“Hemos agregado electrodos en el cristal de zafiro trasero y en la corona digital, lo que le permite tomar un electrocardiograma”. Con esas palabras Jeff Williams provocó una enorme ovación durante el (ya tradicional) evento anual de Apple. Y la cosa es tal y como suena, Tim Cook y su equipo han metido un electrocardiograma en el Apple Watch Series 4.
En principio, la idea sonaba fenomenal. El mismo Ivor J. Benjamin, presidente de la American Heart Association, habló en el mismo evento sobre las ventajas que podía traer la democratización del acceso al electrocardiograma. Sin embargo, la verdadera pregunta es si esos supuestos beneficios compensan a los posibles problemas. Y, por lo que sabemos hasta ahora, la respuesta parece ser no.
Un electrocardiograma en la muñeca
En noviembre de 2017, la FDA aprobó KardiaBand a AliveCor y la empresa lo anunciaba como el "primer accesorio médico del Apple Watch". Era un gran paso: usualmente, obtener el 'OK' de la FDA es muy complejo y, con esto, se abrían de par en par un montón de posibilidades. KardiaBand permite monitorizar el sistema cardiaco durante treinta segundos en la muñeca.
Además, KardiaBand se conecta con una aplicación que permite evaluar a tiempo real los cambios en la frecuencia cardíaca y notificar al usuario en cuanto haya algún problema. Esto viene fenomenal para ciertas personas con antecedentes familiares de enfermedad cardiaca o con factores de riesgo. Pero, sobre todo, a personas con fibrilación auricular.
Una solución para un problema muy concreto
La Fibrilación Auricular ocurre cuando el movimiento de las aurículas (las cavidades superiores del corazón) se descoordina y produce un ritmo cardíaco irregular. No solo se trata de la cardiopatía más común (se calcula que origina el 3,6% de las urgencias generales y más del 10% de los ingresos médicos del hospital); es que, de hecho, se vuelve más común con la edad (pasando del 1% en jóvenes al 10% en ancianos).
La FA suele tener complicaciones tromboembólicas (un incremento en el riesgo de ictus y mortalidad), por lo que interesa un diagnóstico precoz que permita tenerla bajo control. El problema es que, hay tipos de FA que son difíciles de diagnosticar. Se estima que hasta un 65% de las FAs pueden ser del tipo 'paroxístico'; es decir, sus crisis duran menos de 2 minutos y, por eso mismo, es casi imposible de estudiar con un ECG.
Aunque las últimas revisiones señalan que las FA paroxísticas no están asociadas claramente con el riesgo de tromboembolismo y muerte, sí que provocan gran malestar, ansiedad y preocupación. Sobre todo, cuando los pacientes notan la fibrilación y saben que "pasa algo". Aquí, los 30 segundos del Apple Watch pueden ser de utilidad (porque permiten tomar una foto instantánea de la crisis).
Más allá, todo problemas
Para todos lo demás, me temo, la evidencia sugiere que los problemas asociados con el uso del electrocardiograma superan a los beneficios. Y es que este no es debate nuevo. Muy al contrario, se lleva mucho tiempo discutiendo sobre la utilidad del cribado electrocardiográfico. Es decir, de hacer ECG a adultos asintomáticos con bajo riesgo de enfermedad cardiaca porque sí.
En 2012, la U.S. Preventive Services Task Force ya había recomendado no realizar ese tipo de cribados. Y hace unos meses lo volvió a hacer.
¿Por qué? Porque incluso en el supuesto de que se descubran algunos casos que permanecían ocultos; para la inmensa mayoría de personas el cribado no tendrá ningún beneficio. Eso sí, los falsos positivos someterán a los pacientes al impacto negativo de la ansiedad y los tratamientos innecesarios. Ese es el resultado previsible de tener un ECG en la muñeca.