Rockland County es un pequeño condado a 20 kilómetros al noroeste de la ciudad de Nueva York y lleva desde la media noche del martes en estado de emergencia. ¿El motivo? El brote de sarampión más grande del Estado de Nueva York en décadas. Un brote que llevan meses sin poder controlar.
Con una población de 300.000 y 153 casos de sarampión en los últimos meses y 48 solo en lo que llevamos de año, las autoridades del Condado han prohibido el acceso a lugares públicos a los menores que estén sin vacunar.
"No podemos permitir que este brote continúe indefinidamente"
¿Qué sabemos sobre el brote? En lo que parece un epidemia mundial, el brote comenzó en otoño del año pasado, pero se encontraba circunscrito a las comunidades judías ultraortodoxas del condado y la ciudad de Nueva York. Pero ya en diciembre la enfermedad (una de las más contagiosas de las que convivimos) empezó a afectar a cada vez más personas y amenazaba con descontrolarse.
Último recurso El condado empezó el año sacando a cerca de 6.000 niños sin vacunar de las escuelas y, en los últimos meses, ha puesto en marcha una importante campaña de salud pública entre funcionarios, médicos y rabinos. Además administraron más de 17.000 vacunas para mejorar las tasas de inmunización. Pero nada de eso funcionó: fue entonces cuando se decidió declarar el estado de emergencia.
De nuevo, el sarampión. "No podemos permitir que este brote continúe indefinidamente o empeore de nuevo. No nos quedaremos sentados mientras los niños en nuestra comunidad están en riesgo”, explicaron desde el Condado. La medida, que contempla hasta 6 meses de cárcel y multas de más de 500 dólares a los padres que incumplan la prohibición, pone en evidencia la dificultad que tienen las autoridades sanitarias para combatir este tipo de brotes.
Es la primera vez que una administración norteamericana pone en marcha medidas de este calado y, por eso mismo, dibuja un futuro sombrío en la medida en que no seamos capaces de poner coto a los movimientos antivacunas y la desigualdad asistencial. Es sorprendente lo rápido que se nos olvida lo frágil que es el mundo en que vivimos.