Cuando hablamos de M. Night Shyamalan, director de películas como El sexto sentido o Señales, no puede uno menos que pensar cómo habrá sido el pitch de muchas de sus películas. Pocas veces ha sido eso más marcado que con ‘Llaman a la puerta’, o ‘Knock at the Cabin’, una película con una premisa interesante pero que, en términos generales, falla en crear una historia creíble y en conectar a la audiencia con sus personajes.
El pitch de elevador sería algo como “¿Qué pasaría si una familia, que además es queer, debe tomar una terrible decisión para salvar al mundo del apocalipsis?”. Suena descabellado, claro, pero Shyamalan ha dirigido películas más extrañas en el pasado (te estoy mirando a tí, The Happening).
El problema de esta película no está en su premisa principal, que es sacada directamente del exitoso libro escrito por Paul Tremblay, sino en la incapacidad de sacarle jugo a un reparto con actores interesantes (Dave Bautista, Rupert Grint, Jonathan Groff...) pero que no se traduce en personajes de los que se pueda decir lo mismo.
Esto es especialmente notorio con las 4 personas que llegan a la casa, que se dicen atribulados por el peso de una misión que no escogieron, pero que más allá de escenas y frases sueltas nuncas le dan al espectador elementos reales para comprender su situación, compadecerlo o, mucho menos, simpatizar con ellos.
La película tiene su mejor momento en los primeros 20 minutos, con un Bautista que hace el papel de un ‘gigante amable’ que solamente está cumpliendo su tarea y que inmediatamente conecta a los asistentes con la historia. Lamentablemente, a medida que se va revelando más y más del misterio de la tarea del grupo -que por añadidura conocen bien quienes vieron el trailer- la tensión que se construyó en la primera parte de la película se diluye hasta desaparecer.
Ruper Grint (Ron, en las películas de Harry Potter) tiene un papel que podría ser inmensamente interesante de explorar, con su carácter huraño y violento, y a medida que se revelan algunos secretos de su pasado. El actor logra transmitir una imagen contundente, pero que termina malgastada y que en realidad nunca va a ningún lado.
Escritura perezosa
Ahora, la historia de la familia que se ve secuestrada es mucho más efectiva, en gran medida por el trabajo de los dos actores y la sobresaliente actriz infantil Kristen Cui, que interpreta a Wen. Pero ni ellos se salvan de un guion perezoso que con frecuencia introduce elementos que destruyen la narrativa.
La historia de los dos papas de Wen es contada a lo largo de la película por medio de flashbacks que solo sirven para cortar el ritmo de la cinta. Andrew y Eric existen en el libro original en el que se basa la película, pero la caracterización de ambos sufre bastante en la traducción del libro a la pantalla.
Más que las actuaciones individuales de Wen y sus dos papás, es difícil encontrar una narrativa cohesiva que plantee de frente las intenciones de cada uno. Existen frases cortas -y francamente cursis- que lo intentan pero, en últimas, se quedan muy cortas como para sustentar una historia de este tipo.
Un aburrido fin del mundo
Tal vez lo más extraño de toda la película es la forma en la que el director elige mostrar las calamidades que ocurren. La televisión es un elemento en la narrativa del libro, pero la forma reiterada y conveniente en que se le emplea en la película hace que se sienta un recurso extremadamente forzado, especialmente al final de la película, en donde ya es imposible de creer y termina siendo comedia involuntaria.
En términos puramente técnicos -además de las escenas tipo Roland Emmerich que se ven en el televisor-, la cinematografía tiene algunos ángulos interesantes y los efectos especiales de hecho relucen en puntos importantes, aunque nunca duran mucho en pantalla. El uso de los lentes y la edición de colores funcionan para crear un ambiente peculiar de la cabaña que, es innegable, es un buen trasfondo para la película.
Y, con todo, el problema más grande de Llaman a la puerta es su final, que por razones inexplicables Shyamalan decidió cambiar frente al del libro. Este nuevo desenlace no solamente no funciona para ofrecer una resolución satisfactoria en términos narrativos, sino que la escena final –salida de la imaginación y la pluma de Shyamalan– tiene algunos de los peores diálogos de lo que va del año en el cine, que suenan tan fuera de lugar que no logran el impacto emocional que debería tener el final de una historia apocalíptica.
Los 5 minutos finales son tal vez los más atroces, ya que intenta cerrar todos los hilos narrativos de los 95 minutos anteriores, sin lograrlo. Duele ver a Grint y Bautista dar algunas de las mejores actuaciones de sus carreras sin el apoyo de un guion, y asombra ver a un director armar una historia en la que el fin del mundo resulta... aburrido. Los amantes del libro tal vez serán los más decepcionados, pero incluso personas que no lo leyeron probablemente salgan de la sala con el ceño fruncido.
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