La avalancha de servicios de suscripción es espectacular: la comodidad y conveniencia de plataformas como Netflix, Spotify o iCloud hace que podamos tener nuestros contenidos de vídeo, audio y documentos al alcance siempre y donde los queramos disfrutar o usar, pero esto está generando un incremento claro en el dinero que destimamos a estos servicios.
Un estudio de los responsables de Mint para el New York Times revela cómo en Estados Unidos los usuarios gastaron una media de 640 dólares al año en suscripciones digitales: un 7% más que los 598 dólares de 2017. Otros estudios dan cifras similares y dejan claro que nuestro apetito por los servicios de suscripción es cada vez mayor, pero cuidado, porque eso genera un problema. Controlar qué estamos pagando y si lo estamos usando realmente es difícil, y a menudo hay despistes que eso sí, podemos evitar siendo un poco cuidadosos.
Las suscripciones lo conquistan todo
Los modelos de suscripción se han convertido en la clara tendencia de un mercado en el que que hasta no hace mucho los usuarios éramos propietarios de aquello por lo que pagábamos, pero en el que ahora somos solo eso, usuarios temporales de unos contenidos y servicios que no son nuestros.
Es cierto que el modelo de suscripción plantea muchas ventajas: el catálogo de contenidos de audio, vídeo, o libros al que podemos acceder —por poner los ejemplos clásicos— es inmenso, y también nos libera de las ataduras de tener que ver ese contenido en cierto dispositivo específico.
Esa conveniencia se ha convertido en un poderoso argumento para otras muchas empresas que han transformado sus estrategias. Microsoft ha pasado a ese modelo con Office 365 o OneDrive, Google con servicios como Google Drive o Google Photos y Apple con iCloud, Apple Music o Apple TV+, por citar algunas de esas plataformas que antes funcionaban de una forma distinta o simplemente ni existían.
Lo mismo podríamos hacer de una tendencia también clara en otros segmentos realmente prometedores como el de los videojuegos. A los actuales PS Plus de Sony, y Game Pass o Xbox LIVE de Microsoft se les suman esas plataformas que como Stadia, GeForce Now o xCloud quieren convertirse en el "Netflix de los videojuegos".
Lo mismo ocurre con el segmento en el que está englobada esta casa, Webedia: los medios y publicaciones online cada vez plantean con mayor ambición la transición a modelos de suscripción que, eso sí, de momento están siendo usados con éxito y de forma importante en algunas grandes cabeceras en Estados Unidos como The New York Times o The Wall Street Journal.
Pero también hemos visto cómo el modelo de suscripción ha sido un verdadero negocio para Amazon, que con sus suscripciones Prime nos ha convencido de lo cómodo que es poder pedir todo en su tienda online sin preocuparnos por el coste del envío. Eso, claro, nos encierra en un singular círculo vicioso: compramos más en Amazon porque es más cómodo hacerlo allí y "total, el envío nos sale gratis".
En mayo de 2018 aparecía un informe de McKinsey & Company en el que se trataba de profundidar en este mercado, y las conclusiones ya entonces eran contundentes: el 15% de quienes compraban online se suscribieron a un servicio de e-commerce durante 2017.
No solo eso: además de la suscripción a los servicios de streaming los usuarios estadounidenses se han aficionado a las suscripciones a tiendas que envían "cajas" con productos que necesitan recambios (que en el hogar son muchísimos).
En Estados Unidos son muy conocidos Dollar Shave Club para productos de afeitado y tanto allí como aquí Birchbox, con productos de estética (como Ipsy, otra de las populares en EE.UU.), tratan de impulsar este mercado de forma definitiva. Los ejemplos, insistimos, están por todas partes.
Monitorizar las suscripciones empieza a ser complicado
Hay muchos ejemplos que tratan de convertirnos en compradores recurrentes: la comodidad que plantean estos servicios es fantástica, pero el problema es que con tantos servicios de suscripción las cosas pueden desmadrarse rápidamente, y nuestro gasto en este tipo de servicios debe empezar a ser controlado de forma específica para que no nos provoque más problemas de los que resuelve.
Esto es culpa mía porque ni recuerdo haber visto nada de permanencias cuando me di de alta, pero me parece bastante sorprendente que Adobe use esta treta en pleno 2020, cuando hasta las telecos se han bajado de ese carro. Mi suscripción es la de 12,09 € al mes. pic.twitter.com/EK1ZMW4Px6
— Javier Lacort (@jlacort) 29 de enero de 2020
Seguro que muchos de nuestros lectores habrán estado en la misma situación que los editores de esta y otras publicaciones de Webedia. Al preguntar a varios de ellos rápidamente surgieron comentarios sobre el peligro de las suscripciones.
El ejemplo que plantea Javier Lacort, editor en Xataka, era clara: la mayoría de empresas que ofrecen estas suscripciones ofrecen periodos de evaluación gratuitos y empiezan a cobrar automáticamente cuando esos periodos de prueba terminan. El problema es que a menudo esas empresas no nos avisan de que termina el periodo de prueba y vamos a empezar a pagar, y si no estamos atentos podemos encontrarnos con sorpresas desagradables y cargos por servicios que al final no estábamos usando.
A Mario Arroyo, del equipo de vídeo de Xataka, le pasó con el servicio online de la Nintendo Switch y también con Xbox Game Pass: "En ambos casos contraté el servicio online de las dos plataformas para un par de cosas puntuales. Tras su uso, no lo volví a utilizar de nuevo, y se me olvidó cancelar la suscripción."
Es lo mismo que nos comentaba Antonio Sabán, editor en Genbeta y Xataka, que nos contaba cómo "Apple Music daba tres meses gratis de prueba, pero como la mayoría de servicios, no avisa cuando, al cuarto mes, comienza a cobrarte. Entonces te enteras de que tenías una suscripción de pago activa al cuarto mes, cuando te cobran".
Eso sí, como nos explicaba Antonio, en el caso de Apple Music (y otros muchos) el usuario puede recurrir a una técnica sencilla. "Puedes cancelar el primer día del periodo de prueba. Aunque canceles, Apple (y casi cualquier servicio) te deja continuar probando el tiempo estipulado". No ocurre en todos los casos: Apple Arcade, nos indica nuestro compañero, "no funciona así. Si cancelas durante el período de prueba, pierdes la posibilidad de seguir usando dicho servicio, aunque queden 20 días de prueba".
De hecho a Antonio se le pasó cancelarlo y se dieron cuenta de que no lo estaban usando cuando ya había entrado el periodo de pago: contactaron con Apple, les comentaron que no se habían dado cuenta de que el periodo de prueba había pasado, y desde el servicio de atención al cliente cancelaron esa suscripción y les devolvieron el dinero.
Hay más peligros, claro: por ejemplo, que tus hijos se suscriban a servicios sin que te des cuenta. Le ocurrió por ejemplo a nuestro compañero Carlos Roberto, que le dejó el móvil a su hijo pequeño para ver Pepa Pig. Tiempo después se encontró con que el pequeño se había suscrito a YouTube Premium sin darse cuenta. No porque le avisara él, sino porque YouTube le cobró los 12 euros del primer mes que tuvo que pagar tras el periodo de un mes de prueba gratuito.
La opción clara aquí es la de tratar de ser organizados y utilizar la tecnología a nuestro favor. Establecer por ejemplo recordatorios cierto día del mes ("¿Sigo usando este servicio? Toca pagar la suscripción") para poder tener en cuenta si queremos o no seguir pagando por todos esos servicios y plataformas a las que estamos apuntado.
Nos lo contaba Alex CD, director de Vidaextra: "A mí me ha pasado con HBO alguna vez. En plan: ya he visto la serie por la que he pagado este mes, tengo que cancelar, y se me pasa la fecha. Lo que hago normalmente es ponerme avisos, alertas de correo, para saber en qué fecha renuevan cuando tengo claro que me he suscrito a algo por un mes o un tiempo determinado".
Los problemas de nuestros editores seguro que os suenan, y teniendo en cuenta hacia dónde se mueve el mercado es probable que este tipo de situaciones vayan a más: ser cuidadosos con ese nuevo apartado de nuestra contabilidad personal parece más importante que nunca.