El 28 de marzo de 2018, la revista Nature publicaba el que parecía que iba a ser uno de los grandes misterios de la cosmología de los próximos años: una galaxia sin materia oscura. O lo que es lo mismo, una galaxia imposible. La materia oscura tiene un papel fundamental en el colapso de gas que forma las estrellas y sin estrellas, no hace falta decirlo, no hay galaxias.
Pero NGC1052-DF2 estaba allí, a 64 millones de años luz de nosotros y con diez cúmulos de estrellas cuyo movimiento descartaba que hubiera ni una pizca de materia oscura en ella. Durante un año creímos que estábamos a punto de encontrar una teoría radicalmente nueva para entender la formación de las galaxias. Luego vinieron los canarios.
La galaxia imposible
Los astrónomos creen que la materia visible solo representa el 5% del universo. Sí, el 5%. El 95% restante está formado en un 68% por energía oscura y en un 27% por materia oscura. Eso hace que, en la mayoría de las galaxias, la materia oscura sea el tipo predominante de materia. Aquí, en la Vía Láctea, se calcula que hay alrededor de 30 veces más materia oscura que materia ‘normal’.
Por eso, cuando el equipo liderado por Pieter van Dokkum de la Universidad de Yale analizó la galaxia NGC1052-DF2 (situada cerca de NGC 1052 en la constelación de Cetus, a 64 millones de años luz) y descubrió que “esta galaxia, a diferencia de otras, no parece tener ninguna materia oscura en absoluto”, saltaron todas las alarmas.
“Basándonos en los movimientos de diez cúmulos de brillantes estrellas que se encuentran dentro de ella, hemos encontrado que la masa de NGC1052-DF2 es esencialmente la misma que la masa aparente de las estrellas visibles”, explicaban los investigadores. Spoiler: No.
Resuelto
Como es razonable, el misterio atrajo a muchísimos investigadores. Entre ellos, un grupo de investigadores del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) que, como explican en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, ha resuelto este misterio de la forma más científica posible: midiendo bien.
Los astrónomos utilizaron cinco métodos independientes para estimar la distancia a la que se encontraba la galaxia y, todos ellos coincidían en una cosa, NGC1052-DF2 está mucho más cerca de lo que pensábamos. Mientras Dokkum y su gente pensaban que la galaxia se encontraba a 64 millones de años luz, los investigadores canarios han revelado que la distancia real no supera los 42 millones.
Una vez que metemos la distancia correcta, todas las propiedades de la galaxia han vuelto a ser normales y, por supuesto, la materia oscura ha vuelto a aparecer justo donde debía estar. Misterio resuelto.
"Conclusiones sorprendentes"
Los resultados de esta investigación muestran la importancia de tener los números bien hechos antes de ponerse a elucubrar nuevas teorías. Aunque hay que reconocer que medir la distancia de objetos que no podemos ni tocar es una de las tareas más difíciles de la astrofísica, está claro que si no somos cuidadosos nos encontramos con cosas como esta: decenas de investigadores trabajando por corregir una distancia mal calculada.
Pero, sobre todo, lo que pone en evidencia este trabajo son las prácticas de las grandes revistas científicas que generan una cascada de incentivos perversos. Por ejemplo, la misma revista Nature que publicó el artículo original reconoce abiertamente que busca "conclusiones sorprendentes". No es algo malo en sí mismo (si somos rigurosos), pero nos estamos acostumbrando a que esas sorpresas estén envenenadas.