La falacia de los Uber, Lyft y Cabify del mundo es que no evitan los atascos: los empeoran

Adiós a los atascos, prometió Travis Kalanick cuando fundó Uber. El ahora ex-CEO de esta plataforma de movilidad nos vendió a todos un futuro en el que sus coches ayudarían a que mucha gente optase por ellos en lugar de sus propios vehículos.

Eso, nos planteaban los Uber, Lyft, o Cabify del mundo, ayudaría a reducir los atascos y las congestiones de tráfico. La realidad es muy distinta años después, y varios estudios y expertos confirman que los atascos son peores que nunca. Hasta Uber tuvo que reconocerlo y son varias las ciudades que han empezado a plantear límites y regulaciones especiales para estas plataformas.

Promesas incumplidas

Los atascos se han agravado por ejemplo en varias ciudades estadounidenses como Chicago, San Francisco o Nueva York. Varios son los estudios que desde hace de hecho dos años dejan claro que la promesa de un tráfico más llevadero —con aquella célebre charla de Kalanick en TED— se ha quedado en agua de borrajas.

Como explican en The Morning Star, una de las claves de esa promesa era la puesta en marcha de servicios como Uber Pool, que permite compartir un mismo Uber entre varios usuarios para aprovechar mejor el trayecto: cada viajero tardaba algo más en llegar a destino, pero pagaba menos que si hubiera hecho el trayecto en un Uber (o cualquier otro rival) él solo.

Los algoritmos prometían recortes de tráfico brutales gracias a este tipo de iniciativas y planteaban una nueva y atractiva alternativa a los viajeros que no quisiesen mover ni en transporte público ni en sus propios vehículos. Al final la realidad es muy distinta, y prefieren viajar solos aunque les cueste más.

Los problemas crecen

Eso hace que además muchos conductores de estas plataformas tengan sus coches desocupados buena parte del tiempo: los estudios estiman que esos coches están un 40% sin ocupantes. Eso, además, tiene otra consecuencia especialmente delicada: todos esos coches no hacen más que contaminar más ese tiempo que están sin ser aprovechados por los viajeros.

Más licencias concedidas y más coches de estas plataformas han ido agravando el problema, que según un estudio de la Universisad de Kentucky (PDF) ha hecho que entre 2010 y 2016 la reducción de la velocidad media del tráfico en San Francisco (que fue de un 21%) se deba a estas plataformas.

Hasta los responsables de Uber tuvieron que admitir el verano pasado que estaban agravando el problema de los atascos en las ciudades mientras que en Lyft tiraban balones fuera argumentando que el "76% de los americanos van solos en su coche al trabajo". Tanto la una como la otra han lanzado programas alternativos como sus propias plataformas de bicicletas eléctricas o patinetes eléctricos.

La ciudad de Nueva York acabó limitando el número de licencias que concedía cada año, y Chicago puso en marcha hace unas semanas una nueva iniciativa para que cada trayecto en estas plataformas esté sometido a un nuevo impuesto.

Eso hace que sean también algo más difíciles de creer esas estimaciones que desde el MIT hacían hace tres años: por entonces nos aseguraban que 3.000 coches autónomos podrían servir la demanda de taxis de Nueva York. A la vista de los hechos, puede que nunca veamos cumplida esa promesa, sobre todo cuando los usuarios siguen prefiriendo moverse por su cuenta y sin compartir coche.

Imagen | Unsplash

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