Cuando Netflix liberó, por fin, la primera temporada de El problema de los tres cuerpos, señalaba, en un video, la necesidad de superar el hecho de que sea la siguiente producción de la gente que nos dio cuatro temporadas espectaculares de una serie como Game of Thrones, y luego no la supo terminar.
Este, para ser claros, no es el mismo caso y, sin embargo, es innegable que la temporada se siente como un crescendo de cinco episodios, que conducen a escenas fabulosas como la masacre del Día del Juicio Final y a una secuencia final, en el quinto episodio, que, de hecho, se siente como un final de temporada, con los San-Ti revelando su presencia al mundo y revelando también su dictamen: para ellos, somos insectos.
Luego vinieron los episodios seis, siete y ocho y, lamento decir, la serie no consiguió elevarse de nuevo a esas alturas, ni siquiera al momento de entregarnos, esta vez sí, un final de temporada real.
--Siguen spoilers del octavo episodio de El Problema de los tres cuerpos.--
‘Wallfacer’
No es que sea necesariamente malo. Es solo… ¿inesperado?
A falta de una secuencia que rivalice con las que inscribieron a la serie en la memoria (la muerte de Jack, la operación en Panamá, las sucesivas extinciones en el paisaje de VR), la serie se dedica a ubicar las fichas para lo que se nos dice será una partida de ajedrez de 400 años.
Es parecido a lo que hacía Game of Thrones, que dejaba correr la sangre en el episodio 9 (con la Boda Roja o la Batalla de los Bastardos) y dedicaba el décimo a atar cabos y perfilar lo que habría de venir.
Es solo que aquí esto último tomó tres episodios en lugar de uno.
Escalera abajo
Probablemente mucho de la desilusión se deba a que la mayor parte de los tres últimos episodios se va en darle forma al proyecto Escalera, una complejísima operación para acelerar una sonda hasta un uno por ciento de la velocidad de la luz.
Las probabilidades sugieren que se trata de una empresa imposible, por lo que naturalmente esperamos ver a los protagonistas hallar una manera de lograrlo… excepto que no pasa así.
El fracaso del Proyecto Escalera lanza a la nave fuera de su curso, con su pasajero (el cerebro congelado de Will Downing) inconsciente -o eso esperamos- de que ha quedado perdido en el espacio, como un barco de papel en medio del océano.
Irónicamente, el fracaso es el desenlace más fácil de aceptar en esta narrativa. Si Jin y Wade hubieran triunfado en su primer intento, en especial en una empresa destinada a forzar los límites de lo que es posible hacer hoy, la pelea con los San-Ti no luciría tan desequilibrada como es. Como necesitamos que sea.
Pero por tratarse de un final de temporada, el resultado es que nos quedamos sin algo que celebrar.
La última esperanza
Pasa algo parecido con Saul, que comienza el capítulo fumando marihuana mientras su aventura de una noche se viste y le recrimina estar tan poco involucrado que no solo no recuerda su nombre (el de ella) sino que no parece tomar una posición frente a la causa por la defensa de la Humanidad.
Cuando un accidente, que luego descubrimos fue en realidad un intento de asesinato, cobra la vida de ella, en lugar de la de él, descubrimos que sí recordaba su nombre. Estamos ante una persona a la que sí le importa lo que ocurre, pero elige pretender que no.
Es un alivio porque, para el final del episodio final nos enteramos de que Saul es, probablemente en virtud del chiste de Ye Weinje, el personaje más importante en la guerra contra los invasores.
Saul es nombrado, sin que nadie sepa por qué, como uno de tres "wallfacers", personas investidas de un poder casi sin límites, que no deben explicaciones a nadie y que sepultan en sus mentes sus planes para derrotar a los San-Ti.
La base de esta poco ortodoxa estrategia es que, en virtud de los sophons espías, los San-Ti pueden escucharlo todo, verlo todo y estar en todas partes, pero no pueden leer la mente. Al intentar matarlo, los San-Ti han revelado sus cartas: por alguna razón, Saul es importante.
Pero antes de que el proyecto Wallfacer pueda comenzar a funcionar, los San-Ti le envían un mensaje a Wade, cuyo avión hackean, presumiblemente como una muestra de fuerza. Excepto que…
Excepto que Wade ve, además de imágenes de pesadilla que incluyen su propia muerte, un breve conteo como el que atormentó a Auggie y a tantos otros. Pero a diferencia de ella, Wade lo ve llegar a cero y me resisto a creer que eso no vaya a tener efectos más adelante.
A propósito de Auggie, el episodio se toma dos minutos para mostrarla en América Latina, regalando sus filtros de nanofibras en zonas afectadas por enfermedades como la disentería. Es un final satisfactorio para alguien motivado por el idealismo y la culpa, y es agradable ver que encontró una manera de salvar, no al mundo, sino a personas reales en frente de sus ojos.
El final de la temporada llega, entonces, en medio de diálogos y escenas menos espectaculares de lo que cabía esperar, con Jin y Saul refugiados en un motelucho y dispuestos a abandonar toda esperanza. Le corresponde a Clarence darles algo de perspectiva: los tres viajan en auto a un pantano de la Florida en donde millones de cigarras toman parte en una migración muy real, que por añadidura, ocurrirá este año en el mundo de verdad.
Clarence les dice que los San-Ti nos ven a todos como insectos, pero olvidan que en esa comparación hay algo poderoso: Los insectos son, ante todo, sobrevivientes. Uno es fácil de eliminar, pero como grupo, son imparables. No hay razón por la cual los humanos no puedan, también, serlo.
El final de la temporada es, por tanto, una pregunta abierta, que basta para hacer que anhelemos una segunda temporada que, por ahora, Netflix no ha confirmado de manera oficial.
Los primeros cinco episodios de la temporada son ejemplos de la mejor clase de ciencia ficción actualmente en nuestras pantallas, con escenas memorables y personajes llenos de potencial. Lamentablemente, el potencial no realizado no basta y esta no es una serie que pueda, de momento, sostener un final de temporada basado en personajes, en especial cuando nos ha mostrado que el cielo, literalmente, podría caerse en cualquier momento.
Con todo, es de celebrar que esta serie exista. Que en esta época de mentiras fáciles y audiencias dispuestas a abrazarlas Netflix haya apostado por una saga en la que la única esperanza de la Humanidad es la Ciencia y la inteligencia es, en sí misma, una declaración.
Puede que su comienzo haya sido irregular, pero El problema de los tres cuerpos tiene con qué ofrecernos un viaje maravilloso. Ojalá podamos reencontrarla para el siguiente capítulo.
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