La máquina de crear expectación está funcionando a toda potencia en Sony: hoy hemos conocido los futuros detalles de la PS5 -nombre por confirmar-, la que será su consola de próxima generación.
Entre los comentarios de Mark Cerny, arquitecto jefe de Sony, sorprende la declaración en la que indica que la PS5 soportará "gráficos 8K". La ambiguedad es inquietante, sobre todo teniendo en cuenta que en la actualidad jugar a 8K es una misión casi imposible incluso con los PCs más potentes del mundo.
Aún estamos luchando por jugar a 4K
La afirmación de Wired parece como poco arriesgada, y si realmente Cerny quiso decir con eso que la consola permitiría jugar a juegos en resolución 8K nativa, estaríamos ante una verdadera revolución en el segmento de las consolas.
La razón es simple: hoy en día jugar en 4K no es la norma, sino la excepción, así que prometer que podremos jugar en 8K parece una aseveración extremadamente optimista.
No son demasiados los jugadores que pueden acceder a esta resolución de juego. El año pasado aparecieron las consolas más potentes de la historia, la PS4 Pro y la Xbox One X, y con ellas por fin se daba ese paso y se conseguía jugar a esta resolución con una fluidez destacable en algunos juegos.
En PC poder jugar a 4K y buenas tasas de fotogramas por segundo es igualmente complicado, y con los títulos más exigentes solo las gráficas más potentes logran dar acceso a esos modos de juego. No solo eso: si además activamos el raytracing -otra de las promesas de las PS5- el impacto en el rendimiento gráfico es notable, y solo la RTX 2080 Ti es capaz de dar margen de maniobra y que juguemos en 4K a 60 FPS.
Eso da una idea de lo complejo que es disfrutar de títulos en 8K. Para que un juego sea mínimamente jugable necesitaremos un PC especialmente potente. Algunos análisis apuntan como por ejemplo en 'Rise of the Tomb Rider' se alcanzan 50 FPS en 8K si unimos dos GeForce RTX 2080 Ti con NVLink. En 'Far Cry 5' esa configuración permitía jugar a 37 FPS, algo asombroso teniendo en cuenta la potencia gráfica que suministran dos de estas tarjetas.
Navi al rescate (o no)
¿Es factible que la futura GPU de la PS5 pueda competir con dos RTX 2080 Ti? Lo vemos extremadamente difícil, sobre todo teniendo en cuenta que el precio de estas consolas no suele superar los 600 euros. La PS3 salió por 600 dólares en 2006, que ajustados a dólares actuales equivaldrían a unos 700. No parece probable que en ese hardware se pueda aglutinar tanta potencia.
Aún así, todo está por ver, claro. Mark Cerny hablaba de una GPU de AMD con arquitectura Navi, y aún no conocemos apenas detalles sobre estas tarjetas gráficas que se espera que se presenten a finales de mayo (Computex) o mediados de junio (E3) de 2019.
Se sabe que AMD hará uso de un proceso de 7 nm para la producción de estas gráficas, que soportarán DX12 y que utilizará "memoria de próxima generación", con lo que probablemente se refieren a la GDDR6 que ya se usa en las NVIDIA RTX 2000.
Entre sus novedades tecnológicas parece que estará el soporte del trazado de rayos o ray tracing, y será interesante ver si AMD logra que esta mejora visual logre poco a poco mejor adopción tras la fría recepción que ha tenido con las RTX de NVIDIA.
Se espera aquí por tanto un verdadero salto cualitativo de AMD que podría por fin ponerla al nivel de las RTX de NVIDIA y competir en la gama alta, pero ¿tan cualitativo, y a precios contenidos? Improbable, insistimos.
Espera, que no eran juegos en 8K (¿o sí?)
Pero claro, esa frase que citan en la entrevista de Wired a Mark Cerny podría simplemente estar llevando a equívocos. Soportar gráficos 8K puede no significar jugar a 8K, sino poder conectar una TV 8K que sería la encargada de hacer el 'upscaling' desde contenidos y juegos en 1080p o 4K.
Esa sería probablemente una explicación más coherente para una consola que podría contar con al menos un conector HDMI 2.1, el estándar que se presentó a finales de 2017 -comienza ya a aparecer en algunas TVs- y que llega a soportar resoluciones 4K120Hz u 8K60Hz.
Eso podría darle sentido a esa promesa que han hecho en Sony -quizás malinterpretada en Wired-, porque no parece posible que una consola dirigida al usuario final pueda aspirar a ofrecer juego en 8K cuando aún estamos tratando de adaptarnos al mundo de las televisiones y los contenidos 4K.
De hecho la consola de Sony podría ser precisamente la excusa para esa buscada transición a las televisiones 8K que están más cerca de llegar de lo que parece. Jugar en esta resolución, aunque sea con upscaling, puede ser un potente reclamo para todos los fabricantes que apostarán próximamente por estos productos. Y sin embargo la verdadera fuerza de la PS5 probablemente no esté en su soporte 8K, sea este un soporte descafeinado o no.
Que viva la retrocompatibilidad
Sony y Microsoft descuidaron este apartado en todas sus consolas anteriores, pero la cosa cambió con la PS4 y con la Xbox One. Microsoft ha sido la que más carne ha puesto en el asador en el ámbito de la retrocompatibilidad, pero en Sony han hecho un esfuerzo interesante a través de su servicio PS Now.
Eso cambiará con la PS5, que ofrecerá retrocompatibilidad con la PS4, un factor fundamental que permitirá convencer a muchísimos usuarios de la consola actual (y quizás de su competidora) a dar el salto.
Esa retrocompatibilidad se extenderá a otro elemento interesante de la actual PS4, su apuesta por los juegos de realidad virtual, algo que Microsoft parece haber aparcado para su Xbox One y que ha convertido en la consola de Sony en un referente singular en este ámbito.
Sea o no importante la realidad virtual para los potenciales compradores de la PS5, lo que parece claro es que esta consola ha dado una alegría enorme a toda la base de usuarios con ese soporte de la retrocompatibilidad. Poder acceder a todo el catálogo "del pasado" además de disfrutar de lo nuevo es una gran noticia, y podría ser la clave del éxito para Sony.
Ahora toca ser pacientes, eso sí, porque esa futura PS5 no aparecerá en 2019, aunque se espera que sí lo haga en 2020. Las cosas se ponen interesantes, sean o no estas las últimas consolas convencionales de la historia antes de que la promesa del juego por streaming se haga realidad.