Y es que los datos hablan por sí solos: en la primera mitad del año, Europa ha sufrido 41.000 casos de sarampión. En 2017, a lo largo de todo el año, se registraron 24.000 y eso que fue el número más alto de la última década. El sarampión está desatado y Europa no parece ser capaz de controlarlo.
Es cierto que más de la mitad de los casos se han dado en Ucrania (23.000), pero ya hay al menos seis países (Francia, Georgia, Grecia, Italia, Rusia y Serbia) que acumulan más de 1.000 casos cada uno. La OMS quería erradicar la enfermedad en Europa para 2020. Ahora el objetivo parece ciencia ficción.
La epidemia que no cesa
En defensa de la OMS hay que decir que hace unos pocos años, el sarampión estaban bajo mínimos. Y luego la cosa cambió. Año tras año, las cifras europeas han ido subiendo haciendo saltar todas las alarmas. Sobre todo, porque es un problema de vacunación. No es estritamente un problema de antivacunas, pero sí un problema de vacunas.
Esta epidemia es "un reflejo de que hay muchos niños y adolescentes que aún son susceptibles a la enfermedad porque no están vacunados”, explicaba Mark Muscat, de la región europea de la OMS y pedía a los gobiernos implicarse directamente en su erradicación. Las políticas europeas muestran que las medidas son útiles. Pero se necesita voluntad política: Italia consiguió aprobar la obligatoriedad de las vacunas en Mayo, pero hace unas semanas el Parlamento anuló esa obligatoriedad.
Un problema continental
En España, la situación no está siendo tan dramática, pero aún así el informe contabiliza 181 casos en estos seis meses. Según el Centro Nacional de Epidemiología, eso significa que ya se ha superado los 122 casos, el número total contabilizados en 2017.
Y la causa de este crecimiento tiene mucho que ver con el crecimiento europeo: la OMS ha detectado cómo los brotes saltan de país a país con mucha facilidad. Más aún cuando hablamos de un continente tan interconectado como el europeo. Es un problema de todos, pero por ahora no parece que nadie se esté dando por aludido.