El futuro está en Marte: al fin y al cabo, el objetivo primordial actual de la NASA es enviar humanos al planeta rojo. Ya en la década de los 50 el ingeniero aeronáutico Wernher von Braun publicó su idea de una misión a Marte en su libro The Mars Project y no es la primera vez que tenemos noticias de posibles colonias en el planeta rojo por parte de organizaciones privadas ¿Por qué se está dando tanta publicidad a las ideas de Elon Musk y hasta qué punto son factibles?
Musk tiene mucha agudeza comercial, dinero y suficientes conocimientos tecnológicos como para tacharlo de iluso: ha creado desde cero la empresa de cohetes SpaceX (empresa que ahora tienen una contrata de la NASA para llevar cargas a la Estación Espacial Internacional) con la que pretende transportar astronautas al espacio a partir del año que viene. Hasta ahora todo lo que Musk ha anunciado lo ha cumplido, de ahí que puede que tenga la respuesta a las dos principales trabas para cualquiera que quiera mandar a una persona a Marte: la financiación y la salud de la tripulación.
Si tenemos en cuenta las condiciones actuales, un viaje a Marte podría llevar seis meses y la tripulación estaría expuesta a los efectos de un viaje espacial de larga duración en el que se produce pérdida muscular y ósea debido a la exposición prolongada a la microgravedad. Sin embargo, parece que estos efectos secundarios son reversibles y lo que realmente es preocupante son las exposiciones a la radiación cuando la tripulación abandona el campo magnético terrestre.
Actualmente no existe una tecnología de protección para mantener el alto riesgo de cáncer por debajo de los límites legales. Todo esto sin tener en cuenta la necesidad de proteger a los astronautas de las erupciones solares a corto plazo y mientras tanto Musk no ofrece ninguna solución real al respecto salvo usar la nave espacial en el mejor ángulo para la protección.
Con la ayuda de la cápsula de reabastecimiento en pleno espacio, Musk pretende reducir el tiempo de tránsito de seis meses a 80 días en un principio e incluso hasta 30 días, lo que reduciría los riesgos de forma considerable. Por otra parte, también admite que las primeras misiones presentarán un riesgo real y que, básicamente, aquellos que decidan tomar parte deberán estar “preparados para una posible muerte”.
Sin embargo, más de 200.000 personas se han registrado para la preselección de astronautas de Mars One: una misión rival destinada a crear una colonia permanente en Marte durante la próxima década y que ofrece un viaje de solo ida. No parece que el riesgo vaya a ser un impedimento, sobre todo si tenemos en cuenta que la opción de Musk cuenta con un billete de vuelta.
¿Plazo imposible?
Musk piensa que, con un enfoque tradicional como el del programa Apollo de la NASA, el coste de mandar humanos a Marte estaría en torno a 10.000 millones de dólares por persona, coste que pretende reducir mediante varias órdenes de magnitud hasta los 200.000 dólares por persona (el precio medio de una casa en EE.UU. y un precio comparable a lo que cuesta un vuelo suborbital con Virgin Galactic). Musk dice que su objetivo es hacer que cualquiera que quiera ir se pueda permitir el viaje.
Para reducir costes, Musk está diseñando un sistema completamente reutilizable que se repostaría en órbita con un nuevo tipo de propulsor que también podría ser producido en Marte. Estas ideas no son nuevas y son creíbles después de que Musk demostrara aterrizajes controlados de cohetes aceleradores para su reutilización.
El repostaje en órbita supone un aumento en la potencia de propulsión, algo que reduce el tiempo de tránsito a Marte y que permite mandar naves más grandes en las que puedan ir más pasajeros y más carga.
Mars One también planea incluir una opción de repostaje en órbita, mientras que la NASA está desarrollando un nuevo cohete, el Space Launch System, que se supone proporcionará suficiente energía como para mandar astronautas a Martes de un tirón. El enfoque de la NASA ahorra el coste del hardware e infraestructuras adicionales para el repostaje pero limita sus opciones a un número de solo seis astronautas y a un largo tiempo de tránsito.
Aquí es donde los planes de Musk son demasiado ambiciosos y alejados del plazo que ha propuesto para enviar la primera nave a Marte tan pronto como en 2022 (Musk admite que se le dan mal los plazos). Se supone que sus naves de tránsito pueden llevar a 100 personas en un viaje y SpaceX todavía no ha puesto a ningún astronauta en el espacio y solo empezará con el modesto número de dos para tripular su cápsula Dragon. De ahí a una nave interplanetaria con capacidad para 100 personas y mantenerlas con vida durante todo el viaje a Marte es mucho pedir, incluso para Musk.
Un miembro del público preguntó durante la presentación por el saneamiento, por ejemplo. La explosión de su cohete Falcon 9 durante su lanzamiento a principios de septiembre demuestra que esto está lejos de ser una ciencia exacta.
A pesar de todos los retos tecnológicos que todavía hay que superar para poder ver cómo se cumplen los monumentales planes de Musk, las cuentas para reducir el coste de las misiones solo cuadran si las naves se reutilizan a menudo y si se venden todas las plazas. Los futuros colonizadores de Marte no solo tendrían que aceptar los riesgos, sino que también tendrían que buscar la forma de pagar la suma de 200.000 dólares.
Incluso aceptando todas estas condiciones, existen costes iniciales enormes para poder desarrollar y construir la infraestructura necesaria tanto en la Tierra como en Marte. Musk admite que recaudar el dinero es el desafío más grande y que finalmente tendrá que ser una operación semi pública.
El éxito de sus planes probablemente dependerá de si puede encontrar suficiente gente con ideas similares dispuesta a invertir mucho dinero para conseguir que los humanos sean una especie interplanetaria, así como tener el visto bueno del gobierno y de los inversores privados que querrán obtener beneficios del proyecto.
Autor: Christian Schroeder, Profesor de Ciencias Ambientales y Exploración Planetaria, Universidad de Stirling
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí
Foto | Dan Taylor