Men, la más reciente película del director Alex Garland, es una clase magistral de cine inquietante que exige más que un visionado casual. Desde el momento en que comienza, sumerge al público en una densa atmósfera que es, por momentos, incómoda, pero que llega a ser inquietante y, eventualmente, horrible.
La cinta cuenta la historia de Harper, una mujer en duelo interpretada con apasionante intensidad por Jessie Buckley. Cuando escapa a un remoto pueblo inglés en busca de tranquilidad, tras la muerte violenta de su pareja, descubre rápidamente que se sumergió sin saberlo en una pesadilla que cuestiona la naturaleza misma de la confianza y la cordura.
Garland, conocido por películas cerebrales como las excelentes Ex Machina y Annihilation, aporta su arte y su estética onírica a Men, y crea, en el proceso, una experiencia visceral que se queda con el espectador.
El ritmo meticuloso de la película, la cuidada cinematografía y el inquietante diseño de sonido contribuyen a una tensión casi opresiva que atrapa y perturba. Pero faltaría a la verdad no destacar en este punto que casi todo lo que funciona en Men funciona por su reparto, con la mencionada Jessie Buckley haciendo frente a la presencia amenazante de un número de hombres interpretados por Rory Kinnear.
Así es, en el centro del desconcertante impacto de la película está una baraja de personajes, todos hombres, todos con el rostro de Kinnear, que encarnan diversas facetas del comportamiento depredador, desdeñoso y, sí, tóxico.
De amores y odios
Si bien sus actuaciones son un reflejo escalofriante de las experiencias traumáticas de Harper, cada personaje presenta un tono diferente de amenaza masculina. Esta representación implacable subraya la exploración de la película de la opresión patriarcal y la amenaza generalizada que representa, frente a la cual incluso los que se dicen aliados pueden resultar extraños o incluso ofensivos.
Por este motivo, Men es una cinta llamada a polarizar. Vas a amarla o a odiarla, pero es poco probable que te deje indiferente.
Lamentablemente, a medida que la narración avanza hacia su clímax, la ambiciosa visión de Garland comienza a agrietarse en un espectáculo extraño y grotesco que, aunque visualmente impresionante, puede dejar a algunos espectadores sintiendo que salió de la nada. La construcción psicológica de la primera hora da lugar a un blood-fest que no desentonaría en una cinta de Cronenberg y que, de nuevo, no todos hallarán justificado.
Pero a pesar de estos problemas, Men es innegablemente un esfuerzo cinematográfico audaz de parte de uno de los directores más innovadores de las últimas dos décadas, que ofrece una experiencia visualmente llamativa de un tema llamado a generar discusiones y debates.
Ahora que ha integrado el catálogo de Amazon Prime Video, Men es una opción para espectadores osados. La exploración de la película sobre el trauma, la vulnerabilidad y la sombra implacable de la opresión patriarcal es a la vez inquietante e intrigante y, si bien su ejecución puede tropezar en algunos lugares, su ambición y las actuaciones que contiene la convierten en un relato convincente, digno, al menos, de una oportunidad para provocar.
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