Ha sido una de las presentaciones tecnológicas más importantes de todos los tiempos. Steve Jobs asistía a la MacWorld Expo en enero de 2007 para dejarnos a todos asombrados con aquel iPhone original que no llegaría a las tiendas hasta unos meses después.
En aquella demo todo parecía funcionar como la seda en un dispositivo que acabaría revolucionando el mercado, pero es que aquella presentación salió milagrosamente bien. Muchos ensayos, muchos iPhones bajo el tapete e incluso una antena de telefonía privada fueron claves de aquella demo histórica.
Una presentación que salió bien pero que podía haber salido muy mal
Cuando Jobs presentó el iPhone en aquella conferencia, el dispositivo era mucho menos funcional de lo que aparentaba. Uno de los ingenieros que estuvieron implicados en su desarrollo, Andy Grignon, explicaba en 2013 cómo lograron dar la impresión de que todo funcionaba a la perfección cuando en realidad casi nada lo hacía.
En realidad funcionaban pequeños apartados del software, pero a menudo cualquiera de ellos provocaba que el iPhone se colgase y dejase de responder.
La limitada memoria del dispositivo ponía muchos problemas a unas aplicaciones aún muy verdes y que pedían demasiados recursos a ese iPhone original: si había varias de ellas en ejecución al mismo tiempo, el iPhone dejaba de responder por la carga en memoria de esas aplicaciones.
Los trucos del mago Jobs
Y sin embargo, sobre el escenario todo parecía funcionar a la perfección. Para lograrlo Steve Jobs y su equipo se sacaron de la manga unos cuantos trucos que permitieron que aquella demo se convirtiera en antológica.
Para empezar, los ingenieros lograron crear un "camino dorado", un conjunto de tareas específico, realizadas de una forma específica y en un orden muy concreto, que lograban dar la apariencia de que en efecto todo funcionaba bien en el dispositivo.
¿Cómo era posible entonces que Jobs superase la limitación de memoria al pasar de una aplicación a otra? Fácil: usó varios iPhones para la demostración que iba intercambiando sin que la audiencia lo notase para continuar con ese "camino dorado" de la demo que le permitiría concluirla con éxito.
Otra de las claves de aquella demostración fue la conectividad de la que dependía el dispositivo. Como suele suceder en estos eventos, la sobrecarga de la red por la cantidad de portátiles y móviles conectados a ella puede hacer que esa conexión acabe fallando en cualquiera de esos dispositivos, incluidos los de la propia demo, así que a Steve Jobs y a su equipo se les ocurrió otra idea singular.
La idea consistió en instalar una antena de telefonía móvil independiente y privada para la demostración. Jobs llegó a un acuerdo con AT&T, la primera operadora con la que se comercializó el móvil, para que les instalasen una antena portátil que solo pudiese ser utilizada por los iPhone del escenario.
Eso se unió a un último elemento que no tenía nada de mágico. Para que aquella demostración funcionase como Jobs esperaba, el co-fundador de Apple se dedicó a ensayar sin descanso aquel proceso durante días. Una y otra vez, hasta conseguir que todos los detalles que iba mostrando funcionasen de forma que dieran la apariencia de que el iPhone era ya totalmente funcional cuando aún estaba lejos de serlo.
El resto, como suele decirse, es historia.
Vía | Curiosity
En Xataka | Así (de mal) se imaginaba el mundo que iba a ser el primer iPhone antes de su presentación