Cuando hablamos de energías "verdes" no se nos ocurre hablar ni por asomo del motor de combustión al ser uno de los elementos responsables de la polución atmosférica tras décadas de actividad. Pero aunque no es una energía renovable, unos investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia han logrado diseñar un motor de combustión interna que no genera gases nocivos.
Un proyecto que se adapta a la normativa sobre emisiones cuya aplicación se prevé para 2040 al no producir dióxido de carbono (CO₂) y otros gases dañinos para la salud. La clave: evitar los compuestos de nitrógeno y gestionar el CO₂ para que no se emita como ocurre en un motor convencional.
Que el coche no genere contaminantes y "genere beneficio"
La situación del cambio climático y el hecho de que el petróleo se acabará algún día urge que todo lo basado en los combustibles fósiles tenga alternativas potenciales. En marzo vimos que se estaba apostando más por el e-Diesel, un combustible que no genera emisiones y que funciona en motores convencionales, pero mientras se solucionan los asuntos del coste de producción y la eficiencia en la universidad valenciana han dado con una tecnología que puede ayudar a aliviar al mundo de gases contaminantes.
Según leemos en la comunicación propia de la UPV, el equipo de investigadores del Instituto de Tecnología Química (UPV-CSIC) ve su proyecto como "revolucionario" y la verdad es que, a falta de ver cómo va desarrollándose, sobre el papel pinta bastante bien. Manteniendo una alta eficiencia, han dado con un sistema para eliminar los compuestos de nitrógeno y, a la vez, licuar el CO₂, según se explica.
La tecnología que han empleado se basa en el uso de membranas cerámicas MIEC (patentadas por el ITQ (UPV-CSIC)), de modo que al incluirlas en el motor permiten que haya una separación selectiva de compuestos. En concreto, el oxígeno se separa del aire para que se produzca la combustión, de modo que se genera únicamente agua y CO₂.
Según detalla José Manuel Serra (investigador del ITQ (UPV-CSIC)), este CO₂ se almacena en el interior del vehículo de manera que no sale expulsado, convirtiendo al vehículo en un "suministrador de CO₂". Lo que ocurre con él es que se comprime y almacena en un depósito a presión, quedando así como un subproducto que tiene aplicación industrial (pudiéndose retornar en una estación de servicio).
Además, los investigadores aseguran que su motor mantiene la autonomía y capacidad de repostaje que puede tener uno convencional pero siendo más limpio. Luis Miguel García-Cuevas (investigador del CMT-Motores Térmicos de la UPV) explica que no genera "ningún tipo de emisión contaminante o de efecto invernadero, igual que pasa con los eléctricos".
No lo veremos en automóviles (en principio)
Eso sí, como señalan en Motorpasión, es un motor pensado sobre todo para vehículos de gran tamaño, como camiones, autobuses o barcos y aviones. Según detalla Francisco José Arnau, también del CMT-Motores Térmicos, para poder aplicarse en vehículos más pequeños sólo se capturaría parte del CO₂, de manera que no eliminaría los gases por completo.
Queda ver si en la práctica es tan limpio como dicen y si acaba siendo una revolución, al menos como puente hasta que las infraestructuras para la alimentación eléctrica y de hidrógeno (sobre todo esta segunda) sean una realidad más consistente. De momento los dos primeros prototipos a escala de este motor se presentarán en los próximos meses, así que estaremos atentos.
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