La noticia le dio la vuelta al mundo: en 2022, The New York Times pagó millones de dólares por un juego codificado en JavaScript que se ejecutaba por entero en el navegador. Ahora que, predeciblemente, en la red pululan clones de dicho juego, el Times se sorprende y amenaza con demandar…
Si se creen los reportes, el emblemático diario neoyorquino ha presentado cientos de avisos de derechos de autor contra clones del popular juego de palabras que creó Josh Wardle, al que, como dijimos, se lo compró hace un par de años.
El Times compró Wordle porque vio su potencial para ayudar a aumentar sus suscripciones digitales. El juego sigue siendo gratuito, pero no hay garantía de que siempre vaya a ser así. Y si deja de ser así, los clones son el enemigo.
Pero la fortaleza del juego que codificó Wardle -su absoluta sencillez- es también su principal vulnerabilidad. Cualquiera con nociones de JavaScript puede replicarlo con facilidad y, a diferencia del Times, que solo ofrece una palabra por día, dejar que la gente juegue hasta hastiarse.
Los juegos y los derechos de autor
El Times integró Wordle a su oferta de juegos (del famosísimo crucigrama al mucho más reciente Connections) y habilitó estadísticas a lo largo del tiempo para fidelizar a los jugadores. También nombró a un editor dedicado para dirigir el juego.
Pero nada de eso cambia que duele ver hoy a The New York Times sacando una página del libro de Nintendo y amenazando a pequeños desarrolladores por emular un juego tan simple.
Porque, si bien tiene sentido que el periódico quiera proteger su inversión de cualquier persona que infrinja sus derechos de autor, ese es un por decir lo menos un terreno cenagoso… porque verán, hablamos de un juego, y los juegos no tienen derechos de autor.
Sí, herejía, pero permítanme aclarar. Los juegos como marcas tienen derechos de autor. Trata de vender tu propio Scrabble o tu propio Monopoly y lo comprobarás muy pronto. Pero la forma en que el juego se juega… eso no se puede proteger, y por eso tú has visto, tú has jugado, probablemente tú has comprado juegos que son eso: clones. El mismo Times lo ha hecho.
Y en muchos sentidos, los clones son la forma en que avanzan los géneros: los clones de Doom dieron origen a lo que hoy son los first-person shooters, y muchos creen, creemos, que el género nunca habría progresado a su estado actual si ID Software hubiera podido registrar no solo el título sino toda la mecánica de juego.
Puedes registrar el nombre, y puedes registrar el logo y los artes, claro, pero hay cosas en el juego que nunca serán aptas para derechos de autor. En el caso de Wordle, la mecánica subyacente del juego, que además no es original, no son protegibles. Al Times no le queda bien amenazar a los desarrolladores de poca monta que clonan Wordle con sus propios énfasis o intereses.
A menos que alguien esté, de verdad, enriqueciéndose con tu propiedad, deberías aplicar no solo la ley, sino el sentido común: Las reglas de los juegos nunca han sido susceptibles de derechos de autor. Esto puede ser algo incómodo, ya que el juego se compone casi exclusivamente de reglas, pero eso no es excusa para obligar a otros a pensar como tú.
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