Las comparaciones son odiosas, pero también son inevitables. Lo son más cuando uno habla de la próxima generación de consolas y de productos tan esperados como la PS5 de Sony y la Xbox Series X de Microsoft.
Ambas compañías han ofrecido ya muchos detalles de estos productos, pero también quedan grandes incógnitas que probablemente definan el futuro de estas consolas. El hardware es muy parecido, pero los enfoques de Microsoft y Sony para ganar la batalla son (o apuntan a ser) totalmente distintos. De hecho será probablemente el precio el que decida el ganador a corto plazo. A medio y largo plazo, cuidado, el resultado puede ser muy distinto.
Round 1: el hardware
Tanto Microsoft como Sony han desvelado muchas de las especificaciones hardware de esta consolas. Ya se intuía que ambas consolas compartirían muchas ideas y decisiones técnicas, y eso se ha confirmado con la aparición de todos esos datos.
PS5 | Xbox Series X | |
---|---|---|
Procesador | AMD Zen 2 (octo-core a 3,5 GHz) | AMD Zen 2 (octo-core a 3,8 GHz) |
GPU | AMD RDNA 2 (10,25 TFLOPS, 36 CUs a 2,23 GHz) | AMD RDNA 2 (12 TFLOPS, 52 CUs a 1,825 GHz) |
Memoria | 16 GB GDDR6 | 16 GB GDDR6 |
Almacenamiento | SSD 825 GB (M.2 NVMe PCIe 4.0), 5,5 GB/s (datos en bruto) | SSD 1 TB (M.2 NVMe PCIe 4.0), 2,4 GB/s (datos en bruto) |
Unidad óptica | Blu-ray 4K Ultra HD | Blu-ray 4K Ultra HD |
Soporte 4K / 8 K | Sí / Sí | Sí / Sí |
Soporte HDR | Sí | Sí |
Puertos | Información no disponible. | 3 x USB-A 3.0 |
Dimensiones | Información no disponible. | 301 x 151 x 151 mm |
Peso | Información no disponible. | 4,45 kg |
Precio | Información no disponible. | Información no disponible. |
Tanto la PS5 como la Xbox Series X se basan en un procesador de AMD con arquitectura Zen 2 y una tarjeta gráfica de AMD con microarquitectura RDNA 2. Ambas contarán además con una unidad SSD de alta velocidad como pilar fundamental de la experiencia de usuario y que Mark Cerny, arquitecto jefe del desarrollo de la PS5, indicó que era el elemento que "cambiaba el juego" para la PS5, como también lo hará previsiblemente para la Xbox Series X.
Las diferencias en potencia existen a priori, y los números en crudo parecen revelar que la Xbox Series X será más potente que la PS5. La frecuencia de reloj de la CPU es mayor para los núcleos de la consola de Microsoft, y en la GPU esta consola tiene más unidades de computación (52 frente a 36) aunque la frecuencia de trabajo de los de la PS5 es mayor (2,23 GHz frente a 1,825 GHz).
En Sony avisaban de que hay muchos factores que pueden influir en el rendimiento final y que comparar TFLOPS con TFLOPS o CUs con CUs era engañoso. Es probable que sea así, y será interesante ver hasta dónde pueden llegar una y otra consola en el futuro, algo que podremos comprobar con soporte e implementación de características como el trazado de rayos, el soporte de juegos a 4K a 60 FPS (o 120 FPS, como prometía Microsoft) o incluso el soporte 8K que mencionaron ambas empresas hace tiempo.
También hay muchas analogías en la apuesta por las unidades SSD. En Sony prometen rendimientos que casi doblan a los de la unidad de Microsoft, pero esta última ofrece algo más de almacenamiento por defecto y tiene preparadas ya las tarjetas SSD opcionales para ampliar este apartado. Sony afirmaba que esas ampliaciones existirán para la PS5, aunque habrá que esperar para ver cómo ofrecen solución a esa potencial necesidad de los usuarios.
La batalla por el hardware y la potencia parece por tanto difícil de decidir. La Xbox Series X parece algo superior salvo por la velocidad de transferencia del SSD, y será interesante ver si ese parámetro marca una diferencia realmente importante entre ambas y si el resto de especificaciones también hacen que una de las dos venza en un terreno en el que se parecen mucho, pero que desde luego deja también muchas incertidumbres.
Round 2: hablemos de juegos
O más bien, intentemos hablar de ellos, porque el catálogo que ofrecerán estas consolas es todo un misterio. Salvo algunos títulos confirmados para ambas consolas, lo que parece claro es que Microsoft deja en segundo plano la lucha por los exclusivos. El planteamiento de la Xbox Series X es otro.
Sony sí parece mantener su apuesta total por un catálogo que dé sentido a la consola y aproveche sus prestaciones al máximo. Esta es una carta ganadora para una Sony que ha demostrado con la PS4 mimar a sus usuarios con lanzamientos exclusivos que desde luego eran diferenciales y se convertían en "juegos vende-consolas".
La Xbox One también ha tenido exclusivos notables, desde luego, pero no tantos ni tan llamativos como los que Sony ha logrado poner en marcha en los últimos años. El catálogo de ambas consolas es no obstante suficientemente rico para que ningún jugador pueda poner demasiadas pegas. Como dirían algunos, será por juegos.
Para Microsoft ese catálogo de exclusivos no es urgente, o al menos eso es lo que se desprende de las declaraciones de Matt Booty, uno de los directivos de Xbox Game Studios. Él indicaba que "no habrá juegos exclusivos para Xbox Series X, al menos en uno o dos años", una frase contundente y que desde luego podría generar preocupación entre los usuarios de la consola.
Eso podría desmontar el argumento clave para apostar por la Xbox Series X. "¿Para qué la voy a comprar?", os preguntaréis muchos. Si no hay juegos que aprovechen toda esa potencia, parece que Microsoft se centrará en ofrecer mejoras visuales importantes a los que ya existían y que se lanzarán de forma "universal".
Habrá nuevos juegos, claro, pero todos ellos estarán disponibles tanto para la Xbox Series X como para la Xbox One/S/X. Microsoft no excluye a la actual generación y simplemente permitirá que el mismo juego aproveche los recursos de la máquina de forma similar a lo que ocurre en los PCs: allí podemos ajustar resolución y nivel de detalle a nuestro gusto.
Microsoft hará ese trabajo por nosotros y apostará básicamente por ofrecer experiencias "que se adaptan" a la máquina y que serán mejores cuanto más potente sea la consola. El mismo juego de la Xbox One se podrá jugar a 1080p sin problemas allí, pero podremos jugarlo a 4K y 60 FPS en la Xbox Series X para que todas las mecánicas visuales sean mucho más impactantes. Es de lo que hablaban al describirnos su tecnología Smart Delivery.
En Sony el acercamiento no está claro. La empresa no ha hablado de cómo enfocará esa apuesta, y de momento es imposible saber si los exclusivos que saquen para la PS5 serán además compatibles con la PS4. Puede que lo sean, pero también podría haber una versión PS4 y otra PS5 o incluso una sola PS5 que luego se pueda jugar en las PS4 a través del servicio PS Now. La incógnita es total.
Hay una parte de esa apuesta por los juegos más clara: la de la retrocompatibilidad. Microsoft ha dejado claro que soportará los juegos de anteriores generaciones como ya lo hacía con la Xbox One, una gran noticia que plantea una gran ventaja frente a la consola de Sony.
En la PS5 esa retrocompatibilidad es a priori mucho más limitada y en principio sí se soportarán "la mayoría" de los juegos de la PS4 y la PS4 Pro con distintos modos de funcionamiento para poder ejecutar dichos títulos de forma perfecta.
Cada una, por tanto, parecen tener sus fortalezas y debilidades en el ámbito del catálogo de juegos: la batalla de los exclusivos lo gana la PS5 a priori, pero la batalla por la retrocompatibilidad y por no dejar atrás títulos (muy) antiguos cae del lado de la Xbox Series X.
Round 3: los servicios son el futuro
Un directivo de Microsoft llamado James Gwertzman hizo recientemente unas declaraciones muy reveladoras. "Hay 2.800 millones de gamers en el mundo, y necesitamos alcanzarlos a todos. Está claro que nunca llegaremos a más de 100 millones de ellos vendiéndoles una Xbox", explicaba, "así que la única forma de llegar a los 2.700 millones restantes es de otra forma, ya sea con xCloud o con otras tecnologías con las que no lleguemos directamente".
Esas frases dejan muy clara la filosofía a la que se acoge Microsoft en el futuro: vender consolas está bien, pero con ellas solo puedes llegar a un número limitado de usuarios: lo que importa es intentar llegar a todos ellos, y eso no se hace con consolas, sino con servicios.
Lo explicábamos hace unas semanas: la apuesta por los servicios es absolutamente transversal en Microsoft, que ha pasado de vender cajas con Windows a vender suscripciones de Office 365 o, por supuesto, de Game Pass. Ese para la empresa de Redmond el futuro: puede que no hayas comprado su consola, pero puede que sí juegues a sus juegos en tu PC a través de Game Pass o en tu móvil a través del futuro xCloud.
Sony no parece estar muy interesada en ese enfoque, y tampoco dispone de la potente infraestructura que Microsoft tiene con Azure para dar servicios a lo bestia en la nube.
La PS5 es una consola más conservadora en este apartado, algo más encerrada en sí misma: servicios como PS Now y PS Plus desde luego refuerzan las opciones que los jugadores tienen para disfrutar del ecosistema de juegos de Sony.
Sin embargo la ambición de Sony en este sentido parece —al menos, por ahora— inferior a la de una Microsoft que ya no intenta ganar a Sony en número de consolas vendidas. Quiere ganarla con el número de jugadores que usen o bien su consola o bien sus servicios y ecosistema.
Round 4: el precio lo es todo (o quizás no)
Con consolas tan parecidas en cuanto al hardware pero tan distintas en enfoques clave, la pregunta del millón —y nunca mejor dicho— es obvia. ¿Cuánto costarán estas consolas?
Los datos que reveló ayer Sony parecen apuntar a una intención por ir a una solución "asequible", algo que mencionó Mark Cerny al hablar por ejemplo de su unidad SSD. La empresa nipona parece querer ir a por una consola que no se dispare en precio, algo que quizás justifique un hardware algo más limitado en potencia bruta (pero no, insistimos, en el prometedor rendimiento de su unidad SSD).
En Microsoft la propuesta también parece muy definida y desde luego aunque en números brutos parece algo más potente, no parece que tampoco se hayan querido complicar la vida demasiado: el diseño de la consola es hasta "simplón", minimalista y sin excesivas florituras. Quizás precisamente para evitar apreturas —refrigerar esos componentes de última generación no es moco de pavo— y quizás para simplificar y abaratar los procesos de fabricación.
Estamos pues ante dos consolas que con esa hoja de especificaciones parece muy difícil que bajen de los 500 euros: esos 11-12 TFLOPS en los que se mueven ambas son los que ahora ofrecen por ejemplo tarjetas gráficas que cuestan 750 euros por sí solas. La comparación vuelve a ser engañosa, porque las consolas plantean una nueva arquitectura que ofrece más rendimiento por el mismo precio (o igual rendimiento a menos coste), pero es un buen indicador de por dónde se pueden mover las cosas.
Puede que Sony quiera repetir el éxito de la PS4, que salió siendo 100 euros más barata que la Xbox One. El fallo de Microsoft aquí fue salir con Kinect de forma obligatoria, algo que impuso un sobrecoste al que muchos no se quisieron enfrentar.
Phil Spencer, máximo responsable de la Xbox, dejó claro hace algún tiempo que no iba a volver a cometer ese error: "Diría que una lección aprendida de la generación Xbox One es que no nos descuidaremos ni en potencia ni en precio".
Será especialmente interesante ver qué deciden Sony y Microsoft en este apartado, uno que es realmente crucial a corto y medio plazo ya que podría determinar el interés de los desarrolladores (y usuarios, ya conocemos el círculo vicioso) por una y otra. A largo plazo quizás el precio y las unidades vendidas no sean tan importantes.
O al menos, eso espera Microsoft, claro. Se plantea una batalla especialmente interesante: una en la que habrá otros actores en juego, sin duda.
Con Nintendo siempre desmarcada, los eternos PCs aguantando el tirón sin hacer apenas ruido y la promesa de los servicios de streaming de videojuego como Stadia o Project xCloud, está claro que la nueva generación de consolas se enfrenta a muchos más retos que las de una mera comparación entre la PS5 y la Xbox Series X.