El final de El Pingüino, la serie spin-off the The Batman en Max, no decepcionó, y aunque parecía increíble hace apenas ocho semanas, nos deja ante la clara noción de múltiples nominaciones al Emmy para sus realizadores, y sobre todo para su elenco.
El desenlace es -por necesidad, en una historia de origen- predecible, pero trajo algunos giros y vueltas impactantes. Fue, sin exagerar, un final perfecto para una serie que no fue perfecta, pero eso no quita que resulte profundamente doloroso.
--Siguen spoilers del final de temporada de El Pingüino.--
‘Algo grave o poca cosa’
La primera parte del episodio nos lleva de vuelta al pasado, cortesía de la terapia de luz de Julian Rush. Esta vez, vemos las secuelas de la muerte de los hermanos de Oz desde el punto de vista de Francis, que descubrimos, supo lo que pasó en realidad porque halló pruebas de que Oz encerró a sus hermanos en el túnel la noche en que se ahogaron.
Por tratarse de una regresión, la historia nos permite ver lo que hizo la joven Francis pero interpretada por la excelente Deirdre O'Connell (nada en contra de la actuación de Emily Meade, pero O’connell es mejor en transmitir la faceta rota y endurecida del personaje).
En una charla con Rex Calabrese, el gángster que Oz ve como un héroe, Francis decide que no puede aceptar el horror que cometió su hijo. Hace un trato para matar al niño y librarse de, en sus palabras, del diablo que tiene en su casa.
Asistimos así a la noche en Monroe’s que Oz recuerda como el momento maravilloso en que recuperó a su madre. En realidad, se suponía que fuera una despedida, excepto que en el último minuto Francis cambia de opinión, no por amor, sino por la apuesta calculada de que Oz pueda darle la buena vida que siempre quiso.
Resulta que Sofia tenía razón, y Francis hizo, de la manera más consciente, al monstruo que terminó por dominar su vida.
De vuelta a la Gotham de hoy, Vic llega al lugar de la bomba, solo para hallar que Oz ha desaparecido y que el apoyo que consiguió de parte de las pandillas se está disipando como el humo de la explosión. Vic da un gran discurso que, sin embargo, no hace nada para mantenerlos cerca. Solo les interesa el poder y el dinero y ahora es Sofía quien puede ofrecerlos.
Es una escena dolorosa en más de un sentido, porque demuestra que Rex tenía razón: la ambición y la codicia no compran lealtad, pero si consigues a alguien que busca un padre…
Como sea, Vic debe buscar solo a Oz en los restos de lo que fueron alguna vez su laboratorio y su vecindario. Una vez mas, uno no puede evitar preguntarse: ¿Dónde diablos está el murciélago?
Y llegamos así a la confrontación final de Sofia y El Pingüino, en el mismo bar del flashback, que en rigor no es confrontación porque Sofia, para todos los efectos, ha ganado. Pero como dicta la tradición, ¿qué hace?
Sí: se pone a monologar. Se lanza de lleno en una fábula sobre aves (una comparación apropiada, supongo) y amenaza con quitarle el dedo meñique a Francis en represalia por el dedo que Oz le cortó a Alberto. Puede evitarlo, le dice, si es honesto sobre lo que les sucedió a sus hermanos.
Colin Farrell hace un trabajo magistral mostrando la desesperación de Cobb, al punto de que uno debe preguntarse si este hombre en serio cree que no fue él el artífice de la muerte de sus hermanos.
El episodio no lo dice con palabras, pero la respuesta es clara: Oz no es delirante, simplemente no le importa nada distinto a sí mismo. Por todo el amor que dice profesar por su madre, la verdad es un precio demasiado alto y es solo cuando Francis le grita que siempre lo ha odiado, que Sofía decide que no vale la pena.
Es el punto culminante del episodio culminante de una serie que pasará a la historia como una sorpresa en el desgastado paisaje de las adaptaciones basadas en comics. Cuando Francis le escupe su odio a la cara y lo ataca con una botella rota, Oz se ve reducido al niño indefenso que fue y Francis se sume por completo en la locura y sufre un ataque que representa la mejor venganza de Sofia.
Es una venganza decididamente corta, porque en la confusión El Pingüino logra liberarse y escapar. En su reencuentro con Vic, Oz mantiene a toda costa la ilusión y le dice que fue Sofia, no su madre, quien lo apuñaló.
Y Vic, por segunda vez, le demuestra a Oz una lealtad que va más allá del interés y la supervivencia. En muchos sentidos, le entrega a El Pingüino el respeto y el estatus que ha perseguido toda su vida, y eso hace tan jodidamente triste lo que pasa al final.
Sofia toma la decisión de dejar Gotham y ofrece todo -su casa, su imperio, el negocio de su familia- a quien le traiga a Oz. Una vez más, la dualidad es entre las alianzas forjadas por interés y las alianzas formadas por los vacíos que llenan los liderazgos, incluso los más tóxicos.
La escena de Oz tomando la placa de Bella Real abre la puerta para que veamos regresar al personaje como un poder político (en el cómic llega a ser alcalde). Por ahora, se las arregla para crear una narrativa en la que Falcones y Maronis destruyeron gran parte de la ciudad en su guerra sin fin por el control del submundo criminal.
A punta de palabras, logra alinear el apoyo político que necesita y, de paso, gracias a la ayuda de Vic, consigue que todas las pequeñas pandillas se unan contra Sofia.
Así, el corto reinado del clan Gigante llega a su fin después de quema la mansion de su familia y es traicionada por los hombres a su alrededor, incluidos los policías que pensó que había comprado. El personaje más interesante de la serie -y quizá la revelación de la televisión de 2024- es devuelta a Arkham, una vez más bajo el cuidado de Julian Rush.
Hasta allí llega una carta, que conecta a Sofia con Selina Kyle y nos da la esperanza de volver a verla, ya sea en The Batman 2 (algo decididamente poco probable) o en una segunda temporada de esta serie (que por ahora no está anunciada, pero se vale soñar).
El Pingüino presenta también el destino final de Francis como un giro del destino en el que Oz controla cada aspecto de su existencia, en absoluto desprecio de su expresa voluntad, y mantiene, a pesar de ello, la fantasía de que es un buen hijo, que hizo todo lo que hizo por ella.
Y, claro, el golpe de gracia, la última traición, es la muerte de Vic a manos del monstruo que ayudó a llegar a la cima. El error del joven es dejarle ver a Oz que lo considera familia, y ya sabemos que para El Pingüino la familia no es sino una vulnerabilidad. Oz necesita 'limpiar' su acto y no tiene uso en su vida para un matoncito de poca monta de Crown Point.
La toma sostenida de la cara repugnante y retorcida del homicida mientras estrangula la vida de Vic es la declaración final, redundante en este punto, de que hemos acompañado en su ascenso a un monstruo.
Y mientras Oz baila sobre la ciudad que ahora puede ver desde su penthouse, la batiseñal brilla en el cielo nocturno de una ciudad sobre la que ha caído el invierno y deja a las audiencias a la espera de lo que traiga The Batman 2, en la que no está claro si veremos a Cobb.
Es, en resumen, asombroso, que la showrunner Lauren LeFranc haya logrado hilar, a partir de una serie que podría ser simplemente una prolongación del personaje que vimos en The Batman, un drama visceral sobre las mujeres en un mundo arruinado por el patriarcado, pero aún así dominado por él. Hablemos de subtextos apropiados para el momento.
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