La carrera de Jineth Bedoya está plagada de hitos: la proclamación del 25 de mayo como el Día Nacional por la Dignidad de Víctimas de Violencia Sexual, la condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos al Estado colombiano por múltiples violaciones a sus derechos en dos décadas buscando Justicia y una lista de reconocimientos que va del Premio Cafam a la Mujer y el International Women of Courage Award al Anna Politkovskaya Award y el Anne Klein Women's Award.
Pero para alguien que ha dedicado su vida al periodismo, es particularmente significativo que el hito más reciente en su carrera sea el nombramiento como la primera editora de Género de El Tiempo, su casa desde hace 21 años. Bedoya habló con Xataka Colombia sobre los retos de ese cargo en una era de medios y audiencias digitales.
¿Cómo llega un diario de más de 120 años a tomar la decisión de nombrar a una editora de Género por primera vez en su historia?
"Este fue un proceso largo, no fue fácil. Los grandes medios de comunicación, los medios tradicionales -no solo en Colombia sino a nivel global, aunque probablemente sí de manera particular en América Latina- aún tienen muchas reservas de abordar el tema de género desde la parte editorial. Eso es así porque no quieren que se cruce esa línea con periodismo feminista o con contenidos que para algunos editores y directores puede quitar independencia frente a temas de igualdad y de equidad. Pero eso hay que hablarlo porque creo que sigue siendo un tabú en la mayoría de los medios de comunicación.
Afortunadamente veníamos de una campaña como No es hora de callar, que creé hace 12 años y que nació de la necesidad de levantar la voz frente a la violencia sexual en Colombia. El Tiempo en algún momento decidió respaldar la campaña y convertirla su estrategia de responsabilidad social, extendiéndola a todos los temas de violencia de género y por eso teníamos ya ese proceso. Y, sin embargo, había una gran negación de crear la figura de la editora de Género precisamente para no suscitar esas suspicacias que hoy lamentablemente viven en los medios frente a este tema".
¿Exactamente cuál fue la necesidad que identifica el periódico que conduce a esta decisión?
"¿La necesidad? Ver que cada día con mayor exigencia el público nos reclama que aprendamos a comunicar las violencias contra las mujeres, las niñas, la comunidad LGBTI… La necesidad de dar una línea de orientación y acompañamiento en materia de equidad. Tomar una empresa y mirar qué tan equitativos somos en los cargos de poder, y más en un medio de comunicación. Examinar los contenidos y darnos cuenta de que el 80 por ciento de las personas expertas que consultamos son hombres. Que seguimos creyendo que las mujeres no son expertas para hablar de petróleos, de multinacionales, de tecnología… eso también es género. Y llegamos a un punto en que el mundo nos empieza a exigir que los medios abran este tipo de espacios y creo que El Tiempo y sus directivos valientemente tomaron esta decisión".
¿Cuál es el trabajo de la editora de Género?
"Es súper necesario identificar cuál es el trasfondo del rol, porque hay algunos medios que tienen cargo de 'coordinadora de Género', pero se limita a producir contenidos que tienen que ver con mujeres o a hablar de temas de igualdad. Ese no es el rol de un editor de género.
Un editor de género tiene que ser transversal a todos los contenidos del medio de comunicación, estar encima de Económicas, de Política, de Justicia, tiene que estar en la sección Bogotá, tiene que ver los contenidos del canal de televisión. Tiene que velar por la equidad en la presencia que se les da a las mujeres no como mujeres sino como generadoras de hechos cotidianos en la vida de un país. Si uno toma el periódico El Tiempo del domingo pasado y empieza a pasar las páginas, llega a la página 23 y se da cuenta de que en 23 páginas no hay un solo contenido que hable de mujeres. Es un periódico netamente masculino. Y ese es el trabajo de la editora de género".
¿Cómo se asume un cargo que tiene poder sobre un medio, una redacción, en un entorno como el digital en donde lo que escribe un periodista pasa a redes, o a foros de comentarios, sobre los que realmente no se tiene control?
Yo creo que es el principal reto que tenemos. Si bien yo estoy a toda hora en el periódico, no tengo la capacidad física ni humana para estar encima de todos los contenidos. Hay cosas que se suben desde regiones, hay cosas que sube el grupo de tendencias, o las suben las secciones… son muchos contenidos al tiempo y nos damos cuenta de los horrores cuando los horrores ya están al aire. Ahí ya se ha causado el daño, o se ha dado mal la información o se ha revictimizado.
Pero también ahí ya tenemos una estela de comentarios que son revictimizantes y actuar sobre eso nos lleva al dilema de si hay que silenciar los comentarios, que tiene que ver con la libertad de expresión de la gente, y también a mirar cuál es el filtro para que lo que subamos sean contenidos óptimos, con la mirada equitativa de ponerse en los zapatos de la víctima de no limpiar la imagen del victimario, de no dar información que genere otros hechos de violencia…
Es un trabajo de filigrana muy complejo. El cargo tenía algo así como 15 días cuando ya tuvimos la primera complicación con un hecho de feminicidio que se presentó en Medellín y por eso digo que ese es el reto. Lo digital nos pone en un reto muy, muy grande. Porque primero es la pedagogía con nuestros periodistas, pero luego viene la pedagogía con nuestras audiencias".
¿Además de los errores, ve desde esta nueva posición, señales de avance?
"Claro que sí. Afortunadamente para quienes hemos hecho durante tantos años la tarea de capacitar, no solamente a periodistas sino a grupos focales sobre el tema de género, de equidad, de igualdad y de derechos, sí hay muchos avances.
Hace poco tuve la oportunidad de verlo en México, a donde he ido múltiples veces a capacitar periodistas y defensores de derechos humanos. La visión que yo tenía hace 15 años, cuando vivíamos ese momento crítico de mujeres desaparecidas en Ciudad Juárez, y cuando la forma como los medios presentaban esas desapariciones y esos asesinatos de mujeres que era una forma de revictimización total ha dado paso a lo que veo hoy, que es cómo los mismos periodistas se han plantado a decir: ‘hey, esa mujer que quedó en el desierto tiene una mamá, un papá, una historia y detrás de esa historia hay un victimario poderoso’. Yo creo que eso ya es un cambio.
Y en Colombia, el hecho de que muchos colectivos feministas se hayan dedicado a hacer periodismo digital para mí es un gran avance. Porque son mujeres jóvenes que vienen del ejemplo que hemos dado y decidieron apostarles a sus propios colectivos con un enfoque feminista para seguirle enseñando a la gente qué es lo que no se debe hacer y cuál es la forma de denunciar el acoso sexual, el abuso sexual, la trata de personas. Para mí eso es sumamente positivo".
El Tiempo tiene hace ocho años una Escuela de Periodismo, que no es exagerado decir ha renovado a la sala de redacción. ¿Qué aportan las nuevas generaciones al proceso de cambiar la manera en que se informa sobre asuntos de género?
"Sin lugar a dudas los periodistas jóvenes, y quienes están ingresando en estos momentos a los medios de todos los tamaños, son nuestros multiplicadores. Yo siento que en esa generación hay mucha más conciencia de cómo se debe hablar de la violencia de género, de la violencia sexual… cuando yo les doy la capacitación a los estudiantes de la Escuela y les indico qué es lo que se debe y no se debe hacer, en un grupo de 20 personas el promedio es que tres o menos no tiene conocimiento de cómo es que se debe informar. Los otros 17 ya saben que hablar de crimen pasional es hablar de dos palabras que no deben ir nunca combinadas. Porque ellos vienen de esa franja de tiempo en la que muchas mujeres empezamos a levantar la voz y a sembrar conciencia sobre el tema. Ellos lo que hacen es replicar esas buenas prácticas".
En conclusión, hay avances, pero falta mucho…
Nos falta mucho… Falta tiempo y falta voluntad. Necesitamos la voluntad de quienes dirigen los medios para poder seguir transformando esas realidades.