Cuando hace unos días murió Javier Reverte, uno de los grandes escritores de viajes del país, un comentario habitual en las necrológicas y las tertulias era esa idea de que ya no queda mundo por descubrir. Ya no habrá un Pedro Páez, el primer europeo que visitó las fuentes del Nilo azul en 1618; ya no habrá un Francisco de Orellana, el primer europeo en acompañar, río abajo, las aguas del amazonas; ya no habrá más Tenzing Norgays, ni Edmund Hillarys, nadie volverá a ascender por primera vez al Everest, venían a decir.
Sin embargo, el mundo no deja de sorprendernos y es que, a juzgar por lo que nos cuenta el último número de Cryosphere, sigue habiendo ríos por descubrir. En este caso, un larguísimo río subterráneo que recorre el corazón de Groenlandia y desagua al norte de la isla, en el fiordo Petermann. Su historia, llena de equívocos y datos contradictorios, es digna de un libro de aventuras.
Buscando ríos bajo el hielo
Porque, revisando los estudios por radar que habían cartografiado el lecho rocoso de Groenlandia, Christopher Chambers y Ralf Greve se dieron cuenta de que había detectado un enorme valle subterráneo del que sabíamos muy poco. Los modelos computacionales sugerían que ese valle estaba segmentado; es decir, que la estructura orográfica impedía que el agua subterránea recorriera el valle en dirección al mar. Así que se preguntaron qué pasaría si el valle se abría.
Estos investigadores de la Universidad de Hokkaido llevaron a cabo numerosas simulaciones para comparar la dinámica del agua en el norte de Groenlandia con y sin segmentación del valle. Los resultados no podrían sorprender a nadie (como era de esperar, las diferencias entre tener un enorme desagüe en el Ártico y no tenerlo eran abismales) lo que sorprendió a los investigadores es que, al comparar los resultados, todo parecía indicar que el valle no estaba segmentado: que el río estaba ahí.
Al analizar las simulaciones anteriores, se dieron cuenta de que los "segmentos" del valle aparecían justo donde no había análisis directos del radar. Es decir, donde los datos eran simulados. ¿Podían estar equivocadas? A la vista de este trabajo, sí porque desde luego "los resultados son consistentes con [la existencia de] un largo río subglacial", explica Chambers.
No obstante, el trabajo es muy preliminar y "sigue habiendo una incertidumbre considerable" sobre cómo es ese río. Ahora mismo, no sabemos a ciencia cierta cuánta agua fluye a lo largo del valle o si realmente sale en el fiordo Petermann". Hay que seguir investigando, pero hay algo que sí queda claro: en este mundo aún queda mucho por descubrir.
Imagen | Jennifer Latuperisa Andresen