Recuerdo perfectamente que, cuando era niño, la idea de "curar el SIDA" era lo más de lo más. Junto con "curar el cáncer" o "acabar con el hambre en el mundo", se trataba de un objetivo social sin equivalentes. La forma contemporánea de alcanzar la Gloria eterna.
Hoy por hoy, y no tengo muy claro por qué, eso ha cambiado. Es más, estoy bastante seguro de que el SIDA se curará en silencio; de que nos enteraremos de pasada; sin confeti y sin fanfarria. Y estoy convencido por cosas como las de ayer, cuando en París, se anunció que la investigación más prometedora va viento en popa.
El hombre que se curó de SIDA
Era 2007 y Timothy Brown, enfermo de SIDA, desarrolló una leucemia. Tenía 42 años y el tratamiento contra el cáncer exigía un trasplante de médula si querían que sobreviviera. Fue en ese momento cuando Gero Hütter, hematólogo del Hospital Universitario de Charité en Berlín, tuvo una idea. De los 80 donantes disponibles, escogió la muestra 61. Un individuo que era genéticamente inmune a casi todas las cepas de VIH.
Así fue como Brown se convirtió en la primera persona que se curó de la infección del VIH. Un éxito brutal para una enfermedad que diez años antes aún estaba machacando a miles de personas en las calles de todo el mundo.
Pero el entusiasmo duró poco. La forma en que tratamos a Brown no sirve. Fundamentalmente, porque el trasplante de médula es un tratamiento peligroso y, sobre todo, porque es inviable. En caso de ponernos a ello no habría médula para los millones de personas que hoy tienen la enfermedad.
No podíamos curar así, pero podíamos aprender
Y el resultado es que ayer, en la Conferencia sobre Ciencias del SIDA de París, se presentó el caso de una chica sudafricana con VIH desde su nacimiento que ha mantenido la infección en remisión más de ocho años después de dejar de tomar la medicación. Ocho años, casi nueve.
Según explicaron los investigadores, se le empezó a tratar con dos meses de edad y se le retiró 40 semanas después. La chica no tenía la mutación genética que inmuniza contra el virus de forma natural, pero insistentemente los tests han demostrado que los niveles del VIH son bajísimos y que no tienen capacidad para replicarse. Todo señala a que el enfoque funciona.
Es el tercer caso de éxito en el que un tratamiento agresivo temprano puede causar una larga remisión de la enfermedad y unos bajos niveles del virus. Los investigadores lo tienen claro: si esta remisión dura lo suficiente, a nivel práctico es una cura.
"Es muy prometedor"
Eso explicaba el inmunólogo Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EEUU y uno de los líderes del proyecto. No le falta razón, junto con la prometida vacuna contra el VIH, este tipo de tratamientos son la mejor opción que tenemos para controlar la enfermedad sin tomar antirretrovirales de forma permanente.
Por ello, hay varios estudios en marcha sobre un tema que parece cada vez más cerca. Dos de ellos tratan de confirmar los resultados que se presentaron en París y otro, que arrancó en 2014, deberían empezar a dar frutos a partir de este año.
Imágenes | jonrawlinson