A finales del siglo XVI, Domenico Scandella es procesado por herejía acusado de defender públicamente que el mundo se originó de "un caos" del que surgió "una masa, como se hace el queso con la leche, y en él se formaron gusanos, y éstos fueron los ángeles". Menocchio, que era el apodo del molinero friuliano, fue declarado culpable y condenado a arder en la hoguera.
Lo curioso es que, por lo que hoy sabemos, no es descabellado decir que quizás no el mundo, pero sí que nuestra galaxia se parece bastante a un queso suizo. Al menos, en lo que respecta a los agujeros. Según nuestras estimaciones, la Vía Láctea contiene 100 millones de agujeros negros estelares. Ahí es nada.
Según los modelos de formación de agujeros negros se trata de cuerpos cósmicos formados por el colapso de estrellas masivas, cuerpos tan densos que incluso la luz no puede escapar. Eso sí, hasta ahora, las estimaciones de la masa de estos agujeros negros estelares individuales nos decían que no podía ser 20 veces mayor que la del Sol. Si eso es cierto lo que acaba de encontrar Liu Jifeng y su equipo sencillamente no debería de existir.
Un agujero negro mucho más grande de lo esperado
Lo que ha encontrado el Observatorio Astronómico Nacional de China de la Academia de Ciencias de China es un agujero negro estelar (LB-1) con una masa 70 veces mayor que el Sol. Además, se encuentra a la vuelta de la esquina cósmica: a solo 15 mil años luz de la Tierra.
Esto, como decía, es una sorpresa. Hasta ahora, "pensábamos que las estrellas muy masivas con la composición química típica de nuestra galaxia arrojaban la mayor parte de su gas en poderosos vientos estelares, a medida que se acercan al final de su vida", explicaba Lui. De esta forma, "no deberían dejar un remanente tan masivo. LB-1 es el doble de grande de lo que creíamos posible. Ahora los teóricos tendrán que asumir el desafío de explicar su formación".
En defensa de los teóricos, hay que decir que, hasta hace solo unos años, los agujeros negros estelares solo se podían descubrir cuando tragaban gas de una estrella cercana. Pero, como la gran mayoría de los agujeros negros estelares en nuestra galaxia no se dedican a chuparle la masa a sus vecinos, solo un par de docenas de agujeros negros de este tipo habían sido identificados en el vecindario.
Reseteando la ciencia de los agujeros negros
Para encontrar este monstruo inesperado, Liu y su equipo han puesto en práctica una técnica de observación propuesta por primera vez por John Michell en 1783, pero que hasta ahora no era posible: buscar estrellas que orbitan un objeto invisible debido a su gravedad.
Aun así, han tenido suerte. Los cálculos más optimistas nos dicen que solo una estrella de cada mil puede estar rodeando un agujero negro. Por eso, tras el descubrimiento inicial (y aún incrédulos) utilizaron el Gran Telescopio Canarias (10,4 m) y el telescopio Keck I (10 m) en los Estados Unidos, para confirmarlo. Y efectivamente, la estrella, ocho veces más pesada que el Sol, orbitaba el agujero negro cada 79 días.
Este trabajo confirma una de los resultados más curiosos del Observatorio de ondas gravitacionales del interferómetro láser (LIGO), el hecho de que los agujeros negros que detectan también son mucho más grandes de lo que anteriormente creíamos posible. Es decir, muchas de las cosas que creíamos saber sobre agujeros negros necesitan volverse a pensar.