Recuerdo la primera vez que vi a alguien con aquel Galaxy Note original. Le pregunté algo así como "¿pero te apañas con eso?". Aquella pantalla de 5,3 pulgadas parecía insondable y hasta incómoda. Qué ingenuo fui.
Casi una década después lo raro es encontrar móviles de 5,3 pulgadas. Samsung lo ha confirmado con la presentación de ayer: la empresa dio un giro radical en su estrategia, y abandonó su "compacto" de 5,8 pulgadas del año pasado, el S10e, para sustituirlo por el modelo más grande y ambicioso de la historia, ese descomunal S20 Ultra que con sus 6,9 pulgadas es un desafío para nuestras manos... y los bolsillos de nuestros pantalones.
Los teléfonos compactos y manejables no molan
Muchos nos quejábamos de cómo ese imparable aumento de pulgadas en nuestros smartphones se nos estaba yendo de las manos. Quienes gustábamos de poder acceder a toda la pantalla con una mano nos lamentamos ahora que tenemos que usar las dos en muchas ocasiones para poder manejar cómodamente unos terminales que rara vez bajan de las 6 pulgadas.
La tendencia ha venido apoyada por esa masiva reducción de marcos que ha permitido meter más pantalla donde antes todo eran marcos. La imagen de portada lo demuestra de forma contundente: había mucho espacio que aprovechar en el frontal en esos Galaxy Note originales, y aunque los fabricantes han tardado unos años en poder rascar esos milímetros, el resultado es excepcional.
Algunos defendíamos que precisamente poder contar con muchos menos marcos haría que esas diagonales "coherentes" de 5,5 pulgadas pudieran caber en móviles mucho más compactos, pero los fabricantes (y los usuarios, que son los que deciden al final) lo han dejado claro: queremos móviles aún más grandes ahora que podemos aprovechar esa ausencia casi total de marcos.
Matar al Samsung Galaxy 10e es ya una señal inequívoca de que el mercado parece ir en otra dirección. Sony defendió durante años el segmento de los compactos con modelos como sus Xperia ZX2 Compact, y aunque en la actualidad sigue habiendo modelos algo más reducidos en tamaño —el Pixel 3a de 5,6 pulgadas e incluso los iPhone 11 Pro de 5,8 están entre los más contenidos en gamas altas—, la tendencia es clara: los fabricantes no van a menos diagonal de pantalla, sino a más.
En muchos sentidos la estrategia es lógica: esas enormes diagonales se acaban agradeciendo a la larga porque simplemente permiten verlo todo a lo grande. Tanto los que tienen buena vista como los que no la tienen tan buena agradecen esa capacidad de ver más y mejor, pero es que además la explosión de contenidos vía streaming y de videojuegos en móviles saca aún mayor partido de unas pantallas cada vez más inmersivas.
El tamaño importa
El Galaxy S20 Ultra es la última demostración de esa tendencia. Sus 6,9 pulgadas son desde luego todo un reto para nuestro bolsillo —no solo por la metáfora económica, sino por su tamaño, claro—, pero no son los primeros ni serán los últimos en juguetear con esa barrera de las 7 pulgadas. Otros la han superado en el pasado, y lo que está claro es que los teléfonos (aún) más grandes están aquí para quedarse.
Los que no tienen muchas opciones de lograr sobrevivir son esos compactos de gama alta que de hecho son cada vez menos compactos. El iPhone SE era uno de los más destacables hace años, y ahora se habla de un teórico iPhone SE 2 que aparecería en en marzo con una diagonal casi "diminuta" en los tiempos que estamos: 4,7 pulgadas.
Nuestros compañeros de Xataka Móvil a hicieron una buena lista de las alternativas si estábamos buscando un terminal más compacto, y casi todas ellas, aun siendo interesantes, están relegadas a una gama de entrada y gama media que parece tener aún cierto aprecio por esas diagonales más contenidas. En las gamas altas, como decimos, crecer en diagonales (o no reducirlas) parece ser la norma.
Hay una alternativa incipiente: los móviles plegables en formato concha parecen haberse convertido en tendencia, y junto a los Motorola Razr ahora tenemos a los recién presentados Samsung Z Flip. Los móviles plegables permiten jugar con las diagonales de pantalla, pero queda por ver si el (carísimo) concepto realmente acaba cuajando en un mercado que parece satisfecho con el formato tradicional de los smartphones.
Eso sí: el tamaño, una vez más, importa.