El ecosistema que rodea al mundo de la Smart TV es realmente vibrante: los fabricantes no paran de introducir nuevos modelos que hacen que sea difícil seguir la actualidad de un segmento en el que las tendencias van cambiando para convencernos con argumentos como las pantallas curvas, los tipos de paneles o, por supuesto, el soporte de la resolución 4K o de alguno de los distintos estándares HDR.
Son tantas las novedades y las ofertas que nos llegan por todos lados que parecemos haber olvidado a una fantástica alternativa para quienes disfrutan de cine y series televisivas: los proyectores también han evolucionado, pero son los grandes olvidados del mercado.
En defensa de los proyectores
Este no es un post objetivo. Si sois usuarios de proyectores seguro que coincidéris conmigo: estos productos hacen que la experiencia cambie radicalmente. Tengo un viejo Sanyo PLV-Z5 con resolución 720p, y en estos 10 años de andadura lo he usado constantemente y solo he tenido que cambiar la lámpara una vez.
La inversión ha quedado sobradamente rentabilizada, y a pesar de soportar solo esa resolución sigo prefiriendo ver series y películas en el proyector que en una televisión de 47 pulgadas que es muy decente pero que no puede competir en espectacularidad.
Durante todos estos años, no obstante, he ido contemplando cómo el segmento de los proyectores parecía quedarse estancado frente a la frenética evolución de los televisores, que han crecido en tamaño, han disminuido en precio (hasta cierto punto) y han hecho que sea prácticamente impensable optar por un proyector que siempre implica un incómodo montaje y unas prestaciones que no pueden compararse con las de un televisor del mismo precio.
Ventajas e inconvenientes: la TV gana por goleada
El repaso a las ventajas e inconvenientes de los televisores frente a los proyectores deja claro que hay solo un ámbito en el que los proyectores ganan la batalla, y es en el de la diagonal que pueden ofrecernos ambos productos.
Salvo por ese detalle, la elección parece favorecer claramente a los televisores, que se han vuelto más accesibles y atractivos con cada nuevo modelo. Una SmartTV de 55 pulgadas con resolución 4K y soporte HDR nos hubiera salido por un ojo de la cara hace pocos años, pero hoy en día este parece ser el estándar de facto en la industria. Un estándar que además es lo suficientemente grande y, que desde luego nos brinda una calidad de imagen fantástica.
Aún así nos hemos animado a hacer un repaso de esas características en las que compiten unos y otros para recordar que también los proyectores han avanzado en este campo. De hecho los televisores de 65 pulgadas empiezan ya a tener precios "difíciles" para muchos usuarios —esta Sony A1 de 6.000 euros lo demuestra—, con modelos de 75 pulgadas ya muy por encima de lo que la mayoría está dispuesta a pagar.
Es ahí donde los proyectores pueden marcar la diferencia, porque un buen proyector (incluso uno 4K nativo) puede ser bastante más barato que esas televisiones de gran formato. Las comparaciones son odiosas, pero he aquí esos argumentos:
- Tamaño: el único apartado en el que los proyectores ganan de largo, sin duda. Con un proyector decente es fácil llegar a las 300 pulgadas de diagonal si es que tenemos pared para esa pantalla, mientras que los televisores actuales difícilmente superan las 75 u 85 pulgadas, y esos tamaños ya imponen precios absolutamente astronómicos para los modelos de los fabricantes que los ofrecen.
- Brillo: aquí influye un requisito tradicional de los proyectores, y es el de que para disfrutarlos necesitamos estar en una sala (casi) totalmente a oscuras. Los paneles de los televisores actuales suelen ofrecer una luminancia excepcional frente a proyectores convencionales, incluso aquellos que están bastante por encima del precio de la TV con la que compiten. El problema se ha mitigado con las pantallas de rechazo de luz ambiental que permiten disfrutar del proyector incluso en salas que no están totalmente a oscuras, pero aquí las TVs suelen ganar sin problemas.
- Contraste: este apartado es mezcla de la gestión de los niveles de negro y el brillo, y aquí los proyectores vuelven a tener desventajas por ese requisito de la sala oscura. Si a eso le añadimos que los paneles OLED ofrecen negros puros, la batalla, una vez más la ganan las televisiones.
- Resolución: en teoría aquí tanto proyectores como televisores estarían empatados porque en ambos casos podemos encontrar modelos que logran ofrecer resoluciones 4K, pero el problema es que el precio de los proyectores que ofrecen esa resolución (sin inventos 'pseudo-4K') es claramente superior al de televisores 4K de gama media que podemos encontrar tranquilamente en buenas diagonales por debajo de los 1.000 euros.
- Gestión del color: los proyectores logran una gestión de color realmente notable con las tecnologías que se utilizan actualmente, pero una vez más los televisores han logrado evolucionar de forma más rápida y potente en este apartado, sobre todo con la renovada tendencia HDR que hace que el contraste dinámico haga mucho más atractivas esas imágenes.
- Instalación: los televisores se instalan en apenas unos minutos salvo que uno quiera colgarlos de la pared o tratar de lograr una instalación "sin cables" (con cables ocultos), pero en el caso de los proyectores esa instalación es más engorrosa tanto por la necesidad de colgarlos en el techo normalmente, como por la de llevar las conexiones de las fuentes de vídeo al proyector. Los proyectores de tiro corto han surgido como interesante alternativa para una instalación mucho más sencilla, pero su precio se dispara frente a modelos convencionales.
- Calidad de sonido: aunque los proyectores pueden integrar altavoces, su función fundamental siempre ha sido la de proyectar la imagen sin más, y de hecho estas instalaciones suelen estar complementadas como sistemas de audio más o menos complejos. Con los televisores una vez más nos ahorramos costes, porque suelen integrar sistemas de altavoces bastante decentes que pueden ampliarse igualmente si el usuario desea ir un paso más allá en ese sentido.
- Aplicaciones: no queríamos olvidarnos de las plataformas que convierten a un televisor en un "televisor inteligente" gracias a los sistemas operativos integrados desde los que es posible lanzar apliaciones y clientes de todo tipo con los que ampliar las posibilidades del televisor como tal. Los proyectores no cuentan con tal opción, aunque obviamente es posible dotarles de tal capacidad con periféricos como un set-top-box con Android TV, por ejemplo.
La experiencia cine, más importante que nunca
Los argumentos parecen dejar claro que los ganadores claros son los televisores, que cuentan con una relación precio/prestaciones mucho más interesante para la inmensa mayoría de los usuarios.
Y sin embargo, hay un componente que va más allá de esas características, y es el de la experiencia de visionado que ofrece un proyector frente a la que ofrece una televisión. Con un proyector la experiencia es mucho más cercana a la que tenemos en un cine, desde luego, y eso marca la diferencia para los que somos usuarios de estos proyectores.
Esa es precisamente la característica que convierte a estos productos en una opción fantástica ahora que contamos con más entretenimiento que nunca en el ámbito del cine y las series televisivas. Una buena tele es desde luego capaz de ofrecer una gran experiencia, pero el proyector va un paso más allá.
Precio y comodidad de montaje parecen prevalecer siempre entre los usuarios, algo que condena irremisiblemente las ventas de esos proyectores que afortunadamente, eso sí, no dejan de sorprendernos con nuevos formatos y tecnologías.
Es el caso de las tecnologías Láser o LED de los proyectores de última generación, que permiten alargar la vida útil de las lámparas de forma notable aunque eso también implique que estos modelos suelan ser bastante más caros. Sea como fuere, nuestros compañeros de Xataka Smart Home no dejan de recordárnoslo con sus noticias sobre proyectores, así que si estáis planteándoos algo en este sentido, tenedlo en cuenta.
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