante, es importante entender que los crecimientos de productividad no pueden asociarse sólo a un factor. El caso de la remolacha es paradigmático, la llegada de las variedades transgénicas coincidió la crisis económica y, pese a ser más productiva, en los resultados globales no se aprecia su efecto.
El uso de pesticidas
Danny Hakim también discute que el uso de los transgénicos ralentice el uso de plaguicidas. Para llegar a esta conclusión, compara el uso de plaguicidas en EEUU y en Francia. En ella puede observarse que mientras que en Francia ha bajado (y mucho) su uso, en Estados Unidos ha ido subiendo.
O eso parece. Andrew Kniss, que como veis ha desmontado las tesis centrales del reportaje, explica muy bien cuáles son los problemas que tienen estas gráficas. El primero es que al usar unidades distintas y cantidades diferentes hacen complejo comparar. De hecho, si comparamos el uso en kilos por hectárea cultivable, la gráfica cambia un poco.
No obstante, y de forma menos espectacular, podemos ver que, efectivamente, la tendencia que señalan se aprecia en herbicidas. Lo que pasa es que Francia es un caso excepcional. El país galo era uno de los lugares del mundo donde se usaban más plaguicidas a principio de los noventa.
Y la bajada puede asociarse directamente con la regulación de la Unión Europea que empezó a actuar en esos años. Así que Kniss examina lo que ocurre en otros países de la Unión para ver si la tendencia es similar o no. Y, efectivamente, Francia no es un caso normal.
La vida sigue igual
Al menos, por ahora. Porque con los datos que tenemos, parece que efectivamente los transgénicos ayudan a moderar el crecimiento de los plaguicidas y permiten incrementar la productividad de algunos cultivos. Por lo que las conclusiones del reportaje del New York Times, aunque interesantes, son apresuradas.
Es una mala noticia para todos los detractores de los transgénicos que ya estaban usando el reportaje como una baza para promover la prohibición de los organismos modificados genéticamente. Y, además, es un aviso a navegantes para la creencia de que tras cada correlación hay una historia jugosa que contar. A veces, una correlación no es más que una correlación.
Más info | The tiresome discussion of initial GMO expectations