A finales de 1958 la China comunista se preparaba para invadir Taiwán, en aquella época respaldada por Estados Unidos. El país norteamericano cedió algunos de sus avanzadísimos y aún súper secretos misiles aire-aire AIM-9B Sidewinder, que en una batalla aérea poco después alcanzaron a varios aviones chinos.
Entre ellos estaba un MiG-17 de la Fuerza Aérea del Ejército Popular de Liberación que tuvo suerte: el misil se quedó en su fuselaje pero no explotó, lo que permitió al piloto regresar a la base. Cuando lo hizo los chinos enviaron el misil a la Unión Soviética para que lo analizase, lo que dio lugar a la creación del R-3S soviético gracias a la ingeniería inversa. Si aquel primer "robo" de tecnología armamentística fue sorprendente, el que la KGB realizó una década después lo es aún más.
Así es como los soviéticos lograron robarle la cartera (y los misiles Sidewinder) a los EE.UU.
Hasta aquella batalla aérea los Sabre F-86 con los que operaba Taiwán habían tenido enormes dificultades para combatir con los MiG-15 chinos, sobre todo cuando estos volaban al máximo de su techo operacional: eran inalcanzables.
Eso cambió cuando los Estados Unidos proporcionaron esos misiles a varios F-85 de la fuerza aérea de Taiwán, que se enfrentó a la de China en un combate singular un 24 de septiembre de 1958. Los datos hablan de 48 Sabre F-86F y de nada menos que 126 MiG-15 y MiG-17 en la zona de Shantou, y los pilotos taiwaneses pudieron confirmar nueve derribos y otros dos más posibles no confirmados sin que ellos sufrieran ninguna baja. Seis de aquellos derribos se produjeron con esos misiles Sidewinder.
Aquella arma había hecho estragos en la fuerza aérea china, así que recuperar aquel misil intacto del MiG-17 fue algo crucial. China lo envió a los científicos soviéticos, que se quedaron asombrados por aquel misil que para ellos fue como un vistazo al futuro del armamento militar. Los rusos lograron hacer ingeniería inversa del misil y crear su propia versión de los Sidewinder en 1960 para distribuirla a 20 países de todo el mundo en los años siguientes.
Sin embargo más sorprendente aún fue el siguiente gran robo de tecnología de misiles aire-aire. El 22 de octubre de 1967 un agente de la KGB llamado Manfred Ramminger logró entrar en la base aérea de Neuburg (Friburgo, Alemania) junto su conductor y a un piloto alemán.
Aquella noche lograron robar la que era la nueva iteración del misil AIM-9 del depósito de municiones, y lo sacaron de la base en su Mercedes a pesar de sus 2,9 metros de longitud: tan solo tuvieron que cubrirlo con una manta roja para indicar que llevaban un objeto que sobresalía del coche.
CUando Ramminger llegó a su casa con el misil, lo desmontó tranquilamente y empaquetó todas las piezas en una caja. Las llevó a una oficina de correos y, atentos, las envió directamente a Rusia por corrreo aéreo etiquetando el paquete como "una exportación de gama baja".
El paquete, claro, pesaba bastante, así que el envío le salió caro: 79,25 dólares de la época. El misil desmontado acabaría llegando a Rusia 10 días después habiendo pasado (por error) antes por París, Coopenhague, Düsseldorf y, por fin, Moscú.
Algún tiempo después Ramminger acabaría siendo arrestado junto a sus ayudantes: fueron condenados a cuatro años de cárcel, pero para entonces los soviéticos ya estaban preparando su versión de aquel misil, un mejorado R-13M que volvería a poner sus sistemas de armamento al máximo nivel.
Vía | National Interest