Y menos mal, porque explorar el espacio es ensuciar. Si algo ha quedado claro tras todos estos años de exploración espacial, es eso: la carrera espacial conlleva dejar el universo hecho una leonera. “Y eso no puede ser”, se han dicho durante años los expertos en el tema.
Con algo más de fanfarria de la necesaria, en agosto de 2017, los medios contamos que la NASA buscaba contratar a un experto para protegernos del espacio y, sobre todo, para proteger al espacio de nosotros. Ha pasado más de un año y nos hemos preguntado, ¿Qué fue del famoso ‘planetary protection officer’?
La protectora que rompió un tabú
La candidata elegida fue Lisa Pratt, geomicrobióloga y profesora de ciencias de la tierra en la Universidad de Indiana-Bloomington y si os soy sincero ha sido una bendición del cielo. Ha conseguido abrir un debate fundamental para el futuro de la exploración espacial: qué hacemos con la basura.
Pratt es plenamente consciente de que estamos "un momento decisivo de la evolución humana y el avance de la ciencia” porque "estamos a punto de convertirnos en una especie que viaja por el espacio". Pero la ciencia hay que hacerla y, en el proceso, hay que tomar decisiones complejas.
Esto es así porque, aunque no hay ningún entorno vedado a la exploración espacial, los tratados internacionales han precipitado en unas regulaciones muy fuertes a la hora de reducir al mínimo nuestro impacto medioambiental. Tiene sentido: contaminar un planeta es la receta perfecta para impedirnos estudiarlo en profundidad.
Sin embargo, como se llevaba reivindicando años a los anteriores responsables de protección planetaria, una regulación demasiado dura hace inviables misiones ambiciosas. Debíamos encontrar un equilibrio entre ambas ideas: salvaguardar los ecosistemas espaciales, sí; pero también ser capaces de explorarlos en profundidad.
Un paso interesante, pero comprometido
A principios de año, cuando se incorporó a la Agencia, Pratt pidió que estemos abiertos a repensar cómo protegemos los ecosistemas espaciales ahora que la posibilidad de convertirnos en una especie multiplanetaria está en el horizonte. Defenderlos, venía a decir, es aprender a convivir con ellos. Lleva razón, pero como hemos visto en la Tierra, "aprender a convivir" no tiene nada de sencillo.
Se trata, no obstante, de una buena noticia porque adelanta un debate que, con la industria espacial privada, íbamos a tener en algún momento ¿cómo adaptamos los antiguos tratados internacionales sobre la exploración del Universo a la realidad actual? En esa respuesta está el futuro inmediato de lo que ocurra allí arriba.