El mejor día de Amy Johnson fue sábado. El sábado que salió de Atambua, en Timor occidental, hacia Darwin, en la costa norte de Australia. 804 kilómetros y 8 horas de viaje la separaban de su objetivo: la gloria.
Por un día y medio, no superó el récord de 18 días de Bert Hinkler. Pero Australia, Inglaterra y el resto del mundo le demostraron que eso era lo de menos: junto a Aida de Acosta, la Baronesa de la Roche o Amelia Earhart, eran la demostración que el cielo no era solo cosa de hombres.
El increíble viaje de Amy Johnson
De hecho, en su viaje de Londres a Australia, Johnson tuvo varios golpes de mala suerte. Durante la primera parte del viaje le sacó mucha ventaja a Hinkler y, de hecho, fijó el récord de Londres a la India.
Pero perdió dos días reparando el avión en un recóndito aeródromo de Rangún y otro juntando los trozos del aparato en la costa norte de Java. A la larga, ese tiempo fue vital. No obstante, el reconocimiento fue brutal y le permitió, ahora sí con más suerte, batir los récords de Londres a Moscú y de Londres a Ciudad del Cabo.
Sin embargo, aquel viaje épico de 1930 atravesando Europa, Asia y Oceanía es lo que le daría fama. Un "logro maravilloso y valiente", en palabras del Rey Jorge, que la convertiría en un ejemplo para todas las mujeres del Imperio Británico (y del mundo).
El enigma Johnson
Durante la Segunda Guerra Mundial, Johnson al transporte de aire auxiliar de la RAF, un cuerpo dedicado a transportar aviones de un lugar a otro. El 5 de enero de 1941, hizo escala en Blackpool con dirección a un pequeño aeropuerto militar cerca de Oxford. Inexplicablemente, su avión acabó apareciendo en el estuario del Támesis y su cuerpo jamás fue encontrado.
Ya sean misiones secretas del gobierno o errores de la artillería británica, desde entonces, el misterio y los rumores han envuelto los últimos días de una de las aviadoras más importantes de la historia.