Flow ya había hecho historia cuando Anthony Mackie y Harrisson Ford leyeron los nominados a Mejor Cinta de Animación en la entrega, el domingo, de los Globo de Oro.
Al fin y al cabo, esta cinta letona, producida con unos comparativamente modestos cuatro millones de dólares, logró colarse con agilidad felina en un listado de pesos pesados que incluía no una sino dos películas de Disney (Intensamente 2 y Moana 2), una de Dreamworks (Robot Salvaje) y una de Netflix (Wallace & Gromit: Vengeance Most Fowl).
Pero Flow no solo entró al listado sino que para el final de la noche había protagonizado el triunfo más sorpresivo de la gala y, quizá, el más significativo.
Antes de explicar por qué, repasemos rápidamente la trama de Flow: Un gato negro sin nombre -y sin voz, esta no es una película de Pixar- vive en una casa destartalada en un mundo inundado y, hasta donde podemos ver, desprovisto de seres humanos. Cuando el agua sube su nivel y eventualmente sumerge su hogar, el felino protagonista se refugia en un bote de vela en el que se encuentra a un capibara y al que a lo largo de la trama llegará también un golden retriever, un lémur y un pájaro secretario.
La cinta se convierte así en una improbable jornada en la que el solitario protagonista aprende a cohabitar, colaborar y, eventualmente, confiar en otros para tener una esperanza de sobrevivir.
Es algo que resaltó durante su discurso de aceptación el director Gints Zilbalodis, que dijo: "Es una historia muy personal para mí porque hice todas mis películas solo, pero esta vez trabajé con un equipo y, al igual que el gato de Flow, tuve que aprender a confiar en los demás y aprender a colaborar y superar nuestras diferencias. Creo que es muy importante recordar esto hoy en día".
Renderizada en Blender
Pero el triunfo de Flow va más allá de su mensaje. La película fue creada utilizando Blender, un software gratuito y de código abierto, ampliamente utilizado por animadores independientes y aficionados.
La animación en Blender implica un laboroso proceso para dar vida y movimiento a objetos y personajes en un entorno 3D, incluso si el propósito es hacerlo parecer 2D. Una secuencia se conforma de una miriada de gráficos estáticos, cada uno ligeramente diferente del anterior, que crean la ilusión de movimiento.
Pero, por lo mismo, Blender es una plataforma sumamente personalizable. Eso le permitió al equipo detrás de Flow desarrollar nuevas herramientas a medida que surgían nuevas necesidades. Y como integra un motor de renderizado en tiempo real, los podían ver realmente lo que iban haciendo y cambiar luces, texturas y efectos según fuera necesario.
Esta es la primera vez que una producción hecha en Blender gana el Globo de Oro a la mejor película animada, por lo que Flow se convierte automáticamente en el poster-child de las posibilidades de esta plataforma y, por extensión, del cine independiente. Y es por eso que Variety calificó su selección como la cinta animada del año como “un triunfo largamente postergado para la democratización del proceso de animación”.
Incluso Guillermo del Toro se quedó impresionado cuando un clip de Flow se estrenó en Cannes, en mayo de 2024. En su momento, el director de El Laberinto del Fauno y Hellboy escribió: "Si pudiera desear el futuro de la animación, estas imágenes serían su magnífico e impresionante comienzo".
Es increíble, por tanto, que el éxito de animación del año haya sido hecho por un pequeño equipo usando solo Blender. En una época de continuaciones, remakes y reboots, Flow es un soplo -mejor, un flujo- de originalidad, un festín para los sentidos con una magnífica animación y un producto, en últimas, diferente a todo lo que he visto. Al igual que Del Toro, solo podemos desear que su triunfo desate una inundación de nuevas ideas.
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