425.000 toneladas de dióxido de carbono, 300.000 millones de toneladas de azufre y un larguísimo invierno que acabó con tres cuartas partes de las especies vivas de animales y plantas desaparecidas. Y es que, si hemos de escoger un solo día para ejemplificar lo que sería el Apocalipsis, la mayoría de nosotros escogeríamos ese día. Cuando hace 66 millones de años un asteroide impactó la Tierra liberando una energía equivalente a 10.000 millones de bombas de Hiroshima.
Ahora, el análisis de un cilindro de roca extraído del borde del cráter que provocó ese meteorito ha permitido que un grupo de investigadores pueda reconstruir minuto a minuto lo que ocurrió justo después de aquel día que cambió todo. Así fue el fin de aquel mundo.
Foto finish del fin del mundo
Y el principio de otro. De hecho, el trabajo de los investigadores se titula "Los primeros días del Cenozoico", el periodo geológico que se inició justo después de la extinción masiva del Cretácico que provocó el asteroide. Aquello fue un verdadero reseteo de la vida en la Tierra.
Para averiguar qué pasó tras el impacto, un equipo de investigadores realizó catas geológicas en el borde del cráter de Chicxulub, al noroeste del Yucatán (México). El equipo extrajo cilindros de roca que se encontraban a más de un kilómetro bajo el lecho del Golfo. Durante estos años, partidos en trozos, los han analizado minuciosamente.
Y lo que llama la atención es lo rápido que se lleno aquel enorme vacío. Según explican los investigadores en los primeros minutos tras el impacto, mientras el tsunami que llegaría hasta los Grandes Lagos estaba aún fraguándose, el cráter se rellenó de 40 ó 50 metros de roca fundida y fragmentaria.
A la hora, ya se había formado una capa de 10 metros de vidrio y suevita; un par de horas más tarde bastaron para acumular 80 metros de sedimentos y, antes de que acabara el día, el agua volvió arrastrando todo lo que encontraba a su paso (incluido muchísimo material orgánico).
Me fascina la idea de que, 24 horas después de aquel infierno, la estampa final pudiera ser sencillamente la de un mar en relativa calma. No fue exactamente así porque la fisionomía del mundo cambio radicalmente y quedaba mucho por reajustar. Pero sorprende la velocidad con la que un evento imprevisto puede cambiar la historia de la Tierra. La ciencia, sin lugar a dudas, nos da imágenes terriblemente bellas.
Imagen | NASA, ESA, M.A. Garlick (space-art.co.uk), University of Warwick, and University of Cambridge